LA RECEPCIÓN DEL CONCILIO VATICANO II EN AMÉRICA LATINA
LA MIRADA DE UN BIBLISTA

THE RECEPCION OF THE SECOND VATICAN COUNCIL IN LATIN AMERICA
THE GAZE OF A BIBLICAL SCHOLAR

Eduardo De La Serna
Doutor em Teologia pelo Teresianum, Roma, com especialização em espiritualidade. Professor Sagrada Escritura, Novo Testamento. Membro do “Grupo de Curas em Opções para os Pobres” da Argentina.


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Resumen

El Concilio Vaticano II gozó de una importante recepción en América Latina. La aceptación de la Constitución Dei Verbum se manifiesta claramente en diferentes aspectos como la proliferación de biblias, académicas o pastorales, de medios para su conocimiento, la lectura popular de la Biblia entre otras expresiones. Ninguna de estas ocurrió sin dificultades, algunas muy graves. Y el invierno eclesial, comenzado en los finales del pontificado de Pablo VI y que aún no ha finalizado, se manifiesta, también, en un intento de domesticación de la Biblia. Es tarea indispensable evitarlo para que con un oído en la Biblia y otro en el pueblo descubramos el proyecto de Dios para nuestra historia. 

Palabras clave: recepción, Biblia, Dei Verbum, fundamentalismo, lectura popular de la Biblia

Abstract

The Second Vatican Council enjoyed an important reception in Latin America. The acceptance of the Constitution Dei Verbum is clearly manifested in different aspects such as the proliferation of bibles, academic or pastoral, of means for their knowledge, the popular reading of the Bible among other expressions. None of these occurred without difficulties, some very serious. And the ecclesial winter, which began at the end of the pontificate of Paul VI and which has not yet ended, also manifests itself in an attempt to domesticate the Bible. It is an essential task to avoid it so that with one ear in the Bible and another in the people we can discover God's plan for our history.

Keywords: Reception, Bible, Dei Verbum, fundamentalism, popular reading of the Bible


El Concilio Vaticano II provocó un auténtico “cimbronazo” en el seno de la Iglesia Católica romana. Muchos de esos remezones continúan todavía. Entre otros, de importancia capital, figura la “devolución” al seno de la Iglesia de algunos temas centrales de nuestra fe que estaban en una suerte de nebulosa: la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo, y también una profundización en temas que habían quedado encerrados en una especie de círculo vicioso, como la eclesiología y los estudios bíblicos.

Un tema que ha sido retomado, y que sintetiza en buena parte, mucho de lo allí señalado, es el tema de la llamada “Recepción” (CONGAR,1972, p. 369-401; POLANCO, 2013, p. 205-231; GUDIEL, 2011, p. 282-288). Esto es incomprensible sin profundizar la persona del Espíritu Santo y sin entender la Iglesia como Pueblo de Dios. Una concepción “vertical” de la Iglesia, como la que expresamente se evitó en el Concilio, entiende que un texto una vez pronunciado o escrito pasa instantáneamente a ser normativo. En cambio, una concepción “circular” de la comunidad eclesial entiende que “el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia”, por lo tanto, el mismo Espíritu que – se supone – se manifiesta en un pronunciamiento eclesial, es a su vez el que hace que el Pueblo de Dios se apropie o no, reconozca como “nuestro” o no ese texto. Se supone que las instancias “jerárquicas” de la Iglesia antes de emitir, por ejemplo, un documento, lo hacen luego de mucha oración, escucha atenta de las diferentes voces, respeto a las opiniones diferentes, y mucho estudio y mucho discernimiento. Recién después se pronuncian. Pero el pueblo, que es el receptor de ese texto, también con tiempo, quizás con más intuición que despliegue teológico, en sintonía con el Dios que camina con él, discierne que ese texto “es nuestro” nos “pertenece”, nos constituye, se lo apropia… hay recepción. O no. Es el mismo Espíritu que inspira a la jerarquía el que inspira al Pueblo para que recepcione (o no), se apropie de él (o no). Por lo que podemos decir que un texto no es totalmente “eclesial” hasta que no sea recepcionado por el pueblo de Dios. Es evidente que el pueblo de Dios se siente y sabe plenamente pueblo a pesar de no “apropiarse” de algunos textos “oficiales”; no se siente “fuera” por no aceptar determinado tema o texto no “recepcionado”. Es evidente, además, que hay algunos textos que gozan de mayor recepción que otros, y algunos prácticamente ninguna, quedando estos solamente en el papel. El documento preparatorio de Aparecida, por ejemplo, reconoce que evidentemente el documento conclusivo de la Asamblea episcopal de Santo Domingo no tuvo la misma recepción que tuvo el de las Asambleas de Puebla, o de Medellín (CELAM, 2007, p. 23). Y (¿curiosamente?) esa recepción pareciera inversamente proporcional a la injerencia vaticana en los documentos (¿será por eso que Aparecida tampoco tuvo tanta recepción como estas, aunque tuviera más que aquella?).

