¿La belleza salvará al mundo?- Purtroppo non è così.
Beauty will save the world? Unfortunately this is not the case

Marisa Mosto*
*Doctora en Filosofía. Titular de la Cátedra de Ética de la carrera de Filosofía de la Universidad Católica Argentina (UCA). Email: marisamosto@gmail.com
Voltar ao Sumário

“La belleza es algo temible y amedrentador…
en ella se juntan las riberas, cohabitan todas las
contradicciones” (…)
“el diablo lucha con Dios
y el campo de batalla es el corazón del hombre”
(…)
“la lucha se efectúa al amparo de lo bello”.
Fedor M. Dostoievski

Resumen
el artículo analiza distintas afirmaciones sobre la belleza puestas en boca de varios personajes en diferentes novelas de Fedor Dostoievski y las compara con el pensamiento de Semen L. Frank, Sergei Bulgákov, Andrei Tarkovski, Pavel Florenski. La belleza aparece ligada a la verdad y el bien, trascendiendo su perfil meramente estético hacia una comprensión pascual encarnada en la historia Divino-humana.

Palavras chave:belleza, ambivalencia, verdad, amor pascual

 

Abstract
the article analyzes different assertions about the beauty put in the mouths of several characters in different novels by Fedor Dostoyevsky and compares them with the thought of Semen L. Frank, Sergei Bulgákov, Andrei Tarkovski, Pavel Florenski. Beauty appears linked to truth and good, transcending its merely aesthetic profile towards a paschal understanding embodied in the divine-human history

Keywords:beauty, ambivalence, truth, paschal love

Son conocidas para quienes frecuentan el ámbito de la filosofía o de la literatura un puñado de enigmáticas afirmaciones sobre la belleza enunciadas por personajes de distintas novelas de Dostoievski. Nuestra intención ha sido rastrearlas, meditarlas, comprenderlas desde la filosofía (y por momentos también desde la teología), destacar las antinomias que despiertan y rescatar su contenido sapiencial. Revivir y prolongar con la ayuda de otros pensadores rusos el legado que nos ha concedido el esfuerzo de Dostoievski por descifrar el misterio del hombre: “El hombre, ese es el misterio. Es necesario descifrar ese misterio [...] Trabajo en este misterio, porque quiero ser un hombre.” (Cfr. KJIETSAA, 1989, 29)

1. El idiota La belleza salvará al mundo

Al parecer esa extraña sentencia fue afirmada en cierta ocasión por el príncipe Mishkin. Al menos eso dicen algunos personajes allegados a él.

Ippolit: “Príncipe, ¿es verdad que usted dijo una vez que al mundo lo salvaría la belleza? ¡Caballeros! –gritó dirigiéndose a toda la concurrencia-. El príncipe ha dicho que la belleza salvaría al mundo… Yo sostengo que, si se le ocurren ideas tan peregrinas, es porque está enamorado. Caballeros el príncipe está enamorado. Lo he adivinado en cuanto lo he visto. No se sonroje, príncipe, porque entonces me dará usted mucha pena. ¿Qué clase de belleza es la que salvará al mundo? Kolia me ha dicho que… Es usted un ferviente cristiano, ¿verdad? Kolia dice que usted lo pretende por lo menos…” (DOSTOIEVSKI, 1977, 458)

Y más adelante en la trama:

“-¡Escuche de una vez por todas! –dijo Aglaya pareciendo perder la paciencia-. Si trae usted a colación temas como la pena de muerte, la situación económica en Rusia, o esa teoría de que la belleza salvará al mundo…, bueno, yo encantada y me divertiré mucho, pero…, pero le advierto: ¡no aparezca nunca más ante mis ojos! Y esta vez se lo digo en serio, muy en serio.” (DOSTOIEVSKI, 1977, 458)

Desconciertos, burlas, enojos.1

¿Pero, cómo la belleza podría salvar al mundo? ¿De qué lo (nos) salva? ¿Del mal que nos corroe?: ¿de la injusticia, la traición, el desamor, el hambre, la violencia, la enfermedad, la muerte? ¿Qué podría oponer a esa tremenda fuerza destructiva la frágil, etérea, inasible belleza?

Lo curioso es que nunca la oímos del propio Mishkin. Y lo interesante es que la haya sostenido precisamente él. El personaje de Mishkin fue pensado por Dostoievski como la encarnación de un hombre bueno, sin doblez, la versión a escala sólo humana de Cristo (el Santo, el Salvador, Rey, el único plenamente Bueno) (Cfr., DOSTOIEVSKI, 1991, 1058). El príncipe Mishkin conoce entonces de salvación. Él mismo intenta actuar esa tarea que ahora predica de la belleza; es por lo tanto una voz autorizada en el tema. Sabe de lo que habla.

Por otra parte, Dostoievski en la declamación de Aglaya, se toma el trabajo de recordarnos la idea más de 200 páginas después de la primera vez que la mencionara en la novela y lo hace dentro de una enumeración tan heterogénea que destaca aún más sus contornos. Como un pintor que ilumina un detalle con el recurso del claro oscuro. Como si buscara que no nos pasara desapercibida a sus lectores del mismo modo que no les pasó desapercibida a los amigos del bueno de Mishkin.

2. Demonios Es imposible vivir sin la belleza

Así lo afirma Stepán Trofímovich.

-Pero yo digo -gritó Stepán Trofimovich en el último límite de la exaltación- pero yo digo que Shakespeare y Rafael... están por encima de la emancipación de los siervos, por encima del nacionalismo, por encima del socialismo, por encima de la joven generación, por encima de casi toda la humanidad, porque son el fruto, el verdadero fruto de la humanidad toda y puede que el fruto más alto que lograrse pueda. La forma de la belleza está ya lograda y sin ella es posible que yo no me aviniese a vivir... ¡Oh Dios! -y juntó las manos- Diez años hace que gritaba lo mismo en Petersburgo, desde una tribuna, exactamente igual que ahora; tampoco me comprendieron; se echaron a reír y empezaron con siseos. Gentes de pocas luces, ¿qué os hace falta para comprender? Pero ¿no sabéis, no sabéis que sin los ingleses podrá muy bien seguir viviendo la humanidad y lo mismo sin Alemania; que es posible vivir sin rusos; que es posible vivir sin ciencia; que es posible vivir sin pan; pero que es imposible vivir sin la belleza, porque entonces no habría ya nada que hacer en este mundo. Todo el secreto es ese; esa es toda la historia. La ciencia misma no puede sostenerse un minuto sin belleza. ¿No sabéis eso los que os reís? Se convertiría en algo servil; ni un clavo inventaría... ¡No cederé! -gritó torpemente para terminar, descargando con todas sus fuerzas un puñetazo en la mesa.” (DOSTOIEVSKI, 1984, 411-412)

Como el agua o el oxígeno pareciera que la belleza le aporta al hombre algún elemento que hace posible la vida. Más que el pan. La evidencia de esa realidad es tan fuerte para Stepán como su puñetazo sobre la mesa. Si ella nos faltara, … ¿de qué moriríamos, Stepán? ¿Qué tienes en mente?

