El papel del laicado en Vaticano II y la realidad en Chile
The role of the laity in Vatican II and the reality in Chile

María José Castillo Navasal
Doctora en Historia por la Universidad San Sebastián, Magister en Historia del Arte por la Universidad Adolfo Ibáñez.


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Resumen: 

Vaticano II entregó las directrices que indicaron las áreas de desenvolvimiento y educación del laicado como pueblo de Dios, con el fin de establecer los deberes y derechos de este sector de la Iglesia Católica, sector que abarca el mayor porcentaje de creyentes y que su vida se desarrolla en todos los ámbitos de la sociedad. 

Palabras Claves: Laicos, Chile, Vaticano II

Abstract: 

Vatican II delivered the guidelines that indicated the areas of development and education of the laity as the people of God, in order to establish the duties and rights of this sector of the Catholic Church, a sector that encompasses the highest percentage of believers and that their lives are develops in all areas of society.

Keywords: Laity, Chile, Vatican II


Introducción

A lo largo de la historia de la humanidad, siempre que se observan cambios de paradigmas los asociamos a una importante revolución, ya que chocan las ideas establecidas con las nuevas que son las que deberían comenzar a imperar. Si tiene relación directa con lo religioso o espiritual, se espera que responda a un mejor hacer o ejecutar una buena lectura de lo que es indispensable y por qué no, lo que se anhela. Para el laicado universal el anuncio y luego el desarrollo de Vaticano II, era esa esperanza de integración real en distintos ámbitos.

El caso de Chile no fue muy distinto bajo esta lógica de los procesos, pero lo fue dentro de su propia dinámica. Un país entre el Océano Pacífico y la imponente Cordillera de los Andes, y de norte a Sur entre el desierto y los hielos eternos, se desarrolló en ese aislamiento durante la gran mayoría de los siglos desde la llegada del español con la fe católica, estableciendo formas de relaciones que, desde la mirada centralista, eran poco observadas y por lo general no muy informadas. Los tiempos de desplazamiento, al igual que en el gran territorio de Brasil, eran considerables y el control completo era casi imposible, por lo que algunos de los procesos y de las formas de hacer las cosas se hicieron en un estilo local. 

Lo mismo continuó pasando en el siglo XX, el desarrollo de equipos de trabajos de laicos para el servicio humanitario del país fue fundamental dentro del espectro político y económico del periodo de estudio, con una impronta que duró hasta la década de 1980, que sobrepasa el espacio tiempo de esta investigación.

El término laico 

El término laico sabemos que proviene del griego Laikós cuyo significado es “propiamente del pueblo”. Luego del latín tardío Laícus -posterior al siglo X d.c.- “común, no sacerdotal, pueblo”[1]. Por tanto, podríamos establecer que es un término utilizado para designar a los miembros de la Iglesia que no están directamente vinculados con el estado clerical y consagración exclusiva a alguna rama religiosa aprobada por la curia con reglamentación propia. Entonces, responde a los bautizados que han seguido un camino distinto en su función social eclesial y que como ya se ha mencionado, cubre el mayor porcentaje de los miembros de la Iglesia Católica.

Según Lumen Gentium (1964), laicos son “todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia, es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo de la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde”.[2] Condición que será reconocida en un documento oficial a toda la vocación religiosa laical, asumiéndolo desde una santificación de los deberes que se han adquirido por el bautismo como cristiano que conlleva obligaciones para con la Iglesia.

El laicado en Chile y su sello previo al Concilio

Claramente todos los movimientos y trabajo que ejercieron los bautizados desde mediados del siglo XIX en adelante, fueron marcando hitos de relevancia en empoderar sectores de la sociedad que vinculaban directamente su sistema de vida con una Fe fortalecida de entrega y comprensión de Dios en su proyecto personal. Sin embargo, y a pesar de grandes esfuerzos de muchos, la creciente población, la ampliación de la ciudad, el hambre, las guerras, las pestes, los desastres naturales que son tan habituales en Chile, la intrusión política que comenzó a corroer agrupaciones de Iglesia.  Además, de exigencias laborales poco normadas y esclavizantes no rendían para dar el sustento como se había logrado hasta ese entonces. Si a eso le sumamos las exigencias económicas de una Iglesia separada del Estado desde 1925, que ahorcaba a sus feligreses con un sistema de retribución fuera de la realidad, comenzó a alejar a bautizados, que en su interior creían en la misericordia de Dios, pero que ya no tenían la capacidad de cumplir con obligaciones impuestas por hombres en su nombre para asegurar la mantención de una curia que pretendía seguir sosteniendo un sistema de vida principesco a costa de otros, con el solo argumento de ser los representantes de Dios en la tierra. También a costa de sus propios hermanos de sectores marginales.