Es importante notar que este proceso de recepción también fue el que condujo a la Iglesia a la aceptación o no de determinados textos en la lista final de los libros bíblicos, por ejemplo. Sumamente interesante, por caso, es lo ocurrido con algunos profetas. cuestionados, criticados y hasta perseguidos por “el pueblo”, hablaron “en nombre de Dios”, con sym-pathía con Dios, y con el tiempo el pueblo de Dios, guiado por el Espíritu, supo reconocer en su canon los escritos de aquellos que había rechazado, supo ver que el espíritu “habló por los profetas”. Ciertamente no se trata de modas ni de vaivenes coyunturales; tampoco de un determinado grupo que pueda sentirse más o menos “a gusto” con un texto; la “Universalidad” (= Catolicidad) es un tema central de la eclesiología. Y de la Recepción.

El Concilio en general gozó de una rápida, persistente y universal recepción. En América Latina esta tuvo, como es razonable, una diferente aceptación; más en algunos temas y menos aceptación en otros. Por ejemplo, es evidente que la reforma litúrgica empezada en el Concilio y expresada tanto en los cantos como el uso de la lengua vernácula, gozó de amplia aceptación. Ciertamente eso no implica que todos unánimemente lo aceptaran (recepción es comunión, no uniformidad). Por ejemplo, a raíz de algunas (pocas) exageraciones (¿excusa?) fue notable desde la misma curia vaticana un intento de poner un “freno” al impulso dado por el Concilio. Este podría resumirse en el planteo de si el Vaticano II fue visto como un punto de llegada o como un punto de partida; y eso se expresó claramente en el Sínodo Extraordinario convocado por Juan Pablo II (1985), en el que la publicación del “Informe sobre la Fe” del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger”, marcaba un claro criterio: la negación de la eclesiología del “Pueblo de Dios”, entendida como sociológica (sic), algo que luego se manifestó en el documento “Dominus Iesus” (2000)[1], por ejemplo. A modo de síntesis algo esquemática, podemos pensar si la proliferación de documentos vaticanos, por ejemplo, no es manifestación de la eclesiología vertical de algunos, y, la poca aceptación de muchos de ellos, de la eclesiología circular de otros. Parece bastante evidente que muchos de los textos emitidos desde la curia vaticana en los últimos tiempos no han gozado de la necesaria recepción para considerarlos plenamente eclesiales.

I. La recuperación de la Biblia

Dentro de los diversos espacios de recepción del Concilio, la así llamada “devolución de la Biblia” al pueblo es, sin duda alguna, un punto fundamental y muy importante. Y es significativo notarlo en varios aspectos antes de ubicarnos en “dónde estamos hoy” en este tema.

Pero, antes de avanzar en esto, es importante destacar que, en muchos aspectos, sin duda el Concilio fue también un “punto de llegada”. Muchos movimientos, gran parte de ellos cuestionados, rechazados y hasta condenados anteriormente, confluyeron finalmente en el Concilio y fueron “recibidos” eclesialmente: el movimiento litúrgico, el patrístico, el movimiento teológico, el movimiento ecuménico y, por supuesto, el movimiento bíblico. No sin dificultades, con mucha persecución, este movimiento bíblico, que tiene en la persona de Marie-Joseph Lagrange op (1855-1938) su figura emblemática, sobre quienes pesaba la denuncia de “modernismo”, se fue imponiendo. La encíclica de Pio XII, Divino Afflante Spiritu [DAS] (1943) le dio aires nuevos que confluyeron finalmente en el Concilio. Pero este punto de llegada significó, lo decimos, la recepción del movimiento, y – por tanto – su “carta de ciudadanía” a partir del cual, entonces, comienza un nuevo camino, un movimiento de nuevas recepciones. En este sentido, fue interesante destacar la “derrota” del cardenal Ratzinger que significó la publicación del documento Interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993) por parte de la Pontificia Comisión Bíblica.[2] Es ese nuevo camino el que nos permite hablar de recepción, nos permite vislumbrar senderos nuevos, pero no ignorar las dificultades o “piedras en el camino”.

