LA PAZ EN EL CORAZÓN DEL CONFLICTO. UNA RELECTURA DE JN 20,19-21.

PAZ NO CORAÇÃO DO CONFLITO. LEITURA DE JO 20,19-21.

Mary Betty Rodríguez Moreno

Doutora em Teologia pela Pontifícia Universidade Javeriana de Bogotá (PUJ- COL). Professora no Departamento de Teologia na Pontificia Universidad Javeriana (PUJ- COL). Contato: mary.rodriguez@javeriana.edu.co


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Resumen: El siguiente artículo, pretende ubicar contextualmente las palabras de Jesús en Jn 20,19-21, en el contexto de conflicto que se desarrolla a lo largo del Evangelio entre Jesús y sus adversarios. Asimismo, subrayar que hay un recurso a la memoria, un acercamiento al conflicto, a la paz que Jesús ofrece y los signos de la paz que presenta el evangelista. Lo anterior, con el ánimo de destacar la necesidad de releer la paz para la realidad actual, según el Evangelio, que le apuesta a la inclusión y al valor de la diversidad.

Palabras clave: comunidad, memoria, conflicto, cruz, paz

Abstract: The following article aims to contextually locate the words of Jesus in Jn 20, 19-21, in the context of the conflict that develops throughout the Gospel between Jesus and his adversaries. Likewise, to emphasize that there is a resource to memory, an approach to the conflict, to the peace that Jesus offers and the signs of peace that the evangelist presents. The foregoing, with the aim of highlighting the need to reread peace for the current reality, according to the Gospel, which bets on inclusion and the value of diversity.

Keywords: community, memory, conflict, cross, peace

Introducción

Este artículo no pretende abordar de entrada el tema de la paz según el Evangelio de Juan, ni pretende elaborar un concepto al respecto. En su lugar, se quiere en principio señalar el escenario de lectura contextualizando en qué circunstancias y condiciones de Jesús y la comunidad se proyecta la paz en Jn 20, 19-21. Se trata de realizar un acercamiento a la paz que da Dios en Jesús, sin desconocer el conflicto, puesto que la paz se gesta en medio de este. Asimismo, el camino que se entreteje en la comunidad está arraigado en un grupo de hombres y mujeres confrontados con un proyecto de vida que genera desesperanza. No obstante, en el reconocimiento de Jesús en medio de ellos, la comunidad arrostra el conflicto, como Jesús y al mismo tiempo la tarea de resignificar la paz y la fe en medio de un contexto de crisis. Es un volver a construir, sin dejar de deconstruir, cuestionar y confrontar paradigmas de vida que se oponen a la paz para todas/os, que se resiste al odio en el corazón, causado por una realidad social en conflicto por la injusticia vivida y donde el creer en Jesús se convierte en fuerza para impulsar a luchar por la vida, por la paz. Por tanto, en principio se plantea el contexto literario de la paz y posteriormente se desarrolla el marco que dio pie a que el Cuarto Evangelio eligiera solo unos lugares para mostrar a qué tipo de paz se quiere referir.

En el Cuarto Evangelio se encuentra solo seis (6) veces la palabra paz (εἰρήνη), en el llamado libro de la Gloria. La referencia a la paz se ubica en tres momentos conflictivos para los discípulos: 1- en el discurso de despedida en el que ellos no comprenden las palabras de Jesús. Allí, dos veces el Evangelista presenta el legado de Jesús a sus seguidores. Más aún se refuerza con el verbo (δίδωμ/dar, entregar), enfatizando que ellos son los destinatarios de la paz de Jesús (Cfr. Jn 14,27). 2- en el mismo contexto de despedida, pero con referencia al Espíritu, que los acompañara en la tribulación, en la persecución; de ahí que sea tan importante que los discípulos comprendan, recuerden y tengan presente que Jesús venció al mundo, pues están en medio del conflicto, muy cerca de la persecución por parte de los judíos. La paz aquí tiene un énfasis en que es de Jesús “… que tenga paz en mí” (Jn 16,33). En otras palabras que no busquen la paz en otra parte.  3- En los relatos de la resurrección, constatando que los discípulos están escondidos por miedo (Cfr. Jn 20,19-21). Es evidente que los discípulos no comprendieron y no les fue fácil entender y asimilar las palabras de Jesús en Jn 14,27 y 16,33. El miedo se ha apoderado de ellos, razón por la cual Jesús les da la paz (Jn 20-21). El Evangelio, entonces subraya la relevancia de la paz, sobre todo porque Jesús ha venido realizando una propuesta alternativa de vida y no ha sido comprendida, es más, ha provocado en sus adversarios el deseo de matarlo y en sus discípulos de dejarlo. Por esta razón, la paz en el Evangelio se ubica en el corazón del conflicto, puesto que Jesús está siendo perseguido: uno de sus discípulos lo entregará (Cfr. Jn13,21) y los demás no comprendieron su manera de obrar, por lo cual finalmente terminarán dejándolo solo (Cfr. Jn 18,1-9). Así, a nivel literario se puede establecer una secuencia narrativa entre: Jn 14,27; 16,33 y Jn 20,19-21, puesto que los dos primeros pasajes expresan las razones del conflicto, desarrollado a lo largo del Evangelio, y el tercero la actitud de los discípulos ante el conflicto. Lo anterior se puede ilustrar de la siguiente manera:

Jn 14,27

Jn 16,33

Jn 20, 19-21

27  Εἰρήνην ἀφίημι ὑμῖν, εἰρήνην τὴν ἐμὴν δίδωμι ὑμῖν· οὐ καθὼς ὁ κόσμος δίδωσιν ἐγὼ δίδωμι ὑμῖν. μὴ ταρασσέσθω ὑμῶν ἡ καρδία μηδὲ δειλιάτω. 