En el Boletín informativo arquidiocesano de octubre de 1964, se reproducen las palabras del Secretario General de la JOC Internacional ante la Asamblea Conciliar, Patrick Keegan, en las que expresaba bajo el título el apostolado seglar exige un diálogo entre jerarquía y laicado: “es claro que una acción apostólica seglar debe adecuarse a las situaciones y a las necesidades actuales del mundo. Y, como sabemos, estas necesidades, tanto espirituales como temporales, son hoy enormes… todos los cristianos están llamados, por el bautismo y la confirmación, al apostolado, debemos tener presente que, de hecho, pocos responden la llamada”.[3] Curiosamente quienes estaban más cerca de las necesidades actuales del mundo, eran los laicos, que las vivenciaban a diario y que no contaban con un acompañamiento real y desinteresado de miembros del clero, lo que no quita que efectivamente hubo sacerdotes que estuvieron muy cerca de sus feligreses y que sí comprendían el signo del tiempo y los caminos que debían caminarse, pero como la Iglesia Católica es jerárquica, poca voz tenían y se transformaban en un problema de disidencia para la curia. Llama la atención la redacción de la presentación de Keegan, en concomitancia con parte de la redacción del capítulo sobre laicado del Concilio, la cercanía y similitud, siempre llevando a una dependencia absoluta del sacerdote, lo que hace dudar si ya estaba zanjado o si realmente se consideró esta intervención. Palabras que podrían haber pasado casi inadvertidas si no hubiesen sido difundidas en las comunidades por el Boletín y los religiosos.

Para este periodo de la Historia de Chile ya existían claros lineamientos “aplicados convenientemente a los problemas actuales”[4] en una búsqueda de mantener el orden moral y de ocultar lo malo por medio de la coerción, ofreciendo las penas del infierno por medio de castigos divinos ejemplares que en varias ocasiones se transformaron en importantes donaciones para purgar las almas, manteniendo el método colonial que abusaba de los sentimientos y del amor a Dios como padre.

Las ideas de la modernidad estaban presentes en el colectivo, lectura que hacen los padres conciliares exponiendo sus aprehensiones y falta de apoyo a la curia, porque las comunidades de base funcionaban como tal, pero como no había una subida real o apoyo como el de antaño desde los sectores de poder exponían que, “las circunstancias actuales les piden un apostolado mucho más intenso y más amplio. Porque el número de los hombres, que aumenta de día en día, el progreso de las ciencias y de las técnicas, las relaciones más estrechas entre los hombres no solo han extendido hasta lo infinito los campos inmensos del apostolado de los seglares, en parte abiertos solamente a ellos, sino que también han suscitado nuevos problemas que exigen su cuidado y preocupación diligente. Y este es justo, la autonomía de muchos sectores de la vida humana, y con gran peligro de la vida cristiana. Además, en muchas regiones, en que los sacerdotes son muy escasos, o, como sucede con frecuencia, se ven privados de libertad en su ministerio, sin la ayuda de los seglares, la Iglesia a duras penas podría estar presente y trabajar”[5]. Pero la Iglesia, el pueblo de Dios si estaba presente en las poblaciones que se ocupaba de la olla de alimento para todos, de ayudar al otro, de mantener la capilla y día a día rezar el santo rosario, de vestir al que lo necesitaba, de dar una mano al que sufre. De seguir las enseñanzas que con sangre aprendieron las familias y que por siglos se mantuvieron. El mensaje de Cristo estaba presente día a día en los que creían en Él, en los que agradecían el pan en la mesa y el llegar sanos a casa, muchas veces en condiciones menos que mínimas de dignidad y en otras con más holgura, pero allí la palabra de esperanza y de amor a Dios, inclusive las interpelaciones validaban los momentos de debilidad e impotencia, siempre justificado por un Dios que lo manda para hacernos más fuerte. La pregunta que surge ¿qué ha fallado aquí, si es que ha fallado algo?