Veamos algunos indicios claros de esta apropiación del movimiento bíblico en nuestro tiempo antes de mirar los pasos nuevos:

1. Traducciones de la Biblia

Es sabida la suerte de “secuestro” que padeció la Biblia en un largo período de la historia de la Iglesia (basta con recordar que ni Teresa de Ávila [1515-1582] ni Teresa de Lisieux [1873-1897] pudieron acceder a la Biblia. Curiosamente, ambas son Doctoras de la Iglesia); no se puede ignorar que en el Concilio (provincial) de Toulouse (1229) se prohíbe que los laicos puedan acceder al Antiguo o al Nuevo Testamento (canon 14) (PETERS, 1980, p, 195). Ya en el s. XX empezaron a encontrarse las primeras traducciones al castellano y portugués más accesibles (las anteriores habían sido traducciones de la versión Vulgata, luego de la versión griega LXX y finalmente, ya en el s. XX, directamente de los textos hebreos, arameos y griegos [estamos hablando de las ediciones católicas de la Biblia, por cierto]). Esto sucede ya antes del Concilio. Pero luego de este, fueron notables la cantidad de versiones y traducciones, sean estas más bien pastorales o más bien académicas.  Es evidente que muchas fueron originalmente iniciadas en España o Portugal y traídas también a América Latina, pero luego hubo gran cantidad de obras originalmente autóctonas. No es el caso mencionarlas aquí, porque seguramente omitiremos algunas y constituiría un acto de injusticia. Señalemos, sí, que en América Latina hoy se puede acceder a diferentes ediciones de la Biblia, y – en muchos casos – con el notable esfuerzo de que esto sea a bajos costos (ojalá las causas de esto sean justas, por cierto). Hay ediciones académicas que permiten el estudio de los textos con accesos fáciles (o incluso gratuitos en la web) y hay, también, ediciones pastorales adecuadas a las comunidades, a la lectura personal o colectiva, litúrgica o celebrativa. Las primeras con notas más técnicas, las segundas con notas más populares, pero hoy no es extraño que haya una Biblia en una casa.

Es cierto que esto no siempre fue “gratuito”: la Biblia debía esconderse (enterrada, habitualmente) durante los tiempos de sangre y violencia en Centroamérica, y ver a alguien con una era casi firmar una sentencia de muerte (VIGIL, 2014, p. 281).[3] En la dictadura en Argentina, tener la “Biblia Latinoamericana” en una casa era peligrosísimo (y la mayoría del episcopado, y cierta prensa canalla, no fue ajena a esta persecución), e incluso ejemplares fueron quemados públicamente, con otros libros sospechosos, por un gobierno que se auto-percibía como “occidental y cristiano” (sic)[4]

2. Centros de estudios bíblicos

Así como proliferaron diferentes ejemplares de la Biblia, abundaron por doquier espacios, sean permanentes o bien circunstanciales, para el estudio y la profundización de la Biblia. En muchísimas parroquias o comunidades, grupos o movimientos, periódicamente había – y hay – cursos bíblicos, sobre algún tema, algún libro o sobre la Biblia en su conjunto. Y también hay centros de estudio, colectivos que ofrecen espacios para la profundización y el estudio, sea para cursos, bibliografía, material escrito o audiovisual, desde folletos hasta libros, cursos en la red o presenciales… Hay desde sellos editoriales con la firme intención de divulgar los estudios bíblicos hasta la posibilidad (no en todas partes amplia; y tampoco en todos los tiempos) del acceso de laicas y laicos a los estudios teológicos, o a Escuelas o Institutos dedicados exclusivamente a la Biblia. Dentro de estos, no puede dejar de mencionarse los aportes notables del DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones, Costa Rica) y la excelencia de la revista RIBLA, de publicación en castellano y portugués, que con el tiempo y las dificultades (los fallecimientos de Milton Schwantes [+2012] y José Severino Croatto [+2004], por ejemplo) persiste y continúa brindando un servicio notable, como fue, asimismo, el Comentario Bíblico Ecuménico (inconcluso, hasta donde sabemos).

Tampoco se puede ignorar que, en muchas partes, especialmente para los estudios más “oficiales”, la curia vaticana puso obstáculos a laicos y mujeres y, por ejemplo, muchos institutos afiliados a Facultades pontificias de Teología, sólo podían dar títulos a candidatos al presbiterado. Del mismo modo que tampoco podemos ignorar que, aprovechando la “sed” de tanta gente por conocer o profundizar la “Palabra de Dios”, en muchos lugares hay material de una pobreza notable, o una falta de seriedad increíble. Sería de desear que los animadores pastorales, las comunidades o incluso las editoriales fueran más serias y no guiadas, meramente, por criterios económicos. Se aplica a la Biblia en general lo recientemente dicho por el biblista español Antonio Piñero: “Sobre Jesús se escriben cerca de mil libros al año, aunque la mayoría sin valor histórico alguno”.[5]

3. Lectura popular de la Biblia

El surgimiento, ya antes del Concilio, de las luego llamadas Comunidades eclesiales de Base (CEBs), más tarde reconocidas en Medellín y claramente valoradas en Puebla, puso en el centro la lectura de la Biblia. La “Biblia y la realidad”, vistos como los dos libros en los que Dios habla (San Agustín, frecuentemente citado por P. Richards y C. Mesters),[6] o una mano en la Biblia y otra mano en el periódico (K. Barth),[7] o un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo (E. Angelelli),[8] alentaron una lectura bíblica que pretendió siempre “encarnarse” en la vida del pueblo. El mismo Sitz im Leben que servía de instrumento necesario para comprender los textos bíblicos debía tenerse en cuenta para mirar la realidad de los lectores.[9] Algunos de los espacios mencionados más arriba fueron instrumentos frecuentes para la lectura popular de la Biblia, además de los nombres señeros de Carlos Mesters y Pablo Richard que han sabido “abrir” el acceso a los libros bíblicos a los ambientes más insospechados unas pocas décadas atrás.

