La hoguera como metonimia profética de un cambio de época: magia, ciencia y otros engaños
The bonfire as a prophetic metonym of a change of era: magic, science and other deceptions

Fernando Otálora Luna*
* Professor de PósGraduação em Biologia Celular na Universidad de Los Andes, Venezuela. Investigador do Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Doutor pela Université de Neuchâtel. Contato: otaloraluna@gmail.com.
Voltar ao Sumário

 

Resumen
En el presente ensayo, en un estilo aforístico, se propone llevar al fuego –sensu lato y metafórico- a la ciencia tal como se conoce en la modernidad, para metamorfosearla, hacerla accesible a otras formas de consciencia y co-existencia. Se propone abrir las posibilidades de dialogo de la ciencia con saberes teológicos y mágicos, entre otros. Tal posibilidad surge a partir de una metamorfosis, ilustrada y profetizada, a través del fuego, presente en la antigua quema en la hoguera del italiano Giordano Bruno y su analogía con la reciente quema del venezolano Orlando Figuera. Se predice un cambio de época en la noosfera que superpone la biosfera corriente.

Palavras chave:Magia, ciencia, teología, filosofía, biosemiótica

 

Abstract
In the present essay, in an aphoristic style, it is proposed to bring to fire -sensu late and metaphorical- science as it is known in modernity, to metamorphose it, make it accessible to other forms of consciousness and co-existence. It is proposed to open the possibilities of dialogue of science with theological and magical knowledge, among others. Such a possibility arises from a metamorphosis, illustrated and prophesied, through fire, present in the old burning at the stake of the Italian Giordano Bruno and his analogy with the recent burning of the Venezuelan Orlando Figuera. A change of epoch in the noosphere that superimposes the current biosphere is predicted.

Keywords:Magic, science, theology, philosophy, biosemiotics

disciplines by now isolated into specialties far apart, therefore no longer capable of communicating their findings to one another
Leon Croizat
el querer llevar el método científico a todos los campos, ha hecho que, hablando de refracción de ondas luminosas, pigmentación y colores espectrales, la ciencia haya anulado las puestas de sol, los paisajes y los arco iris; que, tratando de ser científicos, los estructuralistas hayan desfigurado la prosa y la poesía; que, analizando computacionalmente el Nuevo Testamento, los estudiosos bíblicos destruyan la fe y la conciencia religiosa.
Miguel Martínez Miguélez
De ahí que el fuego sea el más activo de todos los elementos, dado que es el más espiritual de ellos, y no solo el más potente para convertir a los demás en sí mismo, sino también el único capaz de crecer por sí mismo hasta el infinito si se le da yesca.
Giordano Bruno

E l paradigma emergente propuesto por Miguel Martínez Miguélez (1997) dentro del seno de la ciencia, para darle a ella un giro insurgente, es tremendo pues intenta al mismo tiempo revelarla y cohesionarla. La ciencia dividida en híper-especializaciones que fragmentan la vida misma, según este y otros autores, debería ser llevada a una nueva racionalidad basada en la interdisciplinariedad y dirigida a una nueva época, la postmodernidad. Juan José Bautista (2014) propone en el mismo tono una realidad vista no desde el eurocentrismo, costumbre de siglos de colonia, sino desde el espacio de enunciación propio, América Latina como agregado imaginario-histórico-territorial. ¡Nada mal!

Pero, la estructura interna de la vida de quienes se han dado a la tarea de romper paradigmas y profetizar la postmodernidad ha hecho fallar de plano la propuesta inicial; románticos bañados en su ingenuidad. Quedémonos con lo de emergente y soltemos lo de paradigma. Ahora solo queda simplemente forjar el desapego a toda teoría y método de lo moderno, y aún de lo postmoderno, su concepción borrarla de las semiosferas que se multiplican entre los diversos universos y formas de ver el mundo. El programa paradigmático es un obstáculo para el trascender las ciencias a través del vínculo entre ellas, es pues un obstáculo hacia la magia que ellas comportan.