Lo que queda claro es que hay una misión que debe ser ejercida por medio del apostolado, dentro de la gran variedad de ministerios que llevan a una única misión, para ello los laicos fueron llamados a desempeñarlo en su trabajo por medio del ejemplo de vida que lleva a la santificación de los hombres, porque viven en el mundo, trabajan en el mundo y deben otorgar frutos en ese mismo mundo siguiendo las enseñanzas de Cristo. En Chile para 1970[6], a solo unos años del Concilio, de una población total de 8.884.768 habitantes, 7.186.413 se declaraban católicos, siendo el 80,88%. Por tanto, podemos establecer que el trabajo apostólico hasta ese momento era sólido, comprometido, elemento cultural importante de lo que la curia no debía preocuparse, la Fe estaba triunfando por sobre el diario vivir y todas las dificultades propias desde lo político, lo económico a lo social. Dos tercios de la población general, habitaba las ciudades y solo el 9,9% era analfabeta, concentrándose principalmente en las zonas rurales, lugares que para el siglo XIX estaba la Iglesia preocupada de la educación de los niños con las escuelas parroquiales, y las congregaciones con vocación educacional se tomaban las ciudades.

Fuera de los cambios litúrgicos que se implementaron que no son parte de esta investigación, que para varios sacerdotes de avanzada edad eran excesivamente revolucionarios, les incomodaba y decidieron no adaptarse. Por su parte las nuevas generaciones fueron las que llevaron adelante esta forma de enfrentarse a la comunidad y el comprender la misión que se les encomendaba. Una de las modificaciones que se hizo en el ámbito litúrgico fue incorporar otros instrumentos para la musicalización en la misa, para algunos de los que participaron en el Concilio desde Chile, habían considerado algo escandaloso innovar en esa área porque se podía perder la solemnidad.[7]

El Cardenal Silva Henríquez y las líneas pastorales para los años 1967-1968 y su vinculación con Vaticano II, ¿realidad nacional?

En las líneas fundamentales del Plan Pastoral 1967-1968 impulsado por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, sacerdote que marcó una época en Chile con gran energía, especialmente en la defensa de los Derechos Humanos. Inicia el comunicado advirtiendo que “estas líneas no pretenden, pues, ni ser la expresión de toda la pastoral que ha de desarrollarse en estos años ni tampoco pretenden desentenderse o no tomar en cuenta todo el trabajo pastoral ya realizado… indican los campos más importantes que debemos atender, o bien aquellas labores a las cuales debemos dar mayor énfasis, dedicarle mayor entusiasmo y energía… debemos tener presente… que se trata de un ideal que deseamos alcanzar y el buen Dios no nos va a exigir sino que hagamos todo lo posible, dado nuestros medios, para la consecución de ese ideal”.[8]

El llamado fue a desarrollar un Sínodo para renovar la Iglesia, “poniéndola bajo la luz del Evangelio, del Concilio y de la realidad del tiempo en que vivimos”.[9] Las encomiendas estaban centradas a lograr una mayor participación en temas de acción parroquial, incorporación del laicado a responsabilidades que antes no habría podido tomar, promoción de participación en formación de agentes para las catequesis, pastoral de masas. Trabajo arduo que no estuvo ajeno a dificultades y encuentro con la realidad país, tanto en el plano político como económico.

Las sociedades se desarrollan dentro de lo que la Iglesia Católica denomina el orden temporal, que tiene directa relación con los bienes, el círculo familiar, los ambientes culturales, políticos, profesionales, las relaciones con otras naciones, el progreso, la vida misma y su desarrollo en comunidad, no donde se insertan los laicos como plan de evangelización, sino más bien donde se desenvuelven los laicos como sistema de vida, entonces el llamado del Concilio que pide inserción, entra de una mala lectura del mundo por la curia, ya que son ellos que deben encantar a estos seglares a seguir las enseñanzas, ya no solo como parte del sistema cultural imperante, sino con formación permanente del amor a Cristo, con el ejemplo, aplicando como en muchas de las poblaciones marginales del país una relación colaborativa horizontal, como ser humano que tiene las mismas necesidades y que comprende que los bienes temporales pasan y dejan de servir, donde la mesa es para compartir, y donde la formación espiritual podría pender de un hilo si el religioso no es ejemplo o se aprovecha de su condición de tal.