Stepán Trofímovich es un hombre de la cultura, escritor y pedagogo pero no creemos que se refiera aquí con tanta vehemencia simplemente al placer estético que pudieran despertarle las letras o las artes plásticas. También es un idealista. La fuerza de su perfil idealista se ve reflejada en el movimiento juvenil revolucionario que lo reconoce como su mentor. Seguramente tenga en mente, entonces, algo más. Y algo que sea común a todos los hombres y no solo a unos pocos estetas.

Hacia el final de la novela, antes de morir, añade algo más:

“Al hombre, mucho más indispensable que su propia felicidad, le es saber, y a cada instante creerlo, que en algún sitio ya hay una felicidad perfecta y tranquila para todos y para todo… La ley toda de la vida del hombre se reduce a que el hombre puede inclinarse siempre ante lo infinitamente grande. Si se les privara a las gentes de lo infinitamente grande, dejarían de vivir, morirían de desolación. Lo inconmensurable y lo infinito son, pues, tan indispensables para el hombre como ese planetilla en que vive. […] A todo hombre, sea quien fuere, es indispensable inclinarse ante lo que constituye la Gran Idea.” DOSTOIEVSKI, 1984, 563)

¿Moriríamos sin la belleza, moriríamos de desolación (¿de soledad absoluta?) si no pudiéramos inclinarnos frente a lo infinitamente grande, a lo que está por encima de nosotros mismos, aquello que nos llama a trabajar por la plenitud de lo humano y la felicidad perfecta?

Morir de desolación sin la belleza. ¿Es realmente fatal la soledad? ¿De qué modo nos salva de la soledad, la belleza? ¿Cómo se relacionan la belleza y la ausencia de soledad con la plenitud de lo humano? ¿Cómo podría satisfacer la belleza, -de nuevo-: tan etérea, tan sutil, tan inasible, los febriles, atormentados deseos que atraviesan el corazón humano?

Pero, ¿qué es «la belleza» de la que penden la vida y la salvación? ¿Cómo podríamos «definirla»?

Se nos escapa un: ¡qué belleza! en situaciones tan diferentes que se hace difícil encontrar el elemento que las hermana, el rasgo común por el cual de todas ellas predicamos el mismo atributo.

Recordemos.

-El murmullo del agua cuesta abajo colándose entre las piedras del lecho del río. El sol horadando el bosque. Zarandea el fuego, abraza la madera liberando su hechizo. El aroma de la tierra húmeda, humilde, poderosa.

-Pero también, ¡qué belleza!: un poema, una melodía, la voz que canta. (Hay voces que se toman la libertad de circular por nuestras venas, de llevar el ¡qué belleza! por todas nuestras nervaduras.)

-Y también ¡qué belleza!: un gesto de perdón, de fidelidad, de compasión.

¿Qué tienen en común todas esas experiencias para que nos despierten un qué belleza? ¿Cómo se relacionan con la vida y la salvación?

Pensemos: en todas ellas reconocemos su belleza como espectadores. Pasivos. Contemplativos. Receptivos. Damos espacio a una manifestación singular. La recibimos como un don. Un don gratuito. No hemos hecho nada y allí están: el agua, el aire, el fuego, la tierra, los aromas, la poesía, el gesto. Irrumpen verticalmente. Con esto de verticalmente, me refiero a que las captamos en su presencia incontestable. Allí están frente a nosotros. Ahora. Son algo otro. No como el punto de llegada previsible de un proceso en gestación, si no como una novedad consistente en su alteridad. Robusta. Aprehendemos sus cualidades, matices. Nos afectan para bien. Recibimos algo que nos sorprende y a la vez, misteriosamente en cierta medida esperábamos, sin ser conscientes de ello; de no ser así no lo percibiríamos como algo que felizmente nos corresponde, que nos es connatural, con lo que nos sentimos profundamente emparentados, unidos por hilos arcanos. La alteridad se vuelve familiar. Halaga, honra nuestra capacidad de expectativa. Suscita en nosotros alegría.

Kirillov: “Parece como si de pronto sintiese usted toda la naturaleza y saliese diciendo: «Sí es verdad. Dios al crear este mundo, al fin de cada día de creación, dijo: Sí, es verdad; está bien».” (DOSTOIEVSKI, 1984, 501)

Esos momentos de ¡qué belleza!, contienen una partícula que nos remonta al horizonte de lo místico.2 Ya ven: hasta el ateo Kirillov lo reconoce. Desatan en nosotros una disposición al consentimiento con el ser y captación de su aura.3 En ellos advertimos una cara imprevisible de lo real, infinitamente grande, por encima de nosotros y que sin embargo nos abraza. Generosa. Uno es parte de eso y se da cuenta. Hermano del agua, del fuego, del aire, del aroma, la tierra, de los hombres. Uno confirma su invitación personal a la fiesta de la vida. En última instancia la experiencia de la belleza, el ¡qué belleza!, es para nosotros la constatación de un Entre que nos reúne. Algo está allí, se nos revela entre nosotros y los otros. Expande nuestra tonalidad vital.

Ayudémonos a precisar el concepto de belleza con S. L. Frank

En su obra, traducida al italiano como L’inattingibile (en ruso, непостижимое, -nepostižimoe- inconcebible), Semen Ljudvigovic Frank dedica un apartado a la cuestión de la belleza. Veamos cómo la define:

“Lo bello es siempre una «imagen», un «cuadro», un todo no analizado, objeto de pura contemplación sensible y no de un pensamiento que analiza y descompone.” (FRANK, 1976, 237)4

Sostiene aquí la percepción de la belleza como proveniente de un ser que se presenta con una integridad propia y al que recibimos en la contemplación pasivamente. La belleza es de tal modo que no necesita ser justificada: se impone por su propio peso o evidente densidad existencial.

“La esencia inmanente de la belleza radica en el hecho de que en ella percibimos de modo inmediato-evidente y experimentamos en el aspecto más externo del ser su valor absoluto, su significado y fundamento interior. De ahí que lo bello es un ser no problemático, incuestionable: están fuera de lugar todos los «por qué», «por qué motivo», «por qué razón», cuando el fundamento interior se devela inmanente al mismo fenómeno y se encuentra contenido en él.” (FRANK, 1976, 239)5

En la experiencia de la belleza nos sentimos a gusto con la existencia, en paz, hermanados con los seres, partícipes todos de un mismo fundamento.