Pero no puede desconocerse que, en pleno invierno eclesial, el proyecto “Palabra – Vida”, con el que la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos/as) quiso preparar en la vida Religiosa los 500 años de la llegada del Evangelio a nuestras tierras (1988-1993) fue sumamente censurado (y la CLAR intervenida [1989]).[10] A esto ha de añadirse el sistemático cuestionamiento a las CEBs por parte de las instancias oficiales como ya se vio en Santo Domingo (Nros. 61-63, donde en pocos párrafos insiste reiteradas veces en la necesidad de la “comunión con el párroco y el obispo” (61.63) y el riesgo ideológico de no ser “eclesiales” pudiendo ser víctimas de “manipulación ideológica y política” (62).[11] Este cuestionamiento a las CEBs se vio, todavía, en tiempos más cercanos, en la manipulación vaticana que sufrió el documento de Aparecida.[12]

4. Homilías y celebraciones

El calendario litúrgico y el correspondiente leccionario llevan ya muchas décadas de vigencia. La intención sin dudas era loable: una persona que participa de las celebraciones en dos años cada día, escucha una enorme parte de la Biblia en las lecturas. Quién participa de las celebraciones de todos los domingos, en tres años ha compartido casi todo el Nuevo Testamento y partes significativas del Antiguo. Podría pretenderse una revisión del mismo (una celebración con tanta “palabra” y tan poca participación y signos del pueblo quizás no sea plenamente apta para la idiosincrasia latinoamericana. La lectura de 4 textos bíblicos quizás sea exagerada, por más buena intención que manifieste). Pero, fuera de esto, resulta significativo que, en sendos documentos, tanto el Papa Benito XVI (Verbum Domini 59) como Francisco (Evangelii Gaudium 135-144) insistan tanto en la preparación de las homilías. Resulta bastante frecuente que estas sean usadas para regañar a la gente, para engendrar mentes sumisas e infantiles, para hablar de temas varios (y hasta para pedir dinero) pero con frecuencia no se parte en ellas de la Palabra de Dios. Muchas preguntas se pueden formular a partir de esto: ¿de dónde sacan los predicadores/pastores el nutriente para alimentar al pueblo de Dios si no parten de la Palabra de Dios? ¿Será que sólo reparten “golosinas del espíritu” (Juan de la Cruz) y no verdadero alimento? En ocasiones se ve que repiten textos que han encontrado en la web. ¿Será que para ellos el alimento necesario para este pueblo concreto en este tiempo concreto es igual en todas partes y todos los tiempos? En muchas ocasiones se escucha (o se oye decir) que los predicadores le hacen decir a la Biblia lo que ellos quisieran que diga, pero no lo que esta realmente dice. ¿Será que hay una “ideologización” de parte de algunos o una gravísima pereza intelectual de parte de otros, incapaces de leer, rumiar, meditar, y pensar en el pueblo al que deben dirigirse para dar los mejores nutrientes? Lamentablemente, todo indica que no es así, e incluso desde las mismas normas vaticanas se lo hacen saber. La Biblia y la realidad deben ser el test indispensable de toda celebración en la que se quiera escuchar realmente la “vox Dei”.

5. Ecumenismo y diálogo interreligioso

Salvo en lugares o ambientes muy “eclesiales/eclesiásticos” el movimiento ecuménico no parece ser un espacio de gran recepción en América Latina. Esto no impide que haya, para empezar, un “ecumenismo popular”. No es posible negar, especialmente a partir de la proliferación de ciertos grupos evangélicos, que es frecuente (más en unas regiones que en otras, por cierto) encontrar que en el seno de una familia hay diferencias religiosas. En ocasiones estas son traumáticas, pero en otras se valora el encuentro familiar por encima de todo: “Acá de política y de religión no hablamos”. Lo mismo ocurre, siempre según geografías y ambientes más o menos persistente, un “diálogo interreligioso” popular. En algunas ocasiones se provoca un sincretismo enriquecedor tanto para la paz familiar o barrial como para la profundización de la propia fe. Dentro de los grupos de difusión bíblica que mencionamos más arriba, lo ecuménico es absolutamente real, y enriquece a quienes tienen intención de profundizar los estudios bíblicos. Ciertamente, en los encuentros de “diálogo interreligioso” la Biblia no ocupa un lugar central, como sí lo ocupa en las celebraciones ecuménicas (o incluso con el judaísmo)[13]