La constante reafirmación de derechos y deberes fundamentales civiles son recalcados por el texto conciliar en cuanto al rol de la familia, familia entendida bajo el parámetro de padre, madre e hijos constituida por medio del matrimonio ideal, concepto que ha ido evolucionando en lo seglar y poco en lo eclesial. El respeto y defensa de la dignidad humana sin importar su estrato o condición, defensa que fue entendida dentro de una cierta normalidad natural, desconociendo variantes también naturaleza humana y biológicas que consideró incluso hasta avanzado el siglo XXI que los homosexuales eran personas enfermas y, por lo tanto, no gozaban de los mismos derechos.

Pero la apuesta fue fijada en la juventud, motor de futuro para colmar todos los espacios de la sociedad, agente en formación y, por lo tanto, también moldeables y aprovechable su ímpetu y ganas de ayudar y trabajar.

Por ello, cobra relevancia el trabajo que se fue desarrollando en cuanto al establecimiento y surgimiento también de nuevos movimientos católicos en Chile, como una forma de fortalecer la acción evangelizadora y responder al llamado efectuado por el Concilio, muchas de estas iniciativas ya habían iniciado su trabajo con antelación cubriendo un 24% del total de los existentes hasta 1990. Al parecer, la década en la que se desarrolló el Concilio esta incorporación quedó un poco más estancada o lenta quizás por el gran cúmulo de información y expectación que generó el encuentro, ya que se fundaron solo el 6% de los movimientos, incrementando la cantidad para la década de 1970 con un 34%, lo que se puede asociar a la defensa de los derechos humanos y el importante rol que tuvo la Iglesia Católica en ese periodo. Para los 80’ bajó al 16%, lo que también es asociable a las restricción y constante mirada incriminatorio hacia la Iglesia Católica de proteger e incluso fomentar la acción de contrarios al sistema político vigente. Para la década de 1990 con la llegada de la democracia, mantuvo casi la misma constante de la anterior 14%, como se muestra en el siguiente gráfico:

 


Imagem 01Gráfico realizado por la autora

En cuanto a los carismas, “que responde a los dones que dan la fuerza especial que es la evangelización, transformados en dones especiales que sirven para edificar una comunidad que construye la Iglesia”[10], existe una gran variedad de las cuales se destacan con un 16% las marianas al igual que las misioneras, marcando una lógica desde la Conquista, ya que los españoles que llegaron al territorio para el siglo XVI establecieron la misión como prioridad de la mano y protección de la Virgen María introduciendo sus distintas advocaciones con gran fuerza, transformando al territorio en uno prominentemente mariano. Luego con dos puntos menos, o sea 14% las de formación y servicio. Por su parte, las Cristo céntricas con 9% y las eucarísticas con 6%. Las de educación y jóvenes con 7%, en las que se destaca la particularidad de estas dos últimas como verdaderos semilleros de esperanza. Para finalizar con las de oración con 5% y las trinitarias con 2%. Como detalla el gráfico:

Imagem 02 - Gráfico realizado por la autora.

Se hace difícil comprender de mejor manera el gráfico presentado, sin conocer el nombre y fecha de fundación de los distintos movimientos laicales que surgieron en Chile y sus espacios de desenvolvimiento. En esta oportunidad solo los nombraremos:

Movimiento Laical

Año en Chile

Sociedad de San Vicente de Paul (ssvp)

1854

Cofradía del Carmen

1858

Asociación de salesianos cooperadores

1876

Instituto Teresiano

1907

Instituto eclesiástico amac

1945

Movimiento apostólico de Schoenstatt

1949

Legión de María

1951

Comunidad de educadores cristianos (cec)

1961

Comunidad de vida (cvx)

1970

Renovación carismática católica

1970

Legión de las pequeñas almas

1971

Movimiento laical oratorio madre del pueblo de Dios

1971

Encuentro matrimonial mundial, Chile (emm)

1972

Comunidad Emmanuel

1975

La juventud franciscana (jufra)

1976

Animadores de Salud (A.de S.)