“En lo bello hacemos las paces interiormente con el ser, porque lo bello lleva en sí de modo inmanente y nos devela, la última profundidad, el fundamento último interiormente autoevidente y «transparente» para nosotros del ser.” (FRANK, 1976, 239)6 “La belleza es el testimonio inmediato más evidente y convincente de la existencia de una cierta afinidad misteriosa entre el mundo «interior» y «exterior», entre nuestro propio ser interior inmediato y el fundamento último del mundo exterior de los objetos.” (FRANK, 1976, 240)77

La experiencia de la belleza nos reconcilia con nuestro lugar en el mundo, nos hace sentir en una casa familiar, lejos de la temida y ¿fatal? soledad, en compañía:

“Descubrimos en la realidad exterior algo emparentado con nuestra íntima profundidad, con nuestro propio ser escondido; en el instante del gozo estético dejamos de sentirnos solos y en lugar de eso encontramos en la realidad exterior que nos rodea una patria anhelada para nuestra «alma», para esta solitaria peregrina en el mundo de los objetos.” (FRANK, 1976, 241)8 “El hecho de la «belleza» o de la «experiencia estética» testimonia irrefutablemente la existencia de un profundo parentesco interior en la estructura misma de los objetos de la experiencia «exterior» e «interior», testimonia la existencia de una cierta unidad entre el ser objetivo externo y el «propio ser» interior.” (FRANK, 1976, 243)9 “En la experiencia de la «belleza» se nos revela la unidad por esencia inaccesible de la realidad en sí más allá de las categorías de externo e interno, objetivo y subjetivo, en otras palabras, un parentesco profundo, misterioso inexplicable «de modo simple», aunque evidente a pesar de su carácter misterioso, entre el mundo íntimo del alma humana y el fundamento de todo lo existente, del mundo exterior de la realidad objetiva.” (FRANK, 1976, 244)10

Pareciera, como dijimos más arriba, que la experiencia de la belleza viene de la mano de la experiencia de la existencia de lazos, de un «entre» que reúne la multiplicidad de los seres. En realidad no sabemos qué es la belleza en sí. Sabemos de la belleza cuando nos sentimos conmovidos en presencia de la alteridad en el seno de ese «entre».

Referirse a la belleza es señalar el parentesco, el saberse del algún modo UNO con el otro. Ciudadanos de un Reino. Oficiantes de una cierta liturgia cósmica que constata la vida de lo múltiple desde su Fundamento que se hace tangible en el «entre». Es cierto aquello entonces: Parece como si de pronto sintiese usted toda la naturaleza y saliese diciendo: «Sí es verdad. Dios al crear este mundo, al fin de cada día de creación, dijo: Sí, es verdad; está bien».

La experiencia de la belleza al parecer, efectivamente nos pone en compañía: en ella nos reconocemos hermanos en el Origen de la existencia; nos despierta a un aspecto fundante de nuestra esencia metafísica, nos revela lo esencial de nuestro ser en el mundo: el estar recibiendo a los otros como don y quizás de ser nosotros don para ellos merced al Fundamento que nos aúna. Conjura la desolación. Nos recuerda nuestra valía (sí, es verdad; está bien) y nuestra procedencia. Oficia como una suerte de memoria, de reminiscencia: puede iniciar en nosotros un movimiento de reconversión espiritual a la Fuente. Y en este sentido salvarnos del olvido. La comunión, la vivencia del «entre», nos salva del olvido, la desidia, el abandono del ser en las manos del mal y de la nada.

Seguramente es por eso que cuando le llega el turno Dimitri Karamazov introduce su mirada sobre la belleza con unas estrofas del himno a la alegría de Schiller. En ellas el Eros universal, la energía que empuja la vida canta de gozo en la experiencia de la comunión entre los seres enmarcada por la belleza.

¡La alegría por la belleza! En cada latido, en cada inhalación. No cabe entonces ningún pesar, ningún interrogante, ninguna duda. No cabe desear ningún futuro. Lamentar ningún pasado. Sufrir ninguna exclusión. ¿Es así?

Sin embargo todo esto no termina de convencer a Dostoievski. Eso explica por qué continúa y profundiza el pensamiento de Mishkin y Stepán Trofímovich, en su última obra y lo haga valiéndose del alma apasionada y atormentada de Dimitri. No son tan sencillas las cosas como parecen.

 3. Los hermanos Karamazovi La belleza es algo terrible y amedrentador

El pasaje de la novela se titula: “Confesión de un corazón fogoso en verso”. En el relato, Dimitri Karamazov, sale sorpresivamente al encuentro de su hermano Aliocha quien se dirigía a la casa de Katerina Ivanovna (una beldad que despertó oscuros sentimientos en Dimitri y que tampoco dejó impasibles a sus hermanos). Mitia1111 alberga la intención en ese momento de abrir su corazón al piadoso Aliocha e inicia su confidencia, ansiosamente, con estas palabras: “Yo habría querido empezar… mi confesión… con el himno a la alegría de Schiller: An die Freude!” (DOSTOIEVSKI, 1991, 962)

Pero luego nos descoloca: su testimonio despliega una intensa complejidad. Su alma es un torbellino, un desgarramiento. El lector no entiende dónde encuentra Mitia la mentada alegría:

“¡Amigo mío, en humillación, en humillación también ahora! Terriblemente mucho ha tenido que sufrir el hombre sobre la Tierra, terriblemente excesiva es su desgracia. No pienses que soy un necio vestido de uniforme de oficial, que bebe coñac y se juerguea. Yo, hermano, casi solo en esto pienso: en ese hombre humillado, si es que no miento. ¡Ojalá Dios me diera ahora no mentir ni pavonearme! Pienso en ese hombre, porque yo soy otro hombre igual. […] Porque yo soy un Karamazov. Porque si me despeño en el abismo, ha de ser derechamente, de cabeza y los pies para arriba, y hasta contento de caer en tan humillante postura y teniéndolo a gala. Y he aquí que, en medio de esta ignominia, de pronto salgo entonando un himno. Bueno que sea yo un maldito, un ruin y un villano, pero también sé besar la orla de ese manto en que se envuelve mi Dios; yo iré al mismo tiempo a la zaga del diablo, pero a pesar de todo, yo soy tu hijo, Señor, te amo, y siento alegría, sin la que el mundo no podría subsistir y ser.” (DOSTOIEVSKI, 1991, 962963)

Yo, hermano, casi solo en esto pienso: en ese hombre humillado. Mitia pone al desnudo en su confesión el hecho de que él mismo encarna la tragedia del ser humano socavado por el mal: el ardor de la búsqueda de la Vida, los sufrimientos que ese ardor le causa, la imposibilidad de liberarse de él porque se identifica con él, lo lleva en sus entrañas, lo empuja a todo lo que hace, derechamente hacia el abismo. La humillación a la que nos vemos expuestos cuando comprobamos que somos engañados una y otra vez, arrastrados, estafados por espejismos, por las mentiras seductoras de la nada. Terriblemente mucho ha tenido que sufrir el hombre sobre la Tierra, terriblemente excesiva es su desgracia. ¡Pero a pesar de todo yo soy tu hijo, Señor! Es allí cuando finalmente introduce unos versos del himno de Schiller y comenzamos a entenderlo mejor:

“El alma por Dios creada
bebe la eterna alegría:
por la secreta fuerza del germen,
la llama ardiente de la vida:
la planta a la luz asciende
el caos al sol se armoniza
y en las lontananzas los astros
inaccesibles se deslizan.
De Natura santa en el seno,
cuanto alienta alegría aspira;
todo ser y todo pueblo
tras de sí los encamina
a nosotros, amigos, en nuestra desgracia,
diónos el jugo de la vida:
a las Gracias, diadema: al insecto…lujuria:
al ángel … la presencia divina”1212

El único de los seres creados por Dios que es vulnerable al engaño es el hombre. La llama ardiente de la vida conduce a la planta, a la luz, a los astros, a los ángeles a la alegría a la que aspiran. En cambio el hombre permanece expuesto a falsas promesas que despiertan su sensualidad y que lo colocan en un mayor estado de aislamiento, sufrimiento y humillación en el que termina por ejercer violencia a los otros y a sí mismo.