33  Ταῦτα λελάληκα ὑμῖν ἵνα ἐν ἐμοὶ εἰρήνην ἔχητε. ἐν τῷ κόσμῳ θλῖψιν ἔχετε· ἀλλὰ θαρσεῖτε, ἐγὼ νενίκηκα τὸν κόσμον. 

 Οὔσης οὖν ὀψίας τῇ ἡμέρᾳ ἐκείνῃ τῇ μιᾷ σαββάτων καὶ τῶν θυρῶν κεκλεισμένων ὅπου ἦσαν οἱ μαθηταὶ διὰ τὸν φόβον τῶν Ἰουδαίων, ἦλθεν ὁ Ἰησοῦς καὶ ἔστη εἰς τὸ μέσον καὶ λέγει αὐτοῖς· εἰρήνη ὑμῖν.

 20  καὶ τοῦτο εἰπὼν ἔδειξεν τὰς χεῖρας καὶ τὴν πλευρὰν αὐτοῖς. ἐχάρησαν οὖν οἱ μαθηταὶ ἰδόντες τὸν κύριον.

 21  εἶπεν οὖν αὐτοῖς [ὁ Ἰησοῦς] πάλιν· εἰρήνη ὑμῖν· καθὼς ἀπέσταλκέν με ὁ πατήρ, κἀγὼ πέμπω ὑμᾶς.

Les dejo la paz, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde.

Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación, pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: la paz con ustedes. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.

Jesús les dijo otra vez: la paz con ustedes. Como el Padre me envío, yo también los envío.

Específicamente:

Jn 14,27

Εἰρήνην ἀφίημι ὑμῖν, εἰρήνην τὴν

Les dejo la paz, mi paz les doy

Jn 16,33

Ταῦτα λελάληκα ὑμῖν ἵνα ἐν ἐμοὶ εἰρήνην ἔχητε.

Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. 

Jn 20,19

Jn 20,21

λέγει αὐτοῖς· εἰρήνη ὑμῖν.

εἶπεν οὖν αὐτοῖς [ὁ Ἰησοῦς] πάλιν· εἰρήνη ὑμῖν·

les dijo: la paz con ustedes.

Jesús les dijo otra vez: la paz con ustedes.

Aquí se observa que el Evangelista va gradualmente en la narración afianzando la forma como Jesús deja la paz a sus discípulos y qué tipo de paz les deja. Para comprender este proceso en la narración, se pondrá en contexto la razón progresiva de esta paz, que se desprende de la presentación del cuadro anterior. El ambiente en el que se comprende la paz surge de: 1- la comunidad Joánica, 2- la memoria que hace la comunidad de su experiencia con Jesús, 3- el conflicto, 4- la paz que ofrece Jesús, 5- los signos de la paz. En ese desarrollo, se puede entender el sentido y la propuesta de paz de Jesús en el Evangelio de Juan.

La comunidad Joánica

El Evangelio de Juan refleja la diversidad de grupos y personas, procedentes de las distintas etnias que conformaban el Imperio: 

Es una comunidad que emerge de un movimiento agrario de protesta; que rechaza el establishment de la familia, de la institución religiosa, de la economía, y que incluye grupos que están al margen de la sociedad. La comunidad se organiza de manera voluntaria, pero exigía un compromiso radical y total de sus miembros basado en el mandamiento del amor “les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 13,34), cuya práctica será condición para que “en esto conocerán que sois mis discípulos” (Jn 13,35). (MENA LÓPEZ, 2014, 3). Aun cuando los judíos estaban inmersos en el ambiente grecorromano, se hace la distinción por la línea de pensamiento semita arraigada en los primeros seguidores de Jesús, cuyo origen se encontraba en esa tradición. Seguramente, al ser un nuevo proyecto de vida en el Imperio, una de las primeras cosas que debió justificar la nueva comunidad ante el sistema, fue su origen ¿cómo surgió? ¿cuáles son sus fundamentos y quiénes están detrás de ese proyecto? En todo caso, generalmente esas y otras preguntas se van suscitando ante una propuesta de vida que modifica las verdades absolutas e inamovibles de los sistemas de poder. Según el punto de vista de esta trabajo, son las preguntas de Jesús las que paradójicamente se convierten en la respuesta a los interrogantes planteados desde el statu quo