1977

Comunidad de laicas marianistas (clm)

1977

Movimiento apostólico Manquehue (mam)

1977

Movimiento apostólico regnum christi (rc)

1978

Orden franciscana seglar (ofs)

1978

Asociación seglar vicentina (asevi)

1979

Grupos de oración y amistad (goa)

1979

Movimiento juvenil salesiano (mjs)

1979

Comunión y liberación

1980

Fondacio Chile (cristianos para el mundo)

1980

Jornadas de Nazareth para la família

1982

Encuentro conyugal católico

1983

Laicado dominicano

1983

Asociación Nuestra Señora de la Visitación

1987

Comunidad adsis

1990

Asociación de damas salesianas (ads)

1991

Movimiento de los focolares u obra de María

1993

Comunidad SEA

1995

Movimiento retiros de conversión

1995

Asociación de adoradores del Santísimo Sacramento del Altar, Inaestimabile Donum

1997

Asociación de talleres de oración y vida (tov)

1997

Camino Neocatecumenal

1997

Asociación medalla milagrosa

1998

Movimiento de la esperanza de la Congregación hijas de Santa Ana

1999

Movimiento de vida cristiana (mvc)

1999

Heraldos del Evangelio (ep)

2001

Comunidad católica Shalom

2007

Tabela 01

La Universidad el espacio ideal de evangelización

En 1966 se realizó el gran encuentro de la Acción de Universitarios Católicos en las dependencias de la casa de retiro de Punta de Tralca, entre los días 17 al 19 de septiembre. En ella participaron 220 universitarios de las casas de estudios: Universidad de Chile, Universidad Técnica del Estado, Universidad Católica de Santiago y Universidad de Chile de Valparaíso.[11] Ocasión en la que pudieron dialogar sobre el país y la responsabilidad que como jóvenes les competía en cuanto a la visión de futuro y los lineamientos en el plan de la evangelización.

En este mismo año y unos meses antes, el 19 de abril nacía la Parroquia Universitaria en la Arquidiócesis de Concepción, la que surgió con la convicción de dar respuesta inmediata al mundo universitario. “El padre Pedro Azócar SS. CC. tuvo esa enorme responsabilidad y junto a Asociación de Universitarios Católicos (AUC)”. Recuerda al celebrar los 50 años de vida de la parroquia que ‘son 50 años de historia con el trabajo de numerosos sacerdotes y laicos, formados en diferentes profesiones, en los más diversos campos y que han pasado por aquí. Para nosotros ha sido significativo recoger esa historia y ver el paso de Dios en tantas formas que ha marcado sus vidas y sus familias en todos estos años’”[12]. En la ciudad de Concepción, al igual que en gran parte del país, la Iglesia Católica como institución no se prestó como elemento de represión en la dictadura militar, más bien, entregó espacios de vital importancia para la libertad de pensamiento y de intercambio de ideas, en la búsqueda del respeto a la dignidad del ser humano[13].

Para la década de 1970, el trabajo universitario se fue realizando lentamente, los cursos de carácter religioso habían dejado de ser obligatorios por medio de la reforma de educación superior en la Universidad Católica de Santiago, pasando al estatus de optativos, con ello esa obligatoriedad evangelizante se perdió. A poco tiempo del golpe militar en Chile, el primer domingo de octubre del año 1974 se iniciaban los primeros encuentros de jóvenes católicos en las dependencias del antiguo galpón de adobe de la Parroquia de la Anunciación, la que pasaría a ser la Parroquia Universitaria de Santiago, responsabilidad que asumió Percival Cowley sscc, había recibido la invitación de mons. Raúl Silva para llevar a cabo esta nueva mirada parroquial. Era la primera jurisdicción parroquial que no cubría una zona en específico, desde el punto de vista territorial, creada para acompañar a una comunidad espiritual y así formar a un grupo de personas que respondían a una realidad en especial, la universitaria era el perfil que servir, “era una Iglesia servidora de la vida, que seguía fielmente anunciándola, desde la Fe, como una esperanza. Era una iglesia que denunciaba todo lo que marginaba de distintas maneras a los seres humanos del ejercicio de sus derechos y de la posibilidad de cumplir, con dignidad, sus legítimos deberes”.[14]

La situación política de la época colaboró, sin lugar a duda llamaba a cohesionar este sector de la población, los espacios que habían sido de diálogo para la búsqueda de soluciones fueron tomados por agentes políticos y externos al qué hacer universitario, lo que significaba que estos agentes habían permeado, oscureciendo primeramente la finalidad de lo que era la universidad, caminando a transformar casi en utopía la misión de ser. Luego se extremaron las ideologías impuestas por la fuerza creyendo tal vez que como centros transmisores del conocimiento se podía aprovechar a sus fines exclusivos, olvidando que el qué hacer universitario ofrece un espacio de conocimiento horizontal y no jerárquico en su totalidad lo que ocasionó negativas de intervención con las consecuencias que la historia ya ha dado a conocer.