La respuesta es no. Al menos que entendamos por razonable otra cosa diferente a la definición engendrada en el pensamiento positivista que caracteriza a la presente época capitalista. El paradigma como ya se dijo arriba es una ilusión hecha para ser abandonada cíclicamente. La razón, tal como nos la han enseñado, es abandono de nuestra conciencia inmediata.

¿Por qué tanto a doctos y crédulos les tribula saber cómo funcionan las cosas, cuál es su origen y cuál es su fin? La física y la biología, disciplinas que estudian las cosas vivas y las cosas no vivas respectivamente, entre otras ciencias, de esas llamadas puras o duras, se han venido construyendo como cuerpos de conocimiento diseñados para darnos la respuesta a las incógnitas más fundamentales y las tecnologías para hacer nuestra vida más fácil. La biosemiótica y la fisicosemiótica, haciendo un ejercicio propio de la filosofía con reflejos en la antropología, representan dos cuerpos de conocimientos que tratan las leyes, los símbolos y los códigos, así como la interpretación de los significados derivados a partir de los resultados que cada una de estas disciplinas engendra, para atender las inquietudes ontológicas y epistemológicas del ser y de su pensamiento. Vienen surgiendo así prácticas y conceptos que encuentran sus analogías en la cultura de los ritos y las ideas que han practicado chamanes y sacerdotes, médicos y filósofos, ingenieros y políticos.

En este ensayo, haciendo uso de un lenguaje metafórico y aforístico, pero con humilde erudición y citas, es decir, sin apartarse del juego del estilo científico, se devela la magia que desborda la prosa científico-semiótica y denuncia que quien no la pretenda es porque sabe que arriesga conclusiones políticas y religiosas, y por tanto arriesga ser quemado en la hoguera. El presente trabajo es una invitación a cerrar los ojos y tener menos fe en la materia y más fe en la mentira, en el engaño, en las intenciones, en la mimesis, fe en la palabra trasmutada y desconocida. Fe en las manos y su capacidad, como la etimología de la palabra lo indica, de manipulación.

Los arameos decían o avrah kahdabra o abracadabra. Lo escrito, escrito está y escrito queda, lo cual comporta un género de magia. Escrito con las manos, a veces con el pensamiento, pero a veces sin pensar.

Colocar las palabras sobre papel, es decir, sobre delgada lámina de celulosa o pergamino de dermis, o dicho de otro modo, de pasta de fibras vegetales o cuero de animal, conlleva un acto mágico de objetivación de la palabra en sentencia histórica. Los germánicos dicen: Was man schreibt, bleibt [Lo escrito, permanece], y así lo escriben, y se dejan sentenciar por su hechizo. Pero a la lengua alemana le falta la sensualidad que tienen otras fonéticas para que pudiera ostentar el poder mágico de los conjuros más poderosos. Basta escuchar la musicalidad de un wayú o de un mongol para sentir la magia asechando tras las palabras, que la ocultan, allí, detrás de las apariencias. Pues no basta escribirlo, también hay que tomar en cuenta que en algún momento será leído, y llevado a música para que aflore la belleza primitiva de la lengua atrapada hasta entonces en palabras impresas.

Por eso Kant y Hitler, y todos los filósofos y políticos alemanes, a pesar de su encantador genio hoy han causado tantos desengaños. Pues la verdad no es más que un engaño estilizado. Pero estos dos dejaron ver sus costuras, pecado imperdonable en la biosemiótica. La fonología de sus palabras bien pronunciadas sedujo a la razón pero menos a la intuición.

Cincelar, grabar, marcar, escribir signos gráficos, alejar las palabras del riesgo de perderse de la memoria, anotarlas para no olvidarlas, comporta un acto sagrado desde hace mucho tiempo; así lo entendían los que escribieron en cavernas, rocas y hojas, desde calendarios hasta libros sagrados, desde el Popol Vuh hasta el diccionario de la real lengua castellana, pasando por la biblia, el Corán, el manual de procedimientos y otras cosas.

En 1562 los españoles, 1933 los nazis y en 1973 los pinochetistas quemaron todo tipo de libros de autores indígenas, judíos, marxistas y otros hermosos charlatanes, como acto simbólico de emancipación de la Dios-razón. Parecida suerte corrieron quienes los escribieron, leyeron y practicaron su magia.