“¡Pero basta de versos! [Continúa enseguida Dimitri] He derramado lágrimas, y tú, déjame llorar. Será una sandez, de la que todos se burlan, pero no te rías tú. Porque a ti también te arden los ojos, te arden. ¡Basta de versos! Quiero decirte ahora algo de los insectos, de esos a los cuales dio Dios la sensualidad. Al insecto…la lujuria Yo, hermanito, soy ese mismo insecto, y por mí he dicho eso especialmente. Y todos nosotros los Karamazovi, somos así, y también dentro de ti, que eres un ángel, vive el insecto y en tu sangre se engendran tempestades. La belleza… es una tremenda y espantable cosa. Tremenda porque es infinita y no se la puede definir, ya que Dios no nos ha propuesto sino enigmas. Ahí las orillas se juntan, ahí todas las antítesis viven revueltas. Yo, hermanito, soy muy inculto: pero en esto he pensado mucho. Tremendamente hay muchos misterios. Demasiados enigmas surgen en la Tierra del hombre. Adivina, si sabes, y sal enjuto del agua. ¡La belleza! Por eso no puedo sufrir que algunos hombres hasta de corazón superior y de gran talento, empiecen por el ideal de la Madona y terminen por el ideal de Sodoma. Todavía es más tremendo aquel que, ya con el ideal de Sodoma en el alma, no reniega también del ideal de la Madona y su corazón arde por él y de veras, de veras arde, igual que en la niñez, en los años inmaculados. No: amplio es el hombre, hasta demasiado amplio: yo lo habría hecho más angosto. El diablo sabe lo que en el fondo es. Lo que a la inteligencia le parece ignominia, al corazón se le antoja belleza. En Sodoma, ¿hay belleza? Creo que también en Sodoma la hay para la inmensa mayoría de las gentes… ¿Conocías tú o no ese secreto? Pavoroso es eso de que la belleza no sólo sea terrible sino también algo misterioso. Ahí el diablo lucha con Dios, y el campo de batalla es… el corazón del hombre. Aunque por lo demás, aquel a quien le duele, es que de ello habla.” (DOSTOIEVSKI, 1991, 963)13

Bástenos la transcripción de estos párrafos para captar las tempestades que se engendran en la sangre de Mitia. Su corazón es ese campo de batalla. Experimenta el tironeo engañoso de la belleza. El desasosiego del alma secuestrada por la tentación, alienada y humillada. Y aun así alegre por la promesa que parece encerrar la belleza. No se trata sólo de sensualidad (No pienses que soy un necio vestido de uniforme de oficial, que bebe coñac y se juerguea). El hombre definitivamente busca algo más. Demasiado amplio es el hombre, yo lo hubiera hecho más angosto. Pero la belleza puede funcionar como una araña con su tela. Entusiasmarnos, atraernos, atraparnos, devorarnos: tornarnos destructivos y autodestructivos

Si Mishkin es la encarnación del hombre absolutamente bueno, una suerte de hombre sin mancha, Mitia es el prototipo del hombre caído, desequilibrado, inquieto, siempre con el corazón en la mano, incapaz de resignarse con menos de lo que su alma misteriosamente anhela y tropezando una y otra vez con espejismos, que terminan por dañar y dañarlo. En ese status ontológico reside su humillación fundamental.

 Sigue ayudándonos S.L. Frank ¿La belleza salvará al mundo? Lamentablemente no es así.

Continuamos ahora con el hilo del desarrollo de las reflexiones de S.L.Frank sobre la belleza. Habíamos llegado a su constatación de que la experiencia de la belleza conduce al hombre a las orillas de lo divino en su hermandad con la creación.

“En base a lo que hemos afirmado podría parecer –como muchas veces ha acontecido al espíritu humano- que en el fenómeno de la belleza se encuentre contenida la respuesta al enigma trágico que atormenta el corazón del hombre, que se ha abierto el camino de huida al dualismo y la desarmonía ontológica que constituyen la tragedia de la existencia humana. Lamentablemente no es así.” (FRANK, 1976, 244)14

No, no es así. No es así Mishkin. No es así Stepan Trofímovich.

“la belleza como tal no lo salva de las fuerzas destructoras del mal y de la tragedia de la vida. […] Ella señala una cierta armonía potencial del ser a la vez que coexiste pacíficamente con su desarmonía actual; de ese modo ella misma, según la profunda observación de Dostoievskij, reúne en sí misma lo «divino» con lo «diabólico» pues cuando algo nos seduce mediante su apariencia engañosa nos encontramos frente al principio demoníaco. […] Por eso el sueño de la transfiguración final del mundo es el sueño del triunfo completo en ella de la belleza; pero es precisamente solo un sueño que se contrapone a la amarga realidad de la desarmonía y laceración interior del ser. La belleza es solamente un reflejo del «paraíso», de la radicación ontológica de toda la realidad en la unitotalidad divina.” (FRANK, 1976, 245)15

Sergui Bulgákov: la “mueca del horror antiguo”

¿La belleza es solamente un reflejo del paraíso? Si nos atenemos a la experiencia de Mitia, la belleza puede ser también el umbral ingrato que nos arroje al abismo de la laceración, la soledad, el vacío. Claramente tiene dos rostros que ha conservado vivos a lo largo de la historia.

“Esta fuerza de la inercia domina de forma creciente, de modo que la creación se ha vuelto más sorda a sus propias llamadas interiores, han aparecido en ella contrastes y fisuras, ha sufrido la intrusión del «no ser» de la «vanidad». Más aun, las fuerzas de la naturaleza, que están bajo la custodia de los santos ángeles, pueden convertirse en guarida de los demonios y el «caos natal» [Tiutchev], que bulle bajo la piel del ser, también es capaz de volverse demoníaco. Este carácter caótico y demoníaco de la naturaleza pueden deformar su rostro, ya sea por la ausencia de toda expresividad, ya sea por la mueca del «horror antiguo».” (BULGAKOV, 2014, 263)16