En esa línea, la formación de la comunidad Senén Vidal y otros autores (BROWN, 1987, p. 27-57. ANDERSON, 2014, p. 48-51) la ubican en los orígenes de los discípulos de Jesús en la zona de Judea, donde creció en principio la comunidad. Alrededor de Jerusalén (5,2-9; 9,1-7), en Betania (11,1-44), Efraín (11,54) (VIDAL, 2013, p. 38). Betania en Transjordania (1,28), Ainón, cerca de Salim en Cisjordania (3,23.26), en Samaria en la ciudad de Sicar (4,5-41). En Galilea (7,3-10): Caná (2,1-11), Cafarnaúm (2,12;4,46-54), cerca del lago (6,1-21) y Betsaida 1,44 (VIDAL, 1997, p. 43).  Posterior al año 70 d.c. hay una apertura de la comunidad Joánica al mundo grecorromano, el contacto con personas de otros lugares del Imperio necesariamente hace que los cristianos Joánicos modifiquen la forma de ver a los otros. Hay una transformación en la comunidad, en cuanto a su manera de relacionarse, de celebrar y de pensar, puesto que la diversidad de grupos se deja entrever en los pasajes del Evangelio tanto a judíos como a no judíos, por ejemplo, en Jn 2 y 6 (KOBEL, 2019, p. 215-250). El cristianismo Joánico reconoce desde el interior el cambio que se genera en ellos a raíz de la diversidad étnica, cultural y epistemológica, presente en la comunidad. Este hecho hace que se situé en su nueva realidad con firmeza y esperanza, dando vida a otros horizontes de sentido, a otras lecturas de la realidad y relecturas de las Escrituras, renovadas por la alegría de ver al Señor (Cfr. Jn 20,20b) en medio de una comunidad diversa y contracultural. El aporte idóneo del contexto sociocultural del mundo grecorromano es el que permite contrastar el giro étnico, cultural y religioso que se encuentra en el Evangelio y muestra su novedad y apertura a otros mundos posibles. La comunidad, a partir de su experiencia interna de Jesucristo no legitima la estructura del Imperio que va en detrimento de la vida misma. Es evidente que, en pasajes como el lavatorio de los pies, muestra la no perpetuación de la desigualdad en la organización y deconstruye el único modelo que presenta el Imperio como garantía del supuesto orden y resguardo de la tradición recibida (Cfr. 13,1-20). la experiencia histórica y espiritual en Jesucristo, que tuvo la comunidad Joánica trascendió los límites de Palestina y del judaísmo. Llegó a varios lugares del Imperio, en renovadas estructuras sociales y lingüísticas, condicionadas por el momento histórico. Un pasaje que refleja la inserción cultural y social del mensaje de Cristo en aquel contexto es la inscripción de la cruz (Jn 19,20) (GL ARBIOL, 2013, p.207). Allí aparecen reflejadas tres formas de pensar, tres cosmovisiones expresadas lingüísticamente en: hebrero, griego y latín (SHEPPARD, 2016, p. 127. ABREU, 2023). En este punto no solo fueron asuntos de estructuras sintácticas o morfológicas sino estructuras mentales, culturales y sociales.

La memoria

Por lo anterior, un recurso fundamental en la comunidad Joánica fue la memoria, específicamente la memoria colectiva para la formación de la identidad social de la comunidad. Los aportes de la sociología conceden el reconocimiento de la labor de la comunidad, que cultivó los recuerdos sobre Jesús, comunes entre ellos (MIQUEL, 2011, p. 261). La memoria colectiva, cuya fuente, ciertamente estuvo en el seguimiento de Jesús y en el testimonio de sus discípulos, se elaboró y transmitió por medio de la interacción de los miembros de la comunidad, comunicando el conjunto de las representaciones del pasado (UNZURRUNZAGA, 2010, p. 87). De esta forma, constituye el vínculo histórico-salvífico entre Jesús y los que creerán en él, y las palabras de quienes dieron testimonio (HONG, 2005, p. 125). Hacer memoria “es una labor con hondas implicaciones socio-políticas, que cumple una función decisiva en la vida del grupo o de la sociedad en la que este vive, puesto que, en gran medida, decide su identidad, su posición y su acción en el presente y en el futuro” (BERNABÉ UBIETA, 2020, p. 67).   En el contexto de la comunidad Joánica esta memoria buscaba incidir en los esquemas de interpretación -sobre Dios, el ser humano, la religión y la cultura- en los que estaban inmersos tanto los judíos como los grecorromanos, pues en verdad esperaban reformas primordiales en aquellos contextos que generaban conflictos dentro y fuera de la comunidad. De este modo, la comunidad legitimaba la reforma epistemológica y proponía un nuevo patrón de vida a nivel de costumbres sociales, tradiciones culturales, políticas y religiosas; en un Imperio que utilizaba la religión para mantener el orden, entre los seres humanos y la divinidad. Aquella trilogía romana de Virtus, pietas, fides (disciplina, respeto y fidelidad), que estaba en función de todos los aspectos de la vida en el Imperio, específicamente de las élites, era remplazada en la comunidad por una sola, de cara a Dios y a la humanidad: el amor (Jn 15,9-10). En la memoria, se retoman los hechos fundantes, como inspiración y sentido de la praxis socio-histórica (CROATTO, p. 63-64. CARTER, 2008, p. 94-97).  