Pero no puede ignorarse, sin embargo, que el movimiento ecuménico (sin dudas un signo de nuestros tiempos, y signo de la presencia de Dios, que clama “que sean uno”) no gozó en los últimos tiempos de la misma vitalidad. El documento, mencionado, Dominus Iesus, fue, sin duda, un balde de agua helada en el movimiento. Eso no frenó otros ecumenismos (de los derechos humanos, del martirologio, de la vida cotidiana, por ejemplo) pero sin duda el planteo “extra nos nulla salus” [fuera de nosotros no hay salvación] no es expresión de diálogo, de respeto y de voluntad de encuentro y escucha. Pero la falta de recepción de este pobre documento mostró la vitalidad del movimiento ecuménico y la búsqueda tenaz de la unidad, tan necesaria, en la que la Biblia juega siempre un espacio fundamental.

II. Una mirada sobre la constitución Dei Verbum (DV)

No es este el lugar de hacer un comentario sobre una constitución conciliar tan densa e importante. Pero hay algunos elementos fundamentales que se deben tener en cuenta. Ya el simple hecho – arriba mencionado – de la multiplicación de ediciones de la Biblia, y que en muchas casas o comunidades haya un ejemplar, es expresión de esta recepción, lo mismo que las diversas ediciones ecuménicas (DV 22.25). 

El gran paso insinuado por Pio XII de reconocer en los seres humanos una participación activa en la Biblia (DAS 25) se especificó claramente en la DV (11.12): “verdaderos autores”, “por medio de humanos [homines: varones y mujeres] y en lenguaje humano”, “estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras”, “según su tiempo y cultura”: género literario, modo de pensar, de expresarse… A los exégetas toca aplicar estas normas en su trabajo de modo que “pueda madurar el juicio de la iglesia”. Porque el texto original tiene mayor autoridad y peso que cualquier versión (DAS 12).

Temas tradicionales como “inspiración”, “inerrancia” y otros, que presentaban una conflictiva resolución teológica, encontraron en el Concilio una acabada respuesta teológica (“la verdad de la salvación”, el modo análogo de la Encarnación, lugar de la Tradición y el Magisterio…). 

Podría decirse, simplificando, que la Iglesia reconoció su sumisión a la Palabra de Dios, lo cual es ciertamente una obviedad, pero no era algo que se hubiera explicitado, y – como veremos - no es algo que siempre siga vigente.

Sin embargo, en el reciente Sínodo sobre la Palabra de Dios (2008), el cardenal Ouellet, presentando el Instrumentum Laboris afirmó: 

Mientras tanto, se afirma generalmente que la Constitución Dei Verbum no ha sido plenamente recibida ya que el cambio que ésta inauguró, todavía no ha dado todos los frutos deseados y esperados en la vida y en la misión de la Iglesia.[14]

No es evidente a quiénes se refiere el Cardenal con “generalmente” y en qué aspecto no habría tenido recepción plena. Es muy posible, sin duda, pero – siendo que el texto del Instrumentum Laboris no habla de “recepción” –, también es posible que sea una expresión personal. ¿Cuál sería la recepción que él hubiera deseado o esperado?

III. La “recepción actual” del Concilio Vaticano II

Sin embargo, como se dijo, la recepción garantiza la eclesialidad, pero esta no es un “punto fijo”, esta representa un punto de partida. Los temas eclesiales mencionados al comienzo, luego casi olvidados y recuperados con el Concilio Vaticano II revelan que la recepción es un “movimiento”. Y hay algunos elementos contemporáneos que nos invitan a pensar en la “recepción actual” de algunos aspectos fundamentales. 

1. El avance del fundamentalismo 

Sería muy arduo y excede nuestra capacidad una acabada comprensión del auge de los fundamentalismos.

Es evidente que estos rigen numerosos espacios donde debería reinar el pensamiento. Hay fundamentalismos políticos, los hay sociales y también religiosos. La hegemonía de los Medios de comunicación social suele poner el foco en algunos y desentenderse de otros, pero sin duda existen. Y dentro de estos “fundamentalismos” no podemos dejar de lado la lectura fundamentalista de la Biblia. Este modo de lectura es, lamentablemente, mucho más habitual y frecuente que una lectura según los criterios que desde Dei Verbum (y en adelante) se ven como necesarios, indispensables y –sobre todo – como serios y buenos para “dejar a la Biblia” pronunciar su palabra; para entender qué quiso decir el autor según sus costumbres y modos de expresarse[15].