¿Podrían suscitarse los ¡qué belleza!, independientemente de algún modo de presencia en el alma de ese horror antiguo? Quiero decir ¿acaso no se entiende la alegría por la belleza, su ser reflejo del paraíso como una especie también de alivio o consuelo para el ser desterrado, de aplacamiento de su horror al vacío, como un refugio frente al caos urdido con los hilos del «entre»? El hombre teme a la nada, al vacío; padece horror vacui, decían los latinos. Se siente amenazado por el caos. Ese temor viene de la mano no sólo de nuestra conciencia de finitud, sino también de la presencia del mal en la existencia, cuya tarea es justamente expandir las fronteras del caos y la nada. ¿Podría entenderse la fiesta de la belleza al margen del eros (deseo) humano herido, indigente, expuesto al sufrimiento? Esto es lo que sabía Stepan Trofímovich. ¿No es esa también la intuición que está contenida en el mito de Eros del Banquete de Platón? Eros, hijo de la miseria (Penía) y el recurso (Poros), en tensión y desequilibrio constante, fue engendrado el día del nacimiento de Afrodita y es por esa razón precisamente acompañante y escudero de Afrodita (203b). Sin Eros, indigente y alerta frente a las amenazas del mal y de la nada, del caos, sin Eros huyendo de la miseria en que lo ha colocado el horror antiguo, no se entiende la alegría por la belleza. Ni la seducción de la belleza. La belleza promete, anticipa un «entre» en su perfil paradisíaco y en su otro perfil despliega una humillante carcajada que amplía las grietas por las que nos deslizamos a la nada. El «entre» entonces es el tejido que nos sostiene fuera de la nada. Esto lo sabía Mishkin. La seducción en cambio separa los hilos, debilita su tensión, boicotea el «entre», ensancha el caos y la soledad. Destruye. Todo esto lo sabe Mitia.17

Pavel Evdokimov: ambivalencias

“Gogol se abandona a sus amargas ilusiones: «Desgraciadamente, a causa de la voluntad del diablo que aspira a destruir la armonía del Universo, la Belleza cayó terriblemente burlada en un abismo atroz» -«¡Cuán horrible es nuestra vida y sus contrastes entre el sueño y la realidad…Más te hubiera valido [Belleza] no existir, permanecer ajena a este mundo…!»” (EVDOKIMOV,1991, 42)

El ser humano se confunde fácilmente. Otra vez: Demasiado amplio es el hombre, yo lo hubiera hecho más angosto. La seducción lo deja aún más solo, apresado en la desazón, avergonzado de su fracaso y a la vez tentado y enardecido por falsas promesas. Eros anhela, clama, exige una trasfiguración que lo libere de la amenaza de la nada. Dejaría entonces, de ser propiamente eros. Tendríamos que encontrarle otro nombre. No sabríamos cual. El terreno de eros es el terreno del hombre. Aún los momentos de sosiego y alegría de los que gozamos, son hechos posibles sobre el trasfondo de eros.

Mitia Karamazov es alguien en quien todos podemos vernos reflejados como seres humanos. Un punto de partida en común. Mitia es capaz de urdir y llevar adelante con entusiasmo los planes más abyectos y a la vez de compadecerse por el llanto de los niños hambrientos, de arrepentirse de las torpezas e injusticias cometidas, está dispuesto a expiar culpas ajenas, a reconocer por donde pasan las cuestiones importantes y decisivas de la vida, a entregarlo todo por el amor de una mujer. El lado más oscuro y el más luminoso de su persona tienen la misma raíz: su vínculo ardiente con la vida, en sentido integral: físico, psíquico, espiritual. Bueno que sea yo un maldito, un ruin y un villano, pero también sé besar la orla de ese manto en que se envuelve mi Dios; yo iré al mismo tiempo a la zaga del diablo, pero a pesar de todo, yo soy tu hijo, Señor, te amo, y siento alegría, sin la que el mundo no podría subsistir y ser.

Dimitri Karamazov es en el fondo, como todo ser humano, un alma noble que tropieza en su búsqueda apasionada e incansable. Se sabe en deuda con la vida y sabe que a su vez la vida tiene una deuda con él (¡nos hiciste para Ti, Señor!). Mitia es capaz de mucho más, lo intuye a cada momento y como prototipo del ser humano (pienso en ese hombre, porque yo soy otro hombre igual), sufre permanentemente una crisis interior.

 Andrei Tarkovski: Toda crisis interior es un signo de salud

“Para mí, son extraordinariamente importantes las tradiciones culturales rusas que proceden de Dostoievski […] la crisis interior, tan característica de los personajes de este autor, de su propia obra y también de la de sus continuadores. […] Para mí, una crisis interior es siempre un signo de salud […] el alma ansía armonía, mientras que la vida está llena de disonancia. En esta contradicción se halla el estímulo para el movimiento, pero también la fuente de nuestro dolor y de nuestra esperanza. Es esa contradicción la confirmación de nuestra profundidad interior, de nuestras posibilidades espirituales.” (TARKOVSKI, 1991, 218)

¿Cuáles son nuestras posibilidades espirituales Andrei? ¿Cuál es el camino que nos lleva a ellas? ¿Podría ser ésta, quizás tu respuesta?:

[El ser humano] “prefiere ir a la caza de ídolos engañosos, aunque, al fin y al cabo, de todo aquello no quede más que esa partícula elemental con la que el hombre puede realmente contar en su vida: la capacidad de amar. Y esa partícula elemental puede ocupar en su alma una posición existencialmente definitiva, puede dar sentido a su existencia.” (TARKOVSKI, 1991, 223)

La capacidad de amar...

¿Es esa capacidad la cara activa de eros, aquella que procede de la estirpe de Poros? Por otro lado recordemos la íntima vinculación entre el amor (eros) y la belleza (Afrodita) que el ser humano ha intuido (¡el príncipe está enamorado!) desde que comenzó a pensar en estos temas.

¿Qué nos enseña sobre nuestras posibilidades espirituales la belleza? ¿Cómo se relaciona con ellas?

 4. La columna y el fundamento de la Verdad El amor realizado es la belleza

 Querida, ¿acaso no ves cómo todo lo que aparece ante nuestros ojos
es sólo un reflejo, una sombra, de aquel que es invisible?
Querida, ¿acaso no oyes cómo el estruendo estridente del mundo
es sólo un eco engañoso de las armonías triunfantes?
¿O tal vez no sientes, querida, que sólo hay una cosa en el mundo: lo que un corazón
confía a otro corazón en un saludo sin palabras?
Vladimir Soloviov18

Pavel Florenski reúne esa partícula elemental de la que habla Tarkovski con la belleza de este modo: “La verdad manifestada es el amor. El amor realizado es la belleza” (FLORENSKI, 2010, 95)19.

La belleza es el amor realizado.2020 Esta afirmación debería resultarnos de algún modo, familiar pues habíamos dicho que a nuestros ¡qué belleza! los despiertan también los gestos de amor (compasión, fidelidad, perdón). Todo gesto de amor que sana la creación herida, al hombre herido por el mal, puede conmovernos en esa dirección. El gesto libre y generoso de la persona que cuida de la Vida, pone en evidencia el rol protagónico del hombre en la trama del «entre». Su capacidad de reverencia -que anida en esa partícula elemental, frente a algo infinitamente más grande que él, que puede dar sentido a su vida.