Debemos tomar en cuenta que hay características propias de las personas que son las que colaboran a tomar opciones, la figura de mons. Raúl Silva es su forma de enfrentarse a los desafíos y mantener vivo el llamado de Cristo era un ejemplo que seguir como muchos otros sacerdotes, cuyos carismas generan la confianza en la toma de decisiones en la opción de un camino u otro y avivar el fuego interno del llamado de Cristo. El no perder el espacio universitario ya no solo por una casa de estudios en particular, sino de acceso más universal fue una opción de cuidar las semillas que claramente habían caído en suelo fértil, pero que sin abono y las condiciones climáticas adecuadas podían morir en el camino y no germinar, trabajo que había sido llevado desde la segunda mitad de la década anterior por el padre Alvear con algunas comunidades. Por ello, las palabras del Cardenal, “si no nos dejan realizar nuestra actividad pastoral dentro de la Universidad, la hacemos fuera de ella”[15].

La parroquia contaba en la vereda del frente de un pasaje sin salida con un galpón cuya construcción era de adobe, era la antigua estructura parroquial que había sido prácticamente abandonada por el nuevo templo que miraba a la plaza Pedro de Valdivia. Fue despejado y acomodado para la Eucaristía, a modo de capilla, era la tercera Eucaristía, ya que la primera había sido en las dependencias del Colegio Luis Campino y la segunda, en un salón de las Monjas. “El desastre de la Eucaristía anterior [por problemas de tablas desgastadas del piso] se transformó en una verdadera invitación a un grupo que iniciaba sus estudios de Derecho en la Universidad de Chile. Llegaron con sus guitarras y, con su canto, con ello transformaron la Eucarístía en una significativa y atrayente celebración de la fe… Comenzó entonces, a producirse una especie de acontecimiento. Cada domingo eran más jóvenes que iban llegando, hasta el punto de que tuvimos que botar los muros divisorios del galpón, con lo cual perdimos las salas de reunión que eran, por lo demás, bastante oscuras e inhóspitas”[16].  Con esta acción, también recuperaron un espacio patrimonial importante, el espacio del viejo templo levantado con el sistema colonial de amplios muros.

De estos encuentros surgieron cantantes de renombre, políticos con fuertes fundamentos católicos. La Congregación instaló a alguno de sus sacerdotes para vivir en las dependencias del segundo piso de la edificación, lo que no duró mucho por el gran movimiento que había a diario, por lo que se trasladaron a una casa cercana.

El plan pastoral implementado fue la conformación de una comunidad de comunidades, por medio de pequeños grupos, pequeñas comunidades con sus responsables que reditaban a uno mayor. La formación y misión evangelizadora que tomaban los participantes era ser agentes que invitaran a otros jóvenes de sus mismas universidades u otras, “tomando conciencia que su primera responsabilidad pastoral era precisamente con ellos… en la línea de la evangelización de la cultura, asumir, aunque sólo fuera en parte, el papel crítico, propiamente universitario, que las universidades habían dejado de cumplir”[17] por estar sus direcciones en manos de designados de la dictadura militar.

Claramente las reformas propuestas por El Concilio Vaticano II en cuanto a lo litúrgico colaboró a acercar a los jóvenes que se encantaron con tener mayores libertades y responsabilidades para con su espiritualidad y vida interior, encontrando también a otros pares que estaban en la misma dinámica asumiendo lineamientos que desde las primeras comunidades del cristianismo eran de la vida cotidiana, pero que los hombres fueron modificando a su antojo en el tiempo, transformando una iglesia de todos para algunos con centros de poder y ambiciones fuera del evangelio.