Una característica de la mayor parte de los llamados “nuevos movimientos” es, precisamente la lectura fundamentalista de la Biblia. Por ejemplo, en la carta de Luis A. Luna Tobar, arzobispo de Cuenca, Ecuador, a Kiko Argüello, fundador del “Camino Neocatecumenal”, explicando su ausencia a una reunión a la que había sido convocado, le cuestiona, entre otros elementos negativos, expresamente la “Lectura fundamentalista de la Biblia”.[16] Una lectura descontextualizada, en ocasiones guiada por los sentimientos, o la euforia, es habitual. No es por otro motivo que el excelente documento Interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993), al que hemos aludido, afirma duramente que “(e)l fundamentalismo invita tácitamente a una forma de suicidio del pensamiento” (I.f).

Lamentablemente, la pereza en predicadores, pastores, animadores suele ser una triste explicación del uso fundamentalista, sea en predicaciones u homilías, o también para justificar actitudes, tomas de posición y otros aspectos (particularmente en terrenos de moral en el que pareciera que repetir uno o dos versículos aislados, descontextualizados y en ocasiones diciendo algo muy diferente a lo que dicen, se afirma casi como un “dogma” posiciones que, por lo menos, ameritarían buenos análisis, debates e incluso respeto a las diferencias. Esto invitaría a una preocupante autocrítica, pero la “pereza”, a la que hicimos referencia, parece tornarla bastante difícil. 

2. Las “revelaciones privadas” 

En coherencia con la Biblia y la Tradición, la Constitución Dei Verbum repitió que ya no debe esperarse “otra revelación pública” antes de la Venida de Jesús (DV 4). Sin embargo, han proliferado en nuestros tiempos y en las más diversas regiones, “revelaciones privadas”, algunas de las cuales, en ciertos ambientes, son más aceptadas y valoradas que la misma Palabra de Dios. Podrían mencionarse por decenas las supuestas apariciones y mensajes (algunos constituyen varios volúmenes), especialmente marianos. Los mensajes son generalmente intimistas, tradicionalistas y muy conservadores. En algunas ocasiones, los supuestos mensajes son utilizados como “clave de interpretación” de textos bíblicos, si no por las instancias “oficiales”, al menos por los “receptores/as” de la revelación que juegan un lugar casi episcopal sin – casi nunca – escuchar palabras claras, denuncias si es el caso, o aclaraciones o, directamente, prohibiciones. no parecen ajenas al invierno eclesial estas “revelaciones”, pero se extraña, al menos, una palabra “clara y distinta” por parte del “Magisterio”. 

3. El (mal) uso de la Biblia en la Iglesia. 

Los documentos eclesiásticos, sean estos papales, curiales o episcopales, llaman la atención por su uso de la Palabra de Dios. Ya pasaron tiempos como el ejemplo dado por Pablo VI es la exhortación apostólica sobre la alegría (Gaudete in Domino, 1975) donde después de “ver” la necesidad de la alegría (I.), presenta (“juzgar”) la alegría en el Antiguo Testamento (II.), luego en el Nuevo Testamento (III.) y finalmente la alegría “en el corazón de los santos” (IV.) para luego proponer (“actuar”) una “alegría para todo el pueblo” (V.), para los jóvenes (VI.) y como importante en los peregrinos del Año santo (VII.). En la inmensa mayoría de los documentos, encíclicas, exhortaciones apostólicas, documentos episcopales de los tiempos actuales, los textos bíblicos parecen mas bien decorativos, cuando no se utilizan para “probar” lo que de antemano estaba presupuesto que se diría (“dicta probantia”). 

En este sentido, es llamativo – y cierto – lo dicho por el Papa Francisco:

Es importante sacar las consecuencias pastorales de la enseñanza conciliar, que recoge una antigua convicción de la Iglesia. Ante todo, hay que decir que en el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Ésta se advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación. Por ejemplo, si un párroco a lo largo de un año litúrgico habla diez veces sobre la templanza y sólo dos o tres veces sobre la caridad o la justicia, se produce una desproporción donde las que se ensombrecen son precisamente aquellas virtudes que deberían estar más presentes en la predicación y en la catequesis. Lo mismo sucede cuando se habla más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios. (Evangelii Gaudium 38).

Lamentablemente, esto no parece haber cambiado, y es razonable preguntarse si esto no significa poner el Magisterio por sobre la Palabra de Dios (DV 10).