También desde el punto de vista metafísico –y aquí es dónde se sitúa principalmente Florenski en su capítulo- puede pensarse al amor como lo que se opone a la nada, al no ser y el vacío. En la perspectiva de la metafísica clásica, para san Agustín o santo Tomás la existencia es sostenida por un gesto generoso, libre, de Amor divino. Todo lo que existe es testimonio del amor de Dios por su creatura. Hay para ellos, una íntima relación entre la existencia y el amor de modo que cuando algo existe es porque el Amor le está presente.21 La ausencia de amor es la ausencia de ser, es no ser, nada. Verdaderamente entonces, es fatal la soledad: la soledad metafísica en el caso del ser finito equivale a su aniquilación.

Dios es Amor dice san Juan (1Jn 4:8), Dios es entonces quien existe plenamente, como Ser Absoluto en sí. Pero es un Absoluto que por amor, libremente, se hizo a sí mismo en cierta medida relativo en el acto de crear:

Bulgákov: “La kenosis del Dios-Trinidad en la creación conlleva el empequeñecerse de Dios respecto a su carácter de absoluto. El Dios absoluto, que no se refiere a nada excepto a sí mismo, se convierte en absoluto correlativo. Precisamente al poner el ser relativo de la creatura, entra en correlación con él, lo «Absoluto» se convierte en «Dios» que es un concepto relativo. Él es Dios respecto a otro, para la creatura; lo Absoluto tomado en sí mismo no es Dios.” (2014, 279)

Dios se llama Dios a partir de ese gesto de entrega, del don a nosotros de la existencia. Y ese amor realizado a causa de nosotros es para nosotros belleza (yo soy tu hijo, Señor, te amo, y siento alegría, sin la que el mundo no podría subsistir y ser.) La creación entonces es amor entregado. En esta perspectiva la realidad es un regalo de Alguien a mí, a nosotros. O para hablar con precisión: yo, nosotros somos un regalo al que se le sigue regalando. No éramos nadie, somos don de un Yo (o un Nosotros) que ha dispuesto ese regalo especialmente para un tú o ustedes, que somos nosotros. Es una cuestión estrictamente personal.

De modo similar el hombre como hacedor, imagen y semejanza, es también en su medida creador, tiene la capacidad de amar, de poner en la existencia una novedad. Una novedad que procede de su identidad personal (de su yo), una novedad que lo re-presenta, y que responde a un tú, que es correlativa a un tú, que ha pensado especialmente para ese tú, o ese ustedes. Tanto en sus gestos concretos de amor, como en el arte, o la cultura en general podemos señalar detrás de ellos, ese movimiento estrictamente personal. La obra de un hombre es de ese hombre y referida a tales personas en tal circunstancia. Es correspondencia. Mi obra es (intenta ser y sólo si lo es nos sentimos en paz) mi verdad manifestada por el amor, la verdad que me define y me da un nombre, puesta en acto, hecha don, (especialmente, correspondiente) por mi libertad: nos hacemos a nuestra medida como dioses, por la generosidad de Dios. La existencia ha sido creada, es sostenida, sanada y acrecentada por cada una de esas entregas personales libres.

El amor es una energía por decir así, donante de existencia, ontologizante

Florenski “[…] el amor es un acto substancial que pasa del sujeto al objeto y que tiene su punto de apoyo en el objeto, mientras que el conocimiento y el gozo son inmanentes al sujeto y es en él donde encuentran el punto de aplicación de su fuerza.” (2010, 95)22

La belleza es la luz en la que resplandece el amor realizado como manifestación de la verdad.

“La belleza, siendo una manifestación o demostración de lo que ha llegado a ser objetivo, está relacionada esencialmente con la luz, porque todo aquello que pude manifestarse es manifestado precisamente por la luz.” (FLORENSKI, 2010, 113)

El amor es una fuerza ontológica luminosa (Cfr. FLORENSKI, 2010, 97). Es entrega que regala para una vida nueva. ¿No es verdad que hay algo pascual en toda esta descripción del amor? ¿De la entrega de sí para dar vida?

Y si toda la creación ha sido pensada según las Escrituras en vistas a Cristo (Col 1, 16-17), el Sacrificio de amor de Cristo, su obra redentora, culmina el trabajo del Amor. La historia de la salvación es amor realizado. Y cada gesto del hombre que se pone libremente a favor de la construcción del Reino es amor realizado, hecho posible a su vez, por el Amor que lo crea, sostiene y redime. Es amor gracias al Amor. Forma parte del Entre, textura del Amor.2323

Estas ideas insuflan a la belleza una dimensión de dramaticidad de la que la noción romántica de belleza carece.24

El amor humano es un amor herido. Es Penia. Pero también es Poros. Es Poros en su perfil activo, hacedor y es Penia, en su perfil de indigencia y necesidad. Podría pensarse a Poros como el recurso que ha recibido Penia para superar su indigencia. Así al menos aparece en el mito relatado por Platón. Podríamos pensar que Poros entrega sus conquistas como don a Penia. Pero mutuamente, interpersonalmente: mi amor hacedor por el otro alivia su indigencia y circularmente es su amor el que alivia la mía.

La alegría por la belleza que experimenta el hombre se entiende dentro de esta constelación. Dostoievski encabeza su última novela con los versículos de Juan 12, 24 que apuntan al misterio pascual del amor: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.

Si es cierto que el amor crea y sostiene lo existente y que el amor realizado es belleza, entonces la belleza sin amor es realmente un espejismo, falsedad, una silueta vacía. Hija de la mentira.

 El santo, luz que irradia la plenitud de lo humano.

Pobre amiga, cansada del mundo,
Cuánta fatiga sienten ya tus miembros,
Pero en mí encontrará reposo tu cuerpo
Mientras oscurece y se apaga el crepúsculo.
Pobre amiga, el amor no pregunta
Dónde estuviste ni de dónde venias,
Susurra suave, llámame solamente
Y entrarás en mi corazón, mudo.
La muerte y el tiempo rigen el universo
Pero no podrán adueñarse de ti.
En el círculo oscuro de la nada terrena
Sólo permanece inamovible el sol del amor.
Vladimir Soloviov

La dramaticidad de la belleza en la historia de los hombres encuentra en la figura del santo el grado más alto del amor realizado dentro del horizonte de la creación herida.

Evdokimov: “La belleza natural es real, aunque frágil. Por eso, en la cima del ser se encuentra la belleza personalizada en un santo que se convierte en el centro hipostasiado de la naturaleza en cuanto «microcosmos» y «microthéos». La naturaleza espera gimiendo que su belleza sea salvada a través del hombre hecho santo.” (1991, 45)

El santo es centro, «microcosmos» y «microtheos». El santo vive en una mayor cercanía, en una cercanía más íntima y personal al Sol del amor, que el resto de los seres. Encarna de manera especial el amor realizado por Dios en el corazón del hombre que se abre a sus dones.