La técnica del hechizo consiste en evitar la hoguera por haber dicho lo que sea dicho, evitar el título de hereje. Y si ocurriese: hacer que valga la pena. De allí la importancia en el arte de la manipulación.

Cualquier cosa escrita de magia, será en estos tiempos quemada de verdad o simbólicamente. Le hubiera a uno gustado quedarse. Evitar que quemaran lo escrito como acto de hechicería. Le hubiera a Giordano Bruno gustado quedarse a conversar con nosotros sobre la brujería-semiótica, le hubiera gustado saber de las nuevas mentiras con las que pretendemos colmar al mundo de símbolos y significados, para reírse un poco. Hubiera deseado evitar la viva-cremación de su vivo-cuerpo, y de sus escritos que a pesar del fuego le sobrevivieron.

Si Girodano Bruno viviera en estos tiempos en Venezuela, no hubiera querido ver arder a Orlando Figuera, quien no publicó libros pero objetivó peligrosos significados, sentenciado por similar trifulca, huestes sedientas de impúdica justicia. Orlando Figuera, al igual que Giordano Burno fue rápidamente sentenciado y fulminantemente quemado.

A el italiano le hubiera gustado vivir un poco más, tal vez si, tal vez no, pero lo que si es cierto es que Bruno empezó a sentir ese inmenso llamado, ese inmenso dolor y alegría desbordada de vocación. Pero estaba al igual que Orlando en la búsqueda de algún conjuro, un entrelazamiento cuántico entre el dolor de la carne quemada y la eternidad. Y como por arte de magia están acá vivos entre estas líneas.

La magia es una palabra de la ciencia que nos viene directamente del latín: magīa, derivado a su vez del griego μαγεία mageia, y a su vez del persa maguš. Era la que practicaban los primeros maestros de Demócrito, líderes de aquella antigua casta sacerdotal que acompañó a Filipo a su incursión militar hacia la conquista del espacio vital de los espartanos. Tal vez los persas la adquirieron del sánscrito de los hindúes: maga, que significa ilusión, de la raíz may, ‘obrar’, ‘mover’ y ‘traer a colación’. Tal vez los asiáticos que partieron en búsqueda de América la dejaron allí para volver a encontrarnos buscándola cuando Colón-nizó Abya Yala.

La magia es una alianza entre el saber y el poder de obrar. La magia es el arte del dominio, de saber esconder las falsas intenciones y exteriorizar los significados de la forma. Es el arte de invocar y superar las moscas, lo superfluo, la astucia, lo banal para llegar a la otredad de la verdad a través del convencimiento. Es el arte de ir más allá del conflicto objeto-sujeto, bien-mal, asco-placer, para saltar al abismo de la otredad. La magia es el arte de la metonimia, de la metáfora y de hacer los vínculos correctos: de hacer aparecer algo donde no había nada, de hacer aparecer nada donde había algo, es sintropía, es el complacerse en hacerle sexo a la primera ley de la termodinámica sin obviar su multívoca existencia, es seducir violentamente.

El mago aspira develar, aprender y manipular lo que presumiblemente estaría oculto a los sentidos, supuestamente impalpable a la obviedad positivista, intragable por la percepción sensorial de los cinco sentidos que nos mal-enseñaron en la escuela, incompresible por la lógica tradicional del buen criterio de la razón.

No enseñaron mal, nos engañaron bien, pues los maestros que no creen en la magia, en realidad nunca creyeron en dios, pero ya es tarde pues dios ha muerto y reencarnado hecho hijo, hecho mago entre las cosas vivas y las cosas no vivas, dueño de la unicidad de todas ellas. La magia es una sombra que se oculta asechando la luz que renace de la vida en otra vida.

¿No es cierto? ¿No es verdad? … ¿Oh, no se cree? ¿No se puede convencer? ¿No se puede engañar? Qué importa de verdad, a quién le importa realmente si solo se trata de mentiras más o menos verosímiles que nadie realmente ha verificado su exactitud.