Resumamos diciendo que, desde el concilio, hemos de celebrar como muy saludable que la Biblia haya vuelto a las manos del Pueblo. Pero hemos de mirar con atención todos los intentos – propios del “invierno eclesial” – de encerrar la palabra en algunos esquemas o estructuras (eclesiásticas, por cierto). Uno de los grandes peligros, propios de lo humano, es la domesticación de las cosas de Dios; es ir generando un Dios que se parezca lo más posible a nosotros mismos. Las cosas de Dios, la Palabra de Dios nos desinstala, los pone en movimiento, nos cuestiona. Nos pone cara a cara frente a un proyecto. cuando la Iglesia (o grupos eclesiales) desplazan las cosas de Dios para mirarse a sí mismos, cuando no “dejamos a Dios ser Dios”, entramos en una suerte de “eclesiolatría” (LÉTHEL, 1989, p. 348).[17] Cuando la teología se disoció de la santidad, por ejemplo, la ortodoxia se identificó con una doctrina antes que con el “sueño de Jesús para nuestra historia”; a eso urge una respuesta. El “secuestro” de la Biblia, la prohibición al laicado de acceder a ella, no sólo revela una infantilización de estos, sino un intento de que no se pueda confrontar el “ser” con el “deber ser” de la Iglesia expresado en las escrituras. Clericalismo, infantilismo o manipulación de la Biblia desde el fundamentalismo o su espiritualismo o moralización muestran a las claras que la primera recepción del Concilio Vaticano II fue dejando su lugar, invierno mediante, a una institución que por momentos pareciera entenderse como “poseedora” o dueña del espíritu. 

Jesús les dijo: –Los reyes de los paganos los tienen sometidos y los que imponen su autoridad se hacen llamar benefactores. Ustedes no sean así; al contrario, el más importante entre ustedes compórtese como si fuera el último y el que manda como el que sirve. (Lc 22:25-26)

Referências

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 Notas

[1] Cf.LA SERNA E. La misión de la Iglesia, en VIGIL, J. M. (coord.) El Actual debate del pluralismo. Después de la Dominus Iesus (libro digital 2005, http://www.servicioskoinonia.org/LibrosDigitales/LDK/LDK1.pdf) 61-65.

[2] Por “derrota” entiendo, aquí, que – por lo que se sabe – el cardenal motivó por su propia iniciativa (así lo dice Juan Pablo II, discurso en la presentación del documento, nº 1) a la Pontificia Comisión Bíblica a elaborar un documento sobre la “Interpretación de la Biblia en la Iglesia”, con la intención de re-valorar la lectura patrística, por ejemplo. No fue así que se pronunció la Comisión. En una conferencia pronunciada en el Instituto Bíblico (24 de marzo 1993) el cardenal insistió en la lectura patrística, pero con humildad y respeto acompañó la publicación de la Declaración. No ocurrió lo mismo con una anterior consulta a la Comisión sobre la eventualidad del “sacerdocio femenino” (1976) cuyo documento conclusivo no fue hecho público. https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19930415_interpretazione_po.html

[3] “En aquellos tiempos, la biblia era uno de los libros más subversivos que podía uno tener y era frecuente que el ejército matara al que andaba con una biblia” (ib., 281).

[4] http://jornadasjovenesiigg.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/107/2015/04/Catoggio-Poder.pdf Allí podrá constatar que, ante los dichos del arzobispo de San Juan, Idelfonso Sansierra (diario La Nación 16 de octubre de 1976): “Ruego a los fieles que de
buena fe la adquirieron que la destruyan y estimaría mucho si las librerías y kioscos, sorprendidos en su
 honestidad devolvieran a su origen sus ejemplares que son un insulto a Dios
” [el resaltado es mío]. Poco le costó al general Luciano B. Menéndez, que ansiaba ser coronado caballero, incinerar Biblias junto con toneladas de libros como “El Principito” de A. de Saint Exuperi (https://www.telam.com.ar/notas/201506/110322-dictadura-quema-libros-subversivos-aniversario.php). La dictadura ordenó, incluso, los cierres de las editoriales Paulinas y Claretiana (de los Misioneros del Verbo Divino), algo finalmente no concretado por intervención de la Conferencia Episcopal Argentina.

[5] Antonio Piñero, https://www.religiondigital.org/el_blog_de_antonio_pinero/Acaba-Trotta-Jesus-aproximaciones-Resena_7_2290340950.html (consultado el 11 de diciembre 2020); lo dicho por Piñero parece inspirado en R. Aguirre, La memoria de Jesús y los cristianismos de los orígenes. Estella: Verbo Divino, 2015, 71

[6] Así lo señala H. de Lubac citando a San Agustín, En.Sal 8,7-9; 103,1; Conf 13:15.16 en H. de Lubac, Medieval Exegesis. The Four Senses of Scripture, vol. 1, Grand Rapids, Michigan – Edinburg: W. B. Eerdmans Publ. Comp. – T&T Clark 1998, 79. La idea no parece ajena al planteo bíblico de que Dios puede ser conocido al contemplar la creación (Sab 13; Rom 1,18-23).