Florenski: [El creyente] Por medio del Hijo recibe al Espíritu Santo y entonces, en el Paráclito, contempla la inefable belleza del ser de Dios, experimenta un gozo que le conmueve de un modo inexplicable, viendo en el interior de su corazón de carne la luz espiritual o «la luz del Tabor»; y así él mismo se vuelve espiritual y bello. […] Aquí el Espíritu Santo es calificado directamente como la Causa de la belleza luminosa del santo. La luz espiritual», acompañada a veces por el «calor» y el «perfume» espirituales: he aquí la intuición racional que buscábamos, la intuición que incluye en sí misma la serie de los elementos que la fundamentan, la belleza perfecta como síntesis del dato concreto absoluto y de la justificación racional absoluta. La luz espiritual es la luz de la misma Divinidad Trihipostática, la esencia divina que no viene meramente dada como un hecho externo, sino que es dada en sí misma. […] aquella luz en cuya visión se alcanza la contemplación de Dios y que es por eso nuestra salvación, ya que no podemos vivir fuera de Dios. ¿No reza acaso el cristiano ortodoxo? «Sálvame en tu resplandor»” (2010, 110-111)25

Un papel luminoso, mediador del Resplandor y por lo mismo de la salvación en la que consiste la cercanía al Sol del amor, también lo actúan algunos personajes de Dostoievski: Mishkin, Makar (El adolescente), Zozima (Los hermanos Karamazovi).

Evdokimov: “Dostoievski dibuja un rostro de santo y lo suspende en la pared del fondo como un icono. Pero en su luz reveladora y terapéutica es donde se descifra el sentido de los acontecimientos que suceden en la escena del mundo…” (1991, 46)

 Mientras tanto el hombre pugna por alcanzar el ideal

Dostoievski en sus obras, como señala Evdokimov, dibuja un rostro de santo y lo suspende en la pared del fondo como un icono. Su presencia luminosa provoca en los personajes que los rodean y en nosotros sus lectores, la terapéutica reminiscencia de nuestra profunda identidad metafísica. Nos recuerda nuestras posibilidades espirituales, latentes en el misterio del hombre. Ser hombre es no abandonarse en la batalla. Dostoievski sabía de la perseverancia en esa lucha.

Luego de la muerte de María, su primera mujer, Dostoievski que se sentía culpable por haberla prácticamente abandonado en su agonía (él también conoció como Dimitri las tempestades que se engendran en la sangre), escribe:

“16 de abril. Masha yace ante mí, sobre la mesa. ¿Volveré a verla jamás? Amar a otro como a sí mismo de acuerdo con el mandamiento de Cristo es imposible. El hombre está atado a la tierra por la ley de la personalidad. El Ego lo retiene. Sólo Cristo pudo hacerlo, pero Cristo es un ideal perpetuo y eterno, y para alcanzarlo el hombre se esfuerza, y la ley de la naturaleza le induce a luchar contra él…Y por lo tanto en la tierra el hombre pugna por alcanzar un ideal que contradice su naturaleza. Cuando el hombre ve que no ha vivido de acuerdo con el mandamiento que le impone alcanzar el ideal, que no ha sacrificado su Ego a otras personas a otro ser (Masha y yo), sufre y llama pecado a esa condición. El hombre debe sufrir incesantemente, pero este sentimiento está compensado por la alegría celestial que viene de esforzarse por el mandamiento a través del sacrificio. Este es el «equilibrio terrenal»; sin él la vida carecería de sentido.” (Cfr., KJETSAA, 1989, 175)

Estas notas pertenecen a la misma época en que escribiera la novela en la que se escucha por primera vez la voz de profundis de Dostoievski: Memorias del subsuelo, alrededor de 20 años antes de Los hermanos Karamazovi. Pero ya encontramos allí, planteado en otros términos el dilema que anida en el corazón del hombre y que surgirá con mayor claridad en el personaje de Dimitri.

Me conmueve la mirada de Dostoievski. Ella, como la mirada de un padre, sabe compadecerse del hombre y su lucha más allá de sus fracasos

Terriblemente mucho ha tenido que sufrir el hombre sobre la Tierra, terriblemente excesiva es su desgracia. ¡Pero a pesar de todo yo soy tu hijo, Señor!

Terminamos con estas líneas de Soloviov, su joven amigo

Viven los hombres del amor de Dios,
que sobre todos desciende invisible,
del Verbo de Dios que, silencioso,
resuena en el mundo entero.
Viven los hombres de aquel amor,
que sólo anhela al otro,
que triunfa de la muerte
y no concluye en el hades.
Y puesto que no es demasiada osadía
sentirse hombre entre los hombres,
vivo en la idea de que junto al amado
juntos estaremos para siempre.

Bibliografía

BENJAMIN, Walter “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en Discursos Interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1989
BERDIAEV, Nicolás, El espíritu de Dostoievski, Lohlé, Buenos Aires, 1978
BULGÁKOV, Sergui, El Paráclito, Sígueme, Salamanca, 2014
DELL’ ASTA, Adriano “Vladimir Soloviev”, Revista Católica InternacionalCommunio, Segunda época, Año 13, mayo-junio de 1991, http://www.mercaba.org/Enciclopedia/S/vladimir_soloviev.htm
 DOSTOIEVKI, Fedor “Epistolario de Dostoievski relacionado con sus obras”, en Obras Completas, Tomo IV, Aguilar, Méjico, 1991
 DOSOIEVSKI, Fedor, Demonios, Barcelona, Planeta, 1984
 DOSTOIEVSKI, Fedor Los hermanos Karamazovi, en Obras Completas, Tomo III, traducción de Rafael Cansinos Assens, Aguilar, Méjico, 1991
 DOSTOIEVSKI, Fedor, El idiota, Juventud, Barcelona, 1977
 EVDOKIMOV Pavel, El arte del icono. Teología de la belleza, Claretianas, Madrid, 1991
 FLORENSKI, Pavel, La columna y el fundamento de la verdad, Sígueme, Salamanca, 2010
 FRANK Semen Ljudvigovic, L’inattingibile. Verso una filosofía della religione, Jaca Book, Milano, 1976
 GILSON Etienne, El tomismo, EUNSA Pamplona: 1978,
 HULIN, Michel, La mística salvaje, Siruela, Madrid, 2007
 KJETSAA, Geir, Dostoyevski. La vida de un escritor, Javier Vergara Buenos Aires, 1989
 ŠPIDLIK Tomăs, Los grandes místicos rusos, Ciudad Nueva, Madrid, 1986
 TARKOVSKI Andrei, Esculpir en el tiempo, Rialp Madrid, 1991
SOLOVIOV, Vladimir, El significado del amor, Burgos, Monte Carmelo, 200

Notas

[1]El príncipe Mishkin recuerda a un personaje típico de la tradición espiritual rusa que suele despertar esas reacciones, los jurodivyi, los locos en Cristo. Para conocer los rasgos de esa espiritualidad véase: ŠPIDLIK, 1986,139-145

[2]Compárese con la siguiente constatación de Michel Hulin a propósito de una cierta mística natural o salvaje, como la denomina en su libro: “Surja espontáneamente, de improviso, o sea inducida por medios más o menos artificiales, la forma de experiencia mística calificada por nosotros de «salvaje» implica siempre una nota afectiva fundamental: la de una alegría sin medida, gratuita y portadora al mismo tiempo de la misteriosa certeza de que «todo está bien» […]” (HULIN, 2007, 133)