El epígrafe de La muerte y otras sorpresas de Mario Benedetti, Antonio Machado reza así: Se miente más de la cuenta por falta de fantasía: también la verdad se inventa.

Científicamente hablando: no hay pruebas fehacientes e irrefutables, no está demostrado que sea cierto, pero, no lo puedes negar, pues lo dicho o escrito aparenta ser verosímil, incluso razonable, tan bello como bien intencionado. Pero siendo sinceros, por llamar las cosas por su nombre alguien nos está engañando. No nos confiemos, alguien nos lleva a su mundo, a su Umwelt, que para nosotros no es real, al menos que así lo permitamos. Tengamos cuidado pues entramos a cierta semiósfera, nos acercamos a la noosfera sin percatarnos.

El riesgo es grande. Pudieramos acercarnos un centímetro más, y el fuego quemar nuestras carnes. Digámosle a nuestros líderes en Roma o en Washington que dios ha muerto que la razón agoniza, que el dios dinero la azota. Que mil r-evoluciones dan a la materia mágica forma, vida y creación. Que la época y espacio geográfico ya han girado, es cuestión de percatarnos.

Dijo Bruno éstas últimas palabras antes de ser quemado en la hogera: “¡Ah!... Temblais… Es porque os falta la fe que a mí me sobra… Miradme… Yo no tiemblo… ¡Y soy quien va a morir!”.

La quema de herejes por razones positivas, ayer en Roma hoy en Venezuela, son las consignas políticas y religiosas que desde hace muy poco venimos escuchando, son presagios que señalan la eclipse de la ciencia vetusta y todo lo que es cultura de animales humanos, tal como las conocemos hoy en día; de la cultura como fuerza y forma que permea desde las cosas vivas y las cosas no vivas. Es el alba del superhombre, del super-cosa-humana, y de la super-forma lo que del futuro nos trae sus consecuencias. Es la fé que renace de las cenizas en un eterno retorno.

La sabiduría es requisito indispensable para esgrimirse como corresponsable de la interpretación de los significados. El mago es sabio o no es mago. Si miramos una célula, sus organelas, su membrana plasmática, su núcleo, y cada una de sus cositas, que la hacen a ella cosa en sí, veremos a través de su cosmos una forma que le es propia, y mirándola, a través de un microscopio diseñado para ver su microcósmos querremos irremediablemente apoderarnos de su magia fantaseando con la idea de convertirnos en líderes de la interpretación de sus significados. Algunos de ellos se nos resbalarán de la retina, que también está ella misma siendo un tejido de células con heptahelicales opsinas, unas conos para ver colores otras bastones para ver en las tinieblas. Todas ilusiones que se arremolinan frenéticamente sin perder su justo equilibrio, y fuera de él, para conseguir su camino como potenciales de acción hasta alcanzar diferentes grupos de células cada vez más complejamente organizadas, hasta llegar a ese espacio-tiempo donde la diferencia, el plagio de la imagen, se hace forma en nuestra mente como cosa bella; aesthesis de la célula.

La belleza, esa gran mentira, solo apartarse de la sabiduría lo hace a uno creer en ella. Dice Heinrich Böll en su novela El payaso lo siguiente: “A los estetas lo mejor es romperles en la cabeza un valioso objeto de arte, con lo cual sufren, aún al morir, por el crimen artístico. […] Podría yo raspar la pintura de un cuadro valioso y estrangularle o asfixiarle a él con la tela: ningún crimen perfecto, pero un perfecto crimen estético.” La belleza es la tristeza, es la felicidad, una ilusión como cualquier otra, como el tríangulo espacio + forma + tiempo, como un vaho sobre el verdadero significado. La belleza es falsedad encarnable en verdad por tres metalenguajes: matemática + arte + genética (Otálora-Luna et al. 2017a, Otálora-Luna et al. 2017b). Solo el amor, mago por excelencia, pone a la disposición del imperio de nuestros sentidos todos los medios de persuasión para robar y manipular, para sacar partido del hechizo. No fue por nada que quemaron vivo a Giordano Bruno comenzando el siglo nuevo, el 17 de febrero de 1600. Así como Bruno, por motivos similares murió aquella hermosa mujer cuyo cabello dada su atormentadora belleza nunca dejó de crecer, como un Ángel que surca el cielo sin nada que se le asemeje fue asesinada por Gabriel García Márquez, quien como un profeta jugando a ser Dios confabulado con la inquisición española en Cartagena de Indias, escribió una historia del amor y otros demonios. Pudo haber escrito, la belleza y otros demonios, pero su intuición no le falló, pues la belleza ni siquiera es un demonio. Cuenta él como periodista que el demonio era un perro rabioso que asesinó a una niña cuya tumba exhumada descubría un cabello que nunca había dejado de crecer. El cabello de la niña eran células muertas remontadas en un crecimiento eterno, desdoblando la infranqueable latitud entre la cosa viva y la cosa muerta.