[7] Cf. K. Barth, Carta a los Romanos, Madrid: BAC 2002, 500: “Para comprender la Carta a los romanos hay que recomendar encarecidamente la lectura de todo tipo de literatura profana, en especial de los periódicos. Porque el pensamiento, si es auténtico, es una reflexión sobre la vida y, por tanto y a la par, sobre Dios”.

[8] Frase que Enrique Angelelli repetía con frecuencia; por ejemplo, reportaje de Familia Cristiana, abril 1975, p. 40-45.

[9] La Teología de la liberación, al Sitz im Leben añade, sensatamente, el Sitz im Tode: I. Ellacuría – J. Sobrino, en Mysterium liberationis. Conceptos fundamentales de teología de la liberación I,  Introducción, Madrid: ed. Trotta 1990,  10.

[10] Teólogos reconocidos como Roberto Oliveros y biblistas como Carlos Mesters tuvieron que renunciar al equipo de teólogos de la CLAR a partir de estos acontecimientos; cf. las respuestas críticas de C. Maccise, “Proyecto ‘Palabra-Vida’. Reflexiones sobre una controversia”, Christus 54/627 (agosto 1989) 5-9; C. Mesters, “O Projeto ‘Palabra-Vida’ e a leitura fiel da Biblia de acordo com a Tradição e o Magistério da Igreja”, REB 49 (fasc. 195) Setembro 1989, 661-673. La intervención de la CLAR necesitó, previamente, el cambio del antiguo prefecto para la Vida religiosa, Eduardo Pironio. La correspondencia entre el presidente de la CLAR, Luis Coscia ofm cap. y el nuevo prefecto, Jerôme Hamer y la complicidad del presidente del CELAM, Darío Castrillón Hoyos, es notable: allí se afirma; “Señor Cardenal, no sabemos de qué se nos acusa, a quiénes se acusa, por qué se nos acusa” [carta de la junta directiva de la CLAR al cardenal J. Hamer, Quito, septiembre 9 de 1989 (REF 000537), 2da parte.2]; a lo que se recibe la respuesta de “si no considerábamos suficientemente serio el problema del proyecto Palabra-Vida como para justificar tales medidas” (carta del presidente L. Coscia a los y las “presidentes de las conferencias nacionales de la vida religiosa en América Latina”, septiembre 14 de 1989 (REF 00381). En nueva carta, el presidente, haciendo referencia a la entrevista con el Card. J. Ratzinger afirma: “Ante nuestra dificultad de conseguir la entrevista con el CELAM, el Señor Cardenal contestó que se debía insistir en esta petición” (septiembre 18 de 1989, REF 00412). La lectura atenta de la correspondencia deja muy claro quiénes hacen “política” desde la mentira (y la ideología). ¿El evangelio?

[11] Que no se me malinterprete: estoy de acuerdo en la importancia de la comunión eclesial, pero sería de desear que eso mismo se diga para todas las demás instancias, en todo caso, y no solo para las CEBs. Y sobre la ideología y manipulación política, resulta extraño que no se diga de otros grupos y movimientos en los que esto es más evidente y resultan mucho más perjudiciales a la iglesia y a los pobres. Así leído, este texto parece padecer “manipulación ideológica y política”.

[12] En http://curasopp.com.ar/posaparecida/d05.php pueden verse el documento aprobado en la Asamblea (31 de mayo 2007) en paralelo con el documento emitido por la Curia vaticana (29 de junio 2007). Allí puede verse en rojo lo que ha sido omitido, en azul lo que se ha añadido y en verde lo que se ha cambiado de ubicación. Sobre las CEBs véase el Nº 102 del documento, 99c del adulterado y siguientes. No deja de ser “curioso” que el documento lamentaba cierto “clericalismo” (109) lo que fue omitido en la adulteración (100b) y hoy constituye un tema frecuente en boca del Pontífice.

[13] Fuentes para Ecumenismo y Diálogo interreligioso cf. Interpretación de la Biblia en la Iglesia IV C 4. 

[14] M. Ouellet, Presentación del Instrumentum Laboris del Sínodo sobre la Palabra de Dios (6 de octubre de 2008) 4 [cita al Instrumentum Laboris Nº 5 aunque este no utiliza la palabra “recepción”]. https://www.vatican.va/news_services/press/sinodo/documents/bollettino_22_xii-ordinaria-2008/04_spagnolo/b04_04.html (consultado el 15 de diciembre de 2020). 

[15] Fuentes sobre el Avance del fundamentalismo, cf. Interpretación de la Biblia en la Iglesia I F. 

[16] Carta de mons. Luis Alberto Luna Tobar a Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal, en RELaT 35, en https://www.servicioskoinonia.org/relat/035.htm (consultada el 18 de diciembre de 2020).

[17] F. M. Léthel, Connaître l’amour du Christ qui surpasse toute connaissance. La théologie des saints, Venasque: ed. du Carmel 1989, 348.