Por consiguiente, la memoria, realiza dos cosas importantes: 1- unir el pasado de Jesús (1,1) su lugar junto a Dios y su experiencia histórica y 2- aclarar a la comunidad Joánica los hechos de su presente de cara a Jesús. Quién es él para la comunidad, qué buscan quienes se acercan a él, pero sobre todo precisar cuál era la razón de su búsqueda, en medio de un Imperio que privilegiaba la vida para unos pocos y adoctrinaba a las mayorías. Así para los lectores del Evangelio, acercarse al texto, significa ir a la memoria y tradición de la comunidad Joánica a partir de cada uno de sus relatos, como un referente de vida, para también leer el presente y hacer opción, como la comunidad Joánica, por quien Dios en Jesucristo, hizo opción (WILLIAMS, 2015, p. 190-192). En efecto, para los seguidores de Jesús esa forma de recordar, de hacer memoria, despierta la fe: creyeron en la Escritura y en la palabra que había dicho Jesús (Jn 2,22b), pues para la comunidad, la vida de Jesús no se expone como un acontecimiento lejano. No se refería a un recuerdo neutro que dejaba los acontecimientos en el pasado, era una memoria muy significativa para el presente de la comunidad (GUIJARRO OPORTO, 2013, p. 21).  Por otra parte, es fundamental destacar que la memoria de la experiencia con Jesús no solo era de carácter cognitivo, también fue afectivo y espiritual, hasta tal punto que el cristianismo Joánico logró integrar esas realidades y vislumbrar su pasado fundante como fuente de vida.  Este proceso le ayudó a superar las dificultades, encontrar alternativas a estas y abrir nuevos caminos con creatividad y esperanza (BERNABÉ UBIETA, 2020, p. 68). De modo que releer las Escrituras e interpretar el pasado fundante del cristianismo Joánico fue también un camino de enseñanza-aprendizaje, pues para que se produzcan los cambios en las comunidades, generalmente es favorable un ambiente y una propuesta pedagógica. La comunidad Joánica -quien testifica en el Evangelio que fue guiada en ese hacer memoria por el Paráclito (14,26; 16,4.13)- iba profundizando en el significado de algunos sucesos del pasado, releídos a la luz de las Escrituras y del presente en su nuevo contexto y destinatarios.  “El evento ¡Jesús de Nazaret! es releído constantemente a la luz del Espíritu que hace avanzar a la comunidad, pues la interpela y cuestiona en la realidad histórica en que se encuentra inserta y así la obliga a actualizar su mensaje.” (RUBEAUX, 1996, p. 60).

El conflicto

En el Cuarto Evangelio, con el cambio que propone Jesús en cuanto a la novedad de Dios en él, se puede identificar el conflicto que se suscitó, hasta el punto de buscarlo para matarlo (Cfr. 5,18).  De hecho, algunos pasajes del Evangelio se construyen como un proceso en contra de Jesús (GRASSO, 2008, p. 376). El evangelista presenta diez citas en las que se busca a Jesús con la intención de matarlo: 5,18; 7,1.11.19.20.25; 8,37.40; 11,8.56 y dos más, en donde lo buscan para arrestarlo 7,30; 10,39. Este buscar a Jesús revela la fuerte hostilidad de los judíos, que son incapaces de reconocerlo como enviado de Dios, pues Jesús no correspondía con la idea, imagen, paradigma de Mesías que ellos tenían y habían interpretado. Ahora bien, según el Evangelio, si los judíos realmente creían en Dios tendrían que haberlo reconocido en Jesús como el único enviado y por las obras que realizó (Cfr. 5,19-47); no lo hicieron, porque ellos buscan (ζητεῖτε) su propia gloria (δόξα): honor, prestigio, reconocimiento, fama, etc.( MOLONEY, 2005, p. 207. BROWN, 1999, 483. MIQUEL PERICAS, 2011, p. 136-140). Esto les hizo olvidar que la gloria de Dios según la Ley se da en los hechos de salvación y liberación (salida de Egipto y su regreso de Babilonia), en el amor y la misericordia que Dios ha tenido con ellos (RIVAS, 2014, p.172).  En esa línea, se presenta la objeción, el cuestionamiento de Jesús a los judíos: ¿por qué no buscan la gloria de Dios? (Jn 5,44). Por esa razón Jesús precisa qué es en verdad buscar la gloria de Dios, en coherencia con su voluntad; afirmando cómo se manifiesta la gloria divina, que no se corresponde con la gloria buscada por el ser humano.  El Cuarto Evangelio, subraya cómo el conflicto se origina porque Jesús confronta a quienes lo buscan por diversos motivos, especialmente quienes cuestionan sus obras al no corresponderse con lo establecido; es también un cuestionamiento a los oyentes/lectores del Evangelio. 

Ciertamente, el conflicto que genera las palabras y obras de Jesús en el capítulo 18, lleva a la confrontación de sus adversarios e implícitamente a sus discípulos. El capítulo 18 recoge los diversos grupos que buscaban a Jesús, quienes se aparecen en medio de la noche, al otro lado del torrente Cedrón, para arrestarlo (Cfr.18,1). Con antorchas, faroles y armas, llegan, cargados de violencia, los representantes del poder religioso judío, del poder político-militar romano y Judas, uno de sus discípulos (Cfr.18,3). “Todo el grupo viene con «armas». La única arma de Jesús será el poder de su palabra” (BEUTLER, 2016, p. 423). El evangelista en el capítulo 18, quiere exaltar este aspecto de la vida y esa actitud de paz, que confronta pero no violenta, pues es la opción de Dios en Jesucristo para todos, especialmente para los más empobrecidos por el sistema. Juan Mateos y Juan Barreto, describen cómo el relato de la muerte de Jesús comienza en un huerto (Cfr. 18,1) y termina en un huerto (19,41), lugar que simboliza el crecimiento de la vida en medio de la represión y la muerte (1982, p. 739). Por consiguiente, en continuidad con lo anterior, en 20,15 el encuentro de Jesús Resucitado con María Magdalena se dará en el huerto, que ya no será un lugar de muerte sino de vida. Por tanto, en ese ambiente de persecución, pero también de autodeterminación de Jesús -quien ya sabía lo que le iba a suceder- toma la iniciativa, se adelanta y pregunta a sus adversarios: ¿a quién buscan? (Τίνα ζητεῖτε;) (Cfr.18,4). De esta manera el evangelista subraya que Jesús, ejerce el dominio de la situación. Él con esta pregunta cuestiona las fuerzas poderosas del sistema que se reunieron en su contra y por supuesto de su proyecto de vida. No obstante, esta pregunta que aparece dos veces (Cfr. 18,4.7) y una tercera como afirmación (Cfr. 18,8), refuerza el control que Jesús tiene de los acontecimientos y lo hace por vía de la paz. Este hecho es excepcional porque la pregunta de Jesús a quienes van a buscarlo no es una pregunta simple o sencilla; en el fondo es una pregunta se plantea en dos líneas: 1- a partir de la respuesta de quienes van a buscarlo y 2- quién es en realidad Jesús. ¿Cómo se puede apreciar lo anterior en el relato?  

1- La respuesta de quienes lo buscan: “a Jesús el Nazareno” (Cfr.18,5), básicamente da cuenta del desconocimiento que tienen de quién es Jesús. La reacción deja ver el no reconocimiento de la humanidad de Jesús que integra la divinidad, pues él no respondió a las expectativas de los judíos y discípulos, porque ellos tenían ya una precompresión de quién y cómo debía ser el enviado de Dios. Sin embargo, al revelar quién es él, el autor subraya la reacción de quienes lo estaban buscando: «retrocedieron y cayeron en tierra» (Cfr.18,6b).  

2- La respuesta de Jesús enfatiza que no están buscando a un hombre, simplemente; el evangelista lo deja claro en las palabras de Jesús (Cfr. 18,6). Entonces, el relato acentúa cómo quienes lo buscan para condenarlo han sido incapaces de aceptar al enviado de Dios, al Hijo de Dios y por ello, se quedan en el plano de lo humano. Un hombre que los ha cuestionado y ha puesto en evidencia el no cumplimiento de la voluntad de Dios y la no búsqueda de la gloria divina, de la paz; hay una total negación de la presencia de Dios en Jesús. 

Sin embargo, no se queda solo ahí, tanto la pregunta como la respuesta de Jesús, para los oyentes/lectores tiene un impacto diferente ¿qué dicen ellos ante la pregunta? ¿Reconocen la divinidad de Jesús o se han quedado, como quienes lo buscan, en el plano de su humanidad? ¿Reconocen el rostro humano de Dios en la persona de Jesús, en quienes forman la comunidad? El evangelista, describe cómo Jesús es Dios al subrayar el control sobre los hechos; mientras quienes lo buscan para matarlo cayeron en tierra, él permaneció de pie (ESTES, 2012, p. 91). 

En consecuencia, brevemente se puede ver cómo el Cuarto Evangelio no desconoce los conflictos que suscitó, tanto para la comunidad como para los de fuera de ella, la deconstrucción y cambio que Jesús gestó en medio de ellos. Jesús se dice es la paz, es el amor, es la vida, por ende, se convierte en el deseo último de la comunidad, del ser humano en general. Él es la paz y la vida para todos, no solo para unos pocos, él movió a la comunidad Joánica a luchar y a trabajar por mejores condiciones de vida. Así, el deseo, el trabajo y la búsqueda de la paz, nace de aquellas situaciones de conflicto que ponen en entredicho la negación y el derecho que tienen las grandes mayorías violentadas por la injusticia, de continuar viviendo. En efecto, el conflicto llevó a Jesús a la muerte, pero esta no fue la última palabra, en él la vida emergió y amenazó aquella tranquilidad que identificaba, con su muerte, que se estaba vencido; aquella paz del sepulcro que silenciaba a quienes con su vida denunciaban la no paz ofrecida por el sistema. Para el Cuarto Evangelio, la muerte solo ocurre en quienes se aceptan vencidos por ella y dejan de luchar, de creer y de sentir el dolor y el sufrimiento de los otros.

En esta línea, en el Evangelio hay tres cosas que subvierte la presencia de Jesús en la comunidad y que se han de aceptar como gestores de paz: 1- la aceptación y el reconocimiento de la diversidad de género, raza, religión y cultura que hay en la comunidad, en el mundo (judíos, griegos, samaritanos, hombres y mujeres). Ese hecho, modifica las verdades absolutas, provoca crisis, conflictos, más aún cuando Jesús con sus preguntas las cuestiona (Cfr. Jn 10,31-32). De hecho, en el Cuarto Evangelio hay una apuesta por una comunidad heterogénea, que se forma de mujeres y hombres de distintas procedencias y esto la hace contracultural, pero a la vez perturbadora ante el sistema. 2- la memoria colectiva (de la comunidad) sobre la experiencia de vida con y en Jesús, gestor de paz por medio de las preguntas. Estas solo pretendían incidir en aquellos esquemas de pensamiento sobre Dios, el ser humano, la religión y la cultura que estaban en contra de vida, de la paz, más aún que legitimaban la violencia y el sacrificio de los más frágiles del sistema (Cfr. Jn 16,1-2). 3- El conflicto, fundado en la hostilidad de quienes se opusieron al proyecto de vida de Jesús, un proyecto cimentado en el amor y en la paz.  Por medio del cuestionamiento, de las preguntas que él planteó a sus opositores e incluso a quienes lo seguían, se propició el rechazo a su propuesta (Cfr. Jn 6,60-66). El culmen del conflicto que provocó Jesús trajo consigo la unión de los poderes del mundo para matarlo, tal como lo describe el Evangelio en el capítulo 18 (Cfr. Jn 18,1-7).

La paz que ofrece Jesús Jn 20, 19-21

El Evangelio de Juan, habla de la paz en un contexto de conflicto, como se ha subrayado, a tal punto que junto a la cruz de Jesús solo se encuentran la madre, la hermana de ella, María, mujer de Cleopás, María Magdalena y el discípulo amado (Cfr. Jn 19,25-27), sus otros discípulos han desaparecido. En efecto, ya en 14,27 y 16,33 Jesús había hecho énfasis en que les dejaba la paz y lo hizo en un contexto de despedida, pero en situación de conflicto. Claramente, en esa coyuntura, la paz no es como la del mundo (Cfr. 14,27), de ahí que Jesús les anuncie que lo abandonaran (Cfr. 16,32), pues la paz que él le da a los discípulos no está mediada por la violencia o la represión. Por ello, la paz no puede ser como la del mundo, tampoco es una paz que silencie o evada el conflicto (la cruz), es una paz que confronta las acciones adversas a la vida, la negación del bien de las mayorías. En consecuencia, los exhorta a tener paz en él, pues del mundo tendrán tribulación, pero han de recordar que Jesús venció al mundo (Cfr. 16,33). No obstante, en 20,19-21, en la descripción detallada que hace el evangelista de la presencia de Jesús Resucitado en medio de los discípulos, resalta que las puertas estaban cerradas, porque ellos tenían miedo a los judíos. Es decir, que los discípulos aún no habían comprendido el sentido de las palabras de Jesús en 14,27 y 16,33, más aún, no habían creído en estas. Es inequívoca la tensión que aún vivían los discípulos por la muerte en cruz de Jesús, por esta razón “la paz a ustedes”, tiene unas implicaciones más profundas del saludo con buenos deseos; se trata de restaurar y afirmar la certeza de que en la cruz Jesús venció al mundo (TRAGAN y PERRONI, 2019, p.   245). 

Es un impulso de esperanza y creatividad para la comunidad, pues la paz que Jesús ofrece viene de una experiencia de muerte sin quedarse ahí, ya que abre nuevas posibilidades a quienes persisten e insisten en buscar otras alternativas de vida, conceptos sobre Dios, el mundo y el ser humano. Las señales de la cruz (manos y costado), deconstruyen aquellas ideas y categorías sobre Jesús y Dios en cuanto a su presencia en la comunidad y entrelazan el conflicto y el sentido de la fe para los discípulos que están con miedo. La paz que el Resucitado les da, genera vida, capacidad de seguir luchando en medio de los conflictos, fortalecidos por una comunidad libre, con facultad para desvanecer el miedo y llevar la paz de quien ha vencido al mundo en una cruz, pues la presencia del Resucitado enfoca la mirada para legitimar otros lugares, otros espacios, otras maneras de tener paz. En efecto, Jesús en el Cuarto Evangelio, no evade el conflicto, lo afronta; aún más, confronta a quienes legitimaban realidades de desigualdad y desequilibrio para las mayorías, evidenciando que estos en el fondo no buscaban la paz, sino sus propios intereses (Cfr. Jn 7, 1.25-30; 8,59).

Los signos de paz

Al ubicar la comunidad Joánica en el siglo I, bajo el dominio romano, es innegable su limitada pero eficaz incidencia a través del proyecto de vida de Jesús, que de todas formas encuentra oposiciones y controversias. Estas son presentadas reiteradamente por el evangelista de cara a la respuesta con fidelidad y convencimiento que han de dar quienes unidos a Jesús inician su camino. Son controversias que para la comunidad han de suscitar apertura a todos los seres humanos, por cuanto establece otros nexos, cuestiona y al mismo tiempo acoge y cree en otro mundo posible. En Jesús, la comunidad ha de obrar como él, cuya respuesta ante las adversidades no podía ser la violencia o el silenciamiento de quienes se presentaban como sus adversarios. En ese motivo, el planteamiento del Cuarto Evangelio, no se limita a un grupo de hombres y mujeres del Imperio. Todo lo contrario, al formular literariamente el sentido de la paz (Jn 20,19-21), se reitera que están intrínsecamente unidos a un proyecto de vida más humano, abierto e incluyente; opuesto al que estaban viviendo en el mundo grecorromano, en un Imperio que daba la paz por medio de la espada. Para el Evangelio es claro que el Imperio sostenía la paz en el poder, la fuerza y la represión, que ofrecía una cierta tranquilidad externa, pero apoyada en la opresión y la violencia. En contraste, Jesús erigía su paz en el servicio y la no violencia (AGUIRRE, 2010, 248). De esta forma, a partir de la exposición narrativa, el evangelista no restringe el mensaje salvador/liberador y de paz de Jesús a una comunidad específica, ya sea por la raza, el género, la etnia o la religión. Para el Cuarto Evangelio la paz que Jesús ofrece es apertura a la humanidad, a todo el que cree en él y por tanto, resignifica las acciones que estaban en contra de la paz, es decir del bienestar de las mayorías. En Jesús está un Dios que obra a favor de la liberación histórica de un pueblo, de la violencia, de la opresión, pero este se ha de concientizar de su situación, de las razones por las cuales, por ejemplo, a de asumir la paz que Jesús ofrece y no la que ofrece el mundo (Cfr. 16, 33. CROATTO, 1978, p. 37-47). En esta línea, los signos de paz aparecen en la cruz de Cristo, como señal máxima y paradójica de la presencia visible de un Dios invisible que trae la paz, no sin cuestionar la perpetuación de la violencia contra los más frágiles del sistema. La cruz de Cristo es la fuerte crítica a una estructura de poder religioso, social y político que busca humillar, reprender y castigar a quienes no conciben su propuesta de vida y de paz, como único posible. Al respecto, Pauline Byrne indica que en la crucifixión quitarle la ropa a Jesús fue una acción que estaba destinada a humillarlo violentamente, a despojarlo de todos los vestigios finales de dignidad, estatus e identidad (2017, p. 101). Pese a todo, en la cruz de Cristo se exaltan la bondad, el amor y la paz de Dios a todos los seres humanos; en una cultura que se sirve y explota a quienes se encuentran en las periferias, en los bordes del sistema-mundo. 

La cruz que visibiliza a los olvidados de la historia reivindica su humanidad y lugar de cara a Dios, el Padre revelado por Jesucristo (Cfr. 17,1-11 y 19,30b). Fue la incomprensión y dificultad para romper el paradigma social y religioso lo que impidió ver a Dios en Jesús y en la cruz, más aún reconocer el sentido de la paz. Sin duda, ya Jesús en el Evangelio había expresado “les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡Ánimo!: yo he vencido al mundo (Jn 16,33). Si bien, había incapacidad en sus adversarios para comprenderlo -También pudo o puede existir en los oyentes/lectores del Evangelio- para entender sus palabras, su mensaje de paz, no por ello el camino fue la espada (Cfr. Jn 18,10-11). Sin embargo, la comunidad Joánica captó el sentido liberador de Dios en Jesucristo a tal punto que, en la memoria reflexionada, madurada y recogida por ella, elevó la experiencia a la categoría de mensaje para la humanidad (CROATTO, 1978, p. 50). La paz, según el Cuarto Evangelio, es el resultado de asumir la diversidad, de servir en este mundo en pro de la vida, de la vida en abundancia (Cfr. Jn 10,10). Por esta razón, tener como punto de partida, a quienes el mundo grecorromano relegaba a un segundo plano, para la comunidad tuvo dos implicaciones. Por un lado, hacer memoria del obrar de Dios en la historia y su opción por la vida (Cfr. Éx 3,7)-9). Por otro, establecer la conexión entre esa memoria y el obrar de Jesús que a lo largo de su ministerio fue evidenciando la falacia de un sistema, que en nombre de Dios y de la paz ejercía la violencia (Cfr. Jn 7,1.25; 8,59; 11,50), generaba miedo, al punto de llevar a los discípulos a estar con las puertas cerradas (Cfr. Jn 20,19). 

Con todo, para la comunidad Joánica, la experiencia histórica con el Resucitado fue el camino, el proyecto de vida alterno al sistema. Un camino al reverso de la historia,  que poco a poco terminó haciendo fisuras en ese mundo que no reconoció a Dios en Jesús.

En consecuencia, el gran problema y valor de estar con Jesús fue la confrontación que él entabló a sus seguidores y detractores. Por medio del cuestionamiento y el reconocimiento de Jesús como dador de paz, una paz que cuestiona, que posibilita habitar en Dios estando con Jesús, más allá de las definiciones o conocimientos que se tengan sobre la divinidad. En la práctica estar con Jesús para la comunidad implicó asumir que son distintos al judaísmo y al mundo grecorromano. Es por la confrontación, personal y comunitaria, de cara a esas dos realidades donde se reveló otra forma de relacionarse e interactuar en el contexto, fue aceptar que la paz conlleva reconocer a Jesús vivo, quien conserva las señales de la muerte (Cfr. Jn 20). “El Mesías resucitado, que ha cumplido su éxodo hacia el Padre, libera a la comunidad del miedo que experimenta en medio de un mundo hostil, y comienza la alegría del tiempo mesiánico” (DE LA TORRE, 2007, p.74). Por lo tanto, hay una alternativa a la paz ofrecida por el Imperio. Ahora bien, en la vía de la paz, a lo largo del Evangelio, se pueden precisar cinco grupos con los cuales Jesús entra en plena controversia que reflejan cómo él discrepa, impugna la forma en que se afirman los fundamentos de la vida y también de la paz, precisando que en el fondo están en contra de estas. Estos grupos se pueden distinguir como: 1- quienes buscan a Jesús para matarlo, arrestarlo o apedrearlo (Jn 5, ,18; 7,1.11.19.20.25; 8,37.40; 11,8.56), 2- quienes buscan la gloria humana y Jesús que busca la gloria divina, (Jn 5,30.44.50), 3- quienes buscan a Jesús por sus signos (Jn 6,24.26), 4- quienes buscarán a Jesús, pero no lo encontrarán (Jn 7,34.36; 8,21), y 5- la búsqueda de sus adversarios (Jn 18, 1-9). El evangelista aquí destaca que Jesús necesariamente provoca una reacción en la gente, no obstante,  se trata de generarla con mayor efectividad en los destinarios (oyentes/lectores) del Evangelio.

Según lo anterior, la hostilidad ante las obras y palabras de Jesús hace que los judíos sean incapaces de admitirlo como enviado de Dios, menos como hacedor de paz, todo lo contrario condujo a estar en constante deseo de buscarlo para matarlo. Justamente, comprender y no ser indiferente o incauto ante un sistema que ha creado instrumentos de dominación y negación de la vida y de la paz para las mayorías, supuso aceptar que la comunidad, en seguimiento a Jesús tenía un compromiso diverso con la vida, de quienes eran violentados por el sistema. De ahí la importancia de identificar, antes de ofrecer la paz, quiénes y por qué son los adversarios.

Es un hecho que el Imperio y el judaísmo habían garantizado, en su estructura, una unidad de vida que avalaba las desigualdades y las fundamentaba en la divinidad. Asimismo, a través de una lengua común, aseguraba un exclusivo camino de encuentro con Dios, un modelo unificado de relaciones y un solo territorio. Por medio de la espada y la exacerbación de la diversidad, pacificaba todo intento de sublevación, de resistencia. Lo anterior fue posible porque Roma había logrado expansión y unidad en su proceso colonizador, transformando la vida de todos, pero especialmente la de los pueblos y territorios más pequeños. Un proyecto de mundo, que, con el lenguaje y la espada, justificaba la estructuración del poder, la religión, la cultura y los valores. Un Imperio que tenía un universo de significaciones, el cual determinaba todo aquello que la gente debía creer, saber y sobre todo hacer. El cristianismo Joánico, mediante los diálogos y controversias de Jesús teje otra comprensión sobre todo aquello que estaba establecido, legitimado e inquebrantable. Pese a los contextos concretos, las condiciones de vida de las mayorías, las carencias (Cfr. 2,1-11; 6,1-14), la enfermedad (Cfr. 4,46-54; 5,1-18; 9,1-8), la discriminación (Cfr. 4,5-30; 7,40-51), la exclusión (Cfr. 9,24-34) e incluso la muerte (Cfr. 11,32-44), los seguidores de Jesús posibilitaron que surgiera con vitalidad, con un valor renovado, el sentido profundo de la paz y la interpretación de las Escrituras. Esta se hizo a la luz de la muerte y resurrección de Jesús, no solo para los provenientes del mundo judío, sino para todos los habitantes del Imperio, en las ciudades donde se expandía la comunidad. Para el cristianismo Joánico fue afirmar la presencia de Dios en medio de ellos y confirmar que, en Jesús, hacedor de paz, la salvación/liberación se habían puesto en marcha para señalar otro mundo posible y como resultado, ellos debían aceptar que su proyecto de vida era divergente del propuesto por el Imperio y en él del judaísmo.

Después de la resurrección el encuentro de Jesús y María Magdalena (Jn 20,15-18), se expresa un cambio en la comprensión y experiencia de vida con Jesucristo. Jesús, quien ha ido dejando de manifiesto en su praxis qué significa buscar a Dios, en los diversos encuentros que narra el evangelista, se revela con un nuevo rostro a María Magdalena. Por medio de ella, en el encuentro con el resucitado se constata el destino del ser humano, de los excluidos del sistema, que no está en las manos ni en los límites de quienes pretenden controlar históricamente sus vidas. La comunidad Joánica con Jesús plasma un proyecto de vida que reivindica el lugar de los pequeños, el lugar de los oprimidos en el mundo, y a través de allí propone un camino de paz. 

Es un reverso de la historia, que construye alternativas al sistema, desde las periferias, según la cruz (Cfr. 19,19-20) y la resurrección (fr. 20,1-18). De ahí que ampliamente las preguntas a sus adversarios y los conflictos tengan un impacto profundo en su época. Por lo cual, es comprensible que “el evangelista presente a Jesús no solo como alguien que realiza grandes signos y declaraciones, sino como alguien que realiza grandes preguntas. Jesús es la Palabra que interroga” (GIRÓN IZQUIERDO, 2019, p. 77), sus preguntas, introducen a los oyentes en un cuestionamiento sobre sus precomprensiones ante el mundo y la experiencia religiosa que los rodea. Esta búsqueda en el Evangelio deja la sensación de querer remitir al oyente/lector, a la comunidad a una experiencia más profunda.

Por ende, la paz en perspectiva Joánica, como una invitación a ser promotores de ella, enviados por Jesús, tal como el Padre lo envío a él (Cfr. Jn 20,21), implica la aceptación de la diversidad, el reconocimiento de los adversarios, denunciar y evidenciar quienes están en contra de la paz. Asimismo, significa, en perspectiva Joánica, la aceptación del proyecto de Jesús como alternativa a un mundo que quiere la paz, pero le cuesta desarraigarse de la espada y evidenciar que en la cruz están los signos de quienes en Cristo buscan la paz, pues ella revela el amor, la bondad, el compromiso y la denuncia de la violencia ejercida contra los frágiles del sistema.

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