Sin embargo, todo este arduo trabajo de esperanza y fe, también se vio manchado por penosas decisiones. Era un lugar donde asistía una gran cantidad de jóvenes todas las semanas, puedo dar fe de ello, ya que fui parte del coro que cantaba todos los domingos a las 20:00 horas, en la misa de los jóvenes. Hubo un sacerdote en particular Gerardo Joannon, sscc, que se prestó para cometer el robo de niños recién nacidos de madres solteras de la alta sociedad de Santiago, familias que se avergonzaban de traer al mundo niños fuera del matrimonio, costumbre de muy antigua data, que eran declarados muertos al nacer y dados en adopción por medio de una colusión entre el cura, los padres de la embarazada y la clínica ginecológica en que se hacía los nacimientos, falsificando documentación legal para darlos por muertos, causando un dolor tremendo a esas madres jóvenes que confiaban en la figura del cura, arruinando todo el maravilloso trabajo que se ejerció desde el surgimiento de la Parroquia Universitaria. “Cuando la joven insistía en conservar a su hijo y rechazaba tajantemente la adopción, otro plan entraba en acción. ¡La guagua nacería muerta! Para que ese plan tuviera éxito requería de un elemento clave: un compromiso de riguroso silencio de todos los que estaban al tanto de la verdad. Y así se hizo”[18]. Formas de actuar que no tienen cabida en los fundamentos de la Iglesia y menos en una persona que ostentaba de credibilidad moral, ejerciendo inclusos responsos por niños muertos en papel para calmar el alma de madres despojadas por un sistema perverso de ocultamiento social.

A modo de conclusión

La realidad que estaba pasando Chile desde la década de la promulgación de los textos del Concilio Vaticano II, eran de gran movimiento de ideas políticas que habían logrado comenzar a radicalizarse, perdiendo espacios de diálogo directo y de consensos. Los grupos de poder comenzaban a marcarse con mayor propiedad y la curia de la Iglesia Católica en la figura de mons. Raúl Silva Henríquez, también marcaba una impronta que impregnó el hacer. Claro queda que las modificaciones al ritual católico se aplicaron en su totalidad, la incorporación de otros instrumentos musicales en los espacios litúrgicos marcó un antes y un después, acercándose a las personas y potenciando con ello la participación de la comunidad. El templo se modificó en su altar a los feligreses, quienes ahora podían observar con mayor propiedad los signos de la consagración de la eucaristía y a pesar de que ya se había implementado en varios lugares del país, era oficial la utilización de la lengua propia de cada lugar para escuchar la misa.

Pero una de las acciones que realmente encarnaron el llamado fue focalizar el trabajo en las comunidades universitarias, en la formación de los futuros líderes. Sin lugar a duda, colaboró en esta tarea el que el país viviera en una dictadura, ya que los preceptos del catolicismo bajo otra circunstancia no sabremos con tanta seguridad que se hubieran defendido con tan fuerte ahínco.

Estos espacios fueron vigilados por los sistemas de represión, varias de las personas que se destacaron como líderes natos, también fueron perseguidos, pero la convicción del bien hacer sobrepasó incluso el darse por el otro para encontrar los caminos de libertad y respeto por los derechos humanos. Sin embargo, Vaticano II pasó a ser un documento más que se guarda en los anaqueles para recordar el encuentro, ya que de los textos conciliares los ideales expresados en ellos con respecto a las tareas del laicado, no tuvieron mayor fruto, no por falta de voluntad de los mismos seglares, sino porque muchos sacerdotes mantuvieron su forma de hacer las cosas, que en muchos casos más que acercarles terminaban por correrlos por no cumplir o hacer lo que el religioso quería. 

Al hacer una lectura más profunda, lamentablemente se mantiene la figura excesivamente paternalista del cura por sobre el resto, expresándose sobre el laicado como verdaderas ovejitas incapaces de tomar decisiones por sí mismos. El tema económico no fue distinto, sin desmerecer las necesidades reales para la mantención de los curas y templos, además de las obras que desarrollan, pero en la misma manera, la priorización de algunos que mancharon, y lo siguen haciendo con la priorización del uso de los recursos de la Iglesia para sí mismos, sobrepasando las necesidades básicas y dignas. Como lo expresé con antelación, olvidando también a sus propios hermanos que vivían en condiciones miserables, sin siquiera demostrar un poco de vergüenza o compañerismo con ellos. 

Creo que el espíritu que se instaló en las parroquias universitarias en cuanto a la jurisdicción espiritual debió ser el mayor logro, que, si hubiese sido replicado a todos los espacios eclesiásticos, respondiendo al signo del tiempo, habría sido un éxito rotundo, demostrando una lectura y disposición real a un siglo en el cual la persona humana debía recuperar su sitial por sobre los adelantos científicos de destrucción, los sistemas económicos abusivos, el individualismo y la predominante posición de eclesiásticos reticentes al cambio para no perder privilegios. Se habría ahorrado en la construcción de edificios eclesiásticos innecesarios que hoy existen vacíos de feligreses, pero llenos de lujos superfluos y las personas en una cercanía real, cercana y horizontal con la estructura eclesiástica. Así mismo, se podría haber evitado la ejecución de abusos de toda índole que eclesiásticos ejercieron sobre feligreses para su satisfacción personal, dañando las almas que son imagen de Dios. 