[3]La expresión es de Walter Benjamin: “Conviene ilustrar el concepto de aura, que más arriba hemos propuesto para temas históricos, en el concepto de un aura de los objetos naturales. Definimos ésta como la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar). Descansar en un atardecer de verano y seguir con la mirada una cordillera en el horizonte o una rama que arroja su sombra sobre el que reposa, eso es aspirar el aura de las montañas” […] “La definición del aura como «la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)» no representa otra cosa que la formulación del valor cultual de la obra artística en categorías de percepción espacio-temporal. Lejanía es lo contrario que cercanía. Lo esencialmente lejano es lo inaproximable. Y serlo es de hecho una cualidad capital de la imagen cultual. Por propia naturaleza sigue siendo «lejanía por cercana que pueda estar». Una vez aparecida conserva su lejanía, a la cual en nada perjudica la cercanía que pueda lograrse de su materia.” (BENJAMIN, 1989, 24)

[4]S “Il bello è sempre una «immagine», un «quadro», un intero non analizzato, oggetto di pura contemplazione sensibile e non di pensiero analizzante e scomponente.” Y también: “il bello è un’unità metalogica in quanto è dato visibilmente e viene ravvisato in maniera contemplativa nella sua composizione data ai sensi o attraverso la medesima.” Las traducciones son mías. No existe hasta el momento una versión en español de la que tengamos conocimiento. Todas las bastardillas son de Frank.

[5]“L’essenza immanente della belleza sta nel fatto che in essa noi percepiamo in maniera inmediata-evidente ed esperimentiamo nell’aspetto più esterno dell’ essere il suo valore assoluto, la sua significanza e fondatezza interiore. Perciò il bello è un essere non-problemático, inquestionabile: sono fuori posto ogni «perché», «per qual motivo», «per qual raggione», dove la «fondatezza» interiore si dischiude immanente nello stesso fenómeno ed è già racchhiusa in quest’ultimo.” 6

[6]“Nel bello noi facciamo pace interiore con l’essere, perché il bello porta in sè immanenti e ci dischiude l’ultima profundità, l’ultimo fondamento interiormente autoevidente e per noi «trasparente» dell’essere.”

[7]“La belleza è la testimonianza inmediata più evidente e convincente di una certa affinità misteriosa fra il mondo «interiore» ed «esteriore», fra il nostro autoessere interiore inmediato e il primo fondamento del mondo esteriore degli oggetti”.

[8]“noi scorgiamo nella realtà esterna qualcosa di Parente alla nostra profondità intima, al nostro autoessere nascosto; e nel momento del godimento estético cessiamo di sentirci soli e invece troviamo nella realtà esterna che ci circonda una sospirata «patria» per la nostra «anima», per questa pellegrina solitaria nel mondo degli oggetti.”

[9]“Il fatto della «bellezza» o dell’ «esperienza estetica» testimonia irrefutabilemente di una profonda parentela interiore nella struttura stessa degli oggetti dell’esperienza «esterna» e «interna», testimonia di una certa unità fra l’essere oggettivato esteriore e l’ «autoessere» interiore.” 10

[10]“Nell’esperienza della «bellezza» a noi si revela l’unità per essenza inattingibile della realtà come tale al di là delle categorie dell’esteriore e interiore, di oggettivo e soggettivo, in altre parole una parentela, profonda, misteriosa, inesplicabile «prosaicamente» ma autoevidente nonostante tutta la sua misteriosità, fra il mondo intimo dell’anima umana e il fondamento di quanto ci sta davanti come mondo esterno della realtà oggettivata.”

[11]Mitia es el diminutivo de Dimitri. En la novela aparecen indistintamente los dos formas.

[12]Probablemente Dostoievski haya realizado una adaptación de los siguientes versos: Freude trinken alle Wesen/ An den Brüsten der Natur; /Alle Guten, alle Bösen/ Folgen ihrer Rosenspur. /Kiss gab sie uns und Reben, /Einen Freund, geprüft im Tod; Wollust ward dem Wurm gegeben,/Und der Cherub steht vor Gott. [Se derrama la Alegría para todos los seres/por todos los senos de la Naturaleza; /Todos los buenos, todos los malos, /Siguen su camino de rosas. /Ella nos dio los besos y la vida, /Y un amigo, probado hasta en la muerte; /Al gusanillo fue dada la voluptuosidad, /Y el querubín está ante Dios. / ¡Ante Dios!] Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Oda_a_la_Alegr%C3%ADa Sin embargo no hemos rastreado aún si existe algún otro paralelo.

[13]La traducción que usamos en el encabezado general de este trabajo de un fragmento de este texto (que es en algún aspecto diversa en su forma a la presente) la tomamos del libro de Nicolás Berdiaev, (1978, p. 45-46)

[14]“Sulla base di quanto abbiamo detto potrà sembrare –come piùvolte è accaduto allo spirito umano- che nel fenomeno della belleza sia contenuta la soluzione del tragico enigma che tormenta il cuore umano, che sia aperta la via d’uscita dal dualismo e dalla disarmonia ontológica che costituiscono la tragicità dell’essitenza umana. Purtroppo non è così.”

[15]“la belleza come tale non lo salva dalle forze distruggitrici del male nè dalla tragicità della vita. […] Essa segnala una certa armonia potenziale dell’essere ma coesiste pacificamente con la sua disarmonia attuale; anzi essa stessa, secondo la profonda osservazione di Dostoievskij, accoppia in se medesima il «divino» col «satanico» perché dove qualcosa ci seduce con la sua apparenza ingannatrice noi abbiamo a che fare col principio demoniaco. […] Perciò il sogno della trasfigurazione finale del mondo è il sogno del trionfo completo in esso della belleza; ma è appunto solo un sogno cui si contrapone l’amara realtà della disarmonia e lacerazione interiori dell’essere. La belleza è solamente un riflesso del «paradiso», della radicazione ontologica di tutta la realtà nell’unitotalità divina.” La unitotalidad divina equivale, creemos, a la comprensión de la realidad como procedente de Dios y existiendo en Dios, siendo sostenida por Él. (“en Dios vivimos, nos movemos y existimos” Hch 17, 28)

[16]Apartado titulado “La belleza y el mal”. La expresión horror antiguo (drevnyi uzhas) aludiendo al miedo frente a la amenaza de la nada sobre el ser corresponde a S. V. Ivanov. Cfr. nota al pie 36

[17]Dice Pavel Florenski “Todo el asunto estriba en que aquella visión que surge en la frontera entre el mundo visible e invisible puede deberse a la ausencia de toda realidad perteneciente a este mundo de abajo, es decir, puede ser una señal incomprensible de nuestro propio vacío, porque la pasión es la ausencia en el alma del ser concreto objetivo. Entonces, en la casa desocupada y barrida entran y se instalan máscaras de la realidad, ya completamente apartadas del mundo real.» (2016, p. 47) Y también: “La prélest’ es una inclinación apasionada o pasional del alma hacia