La estructura, esa que divina-mente se sabe a sí misma y como tal sabe que todo lo asecha, hecha de números que conjuran la realidad detrás de nuestros ojos. Dice Carlos Castañeda (1991) sobre la estructura en la página 258 de Una realidad aparte, en uno de sus momentos dionisíacos de embriaguez, que en un momento dado los hoyos, las pausas, cristalizan en la mente y forman una especie de malla sólida, una estructura, que no se ve ni se oye, que se siente con una parte desconocida de uno mismo.

Sugiere este relato de percepción acrecentada que la mente no reside solo en la caja craneal.

Si miramos a una célula, ya no con un microscopio óptico o electrónico, sino con la mirada cuántica de Eurípides, veremos esa dinámica revoloteante de átomos y sus componentes infinitamente elementales, sub-elementales, veremos su estructura. Entonces ya no es célula, es materia. No. Panteísmo de dos partículas subatómicas que parten en una sola que son dos, en dos espacios y tiempos distintos. Es una concepción del mundo, esa de la mecánica cuántica según la cual el universo, la naturaleza y la deidad son entes que pueden mudar, viajar o divergir sobre la inercia de lo pequeño, fuera del alcance de la gravedad. Ya quisieran los expertos cuánticos que las mismas leyes operaran en todas partes y en los mismos tiempos. Ya quisieran. Pero no es así. Tenemos saltos (cuánticos, ja,ja.) entre uno y otro cuerpo de conocimiento. Lo muy pequeño y lo muy grande no dejan de ser pequeño porque es materia, y la materia no es relativa, como lo es el espacio-tiempo donde aparece la forma.

Newton y Einstein, lumbreras de la fama científica, no estaban en lo cierto, nos trajeron la máquina y luego la bomba atómica, y lo peor, ya teníamos la crucifixión. Y también Darwin. Genios todos ellos, a los que cómo no, se les rinde tributo. ¿Pues quien es uno para inquirir sendas especies de filosofar? Muy pocos no conocen sus nombres, como Mac Donald y Coca-Cola. Profanaron lo sagrado, pero a ellos no los quemaron, como no quemaron a Galileo. ¿Por qué? Pues tenían convicción, fueron unos bandidos, geniales bandidos, proxenetas de la sabiduría. Mentes brillantes, almas sensibles, ahogados en una soledad indecible, presa de la libertad, sin ninguna fe.

‘La materia es energía multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz’ es un decir de analogías físico-semióticas. ‘Omnis cellula ex cellula’ es un decir de analogías bio-semióticas. Y sentenciar en prosa divina que ‘la cosa no viva y la cosa viva ambas tienen alma’ es un decir de analogías profanas. Imanishi anatemiza al ser, al organismo, lo hechiza, lo transforma en cosa (Imanishi 2011). Al fín y al cabo, el alma es eterna. La materia hace a la célula, y no al revés. La materia microscópica hace a la vida macroscópica. ¿Qué hay entre lo material y lo divino, entre el sentido físico y el sentido biológico? La respuesta correcta es: magia. Magia es la interfase entre la física y la biología. Existen tres metalenguajes: la matemática, el código genético y el arte que consiguen sus análogos correspondientes en las esferas de la naturaleza (physis), la historia (biológica o natural) y la cultura (noosfera). A diferencia de la perspectiva que nos presenta Edgar Morin (2009) con su Physis, Biología, Antropología, en este trabajo se presenta la cultura más allá de la antropología, es decir, más allá de los animales humanos, para incluir así no solo a los animales no humanos sino a los 8 reinos vivos como representaciones de voluntad y magia.