De haber pervivido esta jurisdicción espiritual con un trabajo constante y enriquecedor, la iglesia sin lugar a duda habría podido sobrellevar estos años de pandemia con una fe madura y en constante fortalecimiento. Por lo que a mi parecer el llamado del Concilio solo redundó en un diario vivir no aceptado por muchos de los mismos religiosos.

Referências

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CASTILLO, María José. El rol de los laicos en una iglesia en cambio post Vaticano II: Movimientos Laicales. En SANCHEZ, Marcial (Dir.). Historia de la Iglesia en Chile. Santiago: Editorial Universitaria, Tomo 5, 2017.

CASTILLO, María José y WILHEM, Reiner. La mantención de la Iglesia después de su separación. En SANCHEZ, Marcial (Dir.). Historia de la Iglesia en Chile. Santiago: Editorial Universitaria, Tomo 4, 2014.

COWLEY, Percival. Una luz entre las sombras. CED, 2000.

DUSSEL, E. Historia de la Iglesia en América Latina: medio milenio de coloniaje y liberación (1492-1992). Madrid: Mundo Negro-Esquila Misional, 1992.

Documentos

Concilio Vaticano II. Bogotá: San Pablo, 1997. 

Boletín informativo arquidiocesano. Santiago; Arzobispado de Santiago, n°6, octubre 1964. 

Boletín Informativo Arquidiocesano. Santiago; Arzobispado de Santiago, n°21, octubre de 1966.

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Juan Pablo II. Repertorio: Christifidelis Laici. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles-laici.html 

Páginas WEB

https://latin-dictionary.net/definition/25193/laicus-laica-laicum

http://www.iglesia.cl/detalle_noticia.php?id=30610

www.ine.cl

https://www.ciperchile.cl/2014/04/11/los-ninos-dados-por-muertos-que-el-cura-gerardo-joannon-entrego-para-adopcion/

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Notas 

[1] Definición extraída de https://latin-dictionary.net/definition/25193/laicus-laica-laicum Sitio Web visitado en marzo 2021.

[2] Juan Pablo II. Repertorio: Christifidelis Laici, p. 517. EN https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles-laici.html Sirio Web visitado en marzo 2021.

[3] Boletín informativo arquidiocesano, Arzobispado de Santiago de Chile, n°6, octubre 1964, p. 2.

[4] Concilio Vaticano II. Bogotá: San Pablo, 1997. P. 389.

[5] Concilio Vaticano II. Bogotá: San Pablo, 1997. P. 383.

[6] www.ine.cl Página Web del Instituto Nacional de Estadísticas que tiene todos los censos poblacionales que ha realizado el país, desde el siglo XIX.

[7] Conversación realizada con Mon. Santiago Silva en el marco del aniversario del Seminario Pontificio de Santiago año 2018.

[8] Iglesia de Santiago, Suplemento n°23, marzo 1967, p. 1.

[9] Iglesia de Santiago, Suplemento n°23, marzo 1967, p. 1.

[10] CASTILLO, María José “El rol de los laicos en una iglesia en cambio post Vaticano II: Movimientos Laicales. En SANCHEZ, Marcial (Dir.). Historia de la Iglesia en Chile. Santiago: Editorial Universitaria, Tomo 5, 2017, p. 456.

[11] Boletín Informativo Arquidiocesano, n°21, octubre de 1966, p. 6.

[12] http://www.iglesia.cl/detalle_noticia.php?id=30610 Página WEB visitada en febrero de 2021.

[13] Producto de la Pandemia de Covid 19, no fue posible acceder a publicaciones de gran relevancia para destacar el papel de esta parroquia en el qué hacer local y especialmente universitario. Lo más importante de destacar es que es una parroquia que aún sigue ejerciendo en su labor universitaria, para la fecha de la publicación de esta investigación.

[14] COWLEY, Percival. Una luz entre las sombras. CED, 2000, p. 16.

[15] Ob. Cit., p. 34.

[16] Ob. Cit., p. 40.

[17] Ob. Cit., p. 45.

[18] https://www.ciperchile.cl/2014/04/11/los-ninos-dados-por-muertos-que-el-cura-gerardo-joannon-entrego-para-adopcion/ Página WEB visitada en marzo de 2021.