Bruno había esperado horas por esto. Tanto que enfermaba de insomnio. Trataba de ver en la oscuridad, bajo las sombras de las ideas, tan solo trataba de hacer que funcionara, y por eso en un juicio político-religioso ardieron sus carnes. Como arrebatado de sus 21 años Figuera, golpeado, apuñalado y quemado vivo en guarimba inquisidora, bajo gritos aterrorizados. Aquel en 1600 y éste en 2017. Pero ya él sabía que era algo más que un sueño. Que con él ardíamos todos, físicos, biólogos y toda suerte de filósofos, hechos añicos en diversidad de tipos proletariados, hechos todos, un poemario infinito, garantizando así que más allá del fuego continuaran las tribulaciones, las palabras trepidantes, meciéndose y reencarnando en la eternidad.

Volviendo entonces a la idea anterior. ¿Qué hay entre lo material y lo divino? Dijimos que magia. Pero, ¡cuidado!, la vida es…, -nos lo recuerda la tragedia que nos asecha- … una especie de injerto, un giro inesperado. La vida no se da por necesidad (mágica). La vida se da por que sí. Esa es la tradición que heredamos del cristianismo. El Dios que nos viene desde Zaratustra, quien hace las cosas porque le da la gana. Y así ocurre en muchas otras religiones primitivas, los dioses asiáticos, africanos, australianos y americanos, aún actuando por necesidad, son caprichosos. La vida es espontaneidad, no requiere de motivos razonables, sensatos, cuerdos. Sin embargo hemos querido en nuestra tradición heredada desde la colonia católica darle necesidad positiva al milagro vivo, y Santo Tomás de Aquino, a partir de Aristóteles, ha conseguido método teológico muy elegante para tal fin. Y en parte hemos de allanar la realidad dramática con explicaciones elocuentes. Sin embargo, las explicaciones tienen sus límites, pues no son más que mentiras, y cada quien cree lo que quiere creer, desde su Umwelt (sensu Uexküll 1982). De modo que la vida no solo es magia, es dramática, magia de hogueras, de hechizos inesperados,…, de misterio y maravilla.

Epílogo

Se percibe en el horizonte una revolución, un cambio de época, que viene ya trascendiendo la ciencia, que hace metamorfosis para un renacer del Ser mago, que nos lleva a Estar brujo, que se involucra él mismo en la transformación del mundo con sabiduría, técnica y liderazgo, que se avoca a la cacería del poder mismo, haciendo vínculos remotos, que resuenan, con un motivo que se escapa a las palabras, y que por ahora llamamos amor.

Bibliografía

AUTISTA, Juan José. ¿Qué significa pensar desde América Latina? Hacia una racionalidad postmoderna y postoccidental. Madrid: Ediciones Akal, 2014.

BRUNO, Giordano. Las sombras de las ideas. España: Ediciones Ciruela, 2009.

CASTAÑEDA, Carlos. Una realidad aparte. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1991.

IMANISHI, Kinji. El mundo de las cosas vivientes. Altos de Pipe: Ediciones Ivic, 2011.

MARTÍNEZ MIGUÉLEZ, Miguel. El paradigma emergente: hacia una nueva teoría de la racionalidad científica. México: Editorial Trillas, 1997.

MORIN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Editorial Gedisa, 2009.

OTÁLORA-LUNA, F., ALDANA, E. The beauty of sensory ecology. History and Philosophy of the Life Sciences, vol. 39, n. 20, 2017.

OTÁLORA-LUNA, F., ALDANA E., VILORIA, Á. Crítica a la teoría de la evolución pura: hacia la belleza estructural. Ludus Vitalis, vol. 25, n. 47, 2017: 167-185.

UEXKÜLL V. J. The theory of meaning. Semiotica, vol. 42, n. 1, 1982: 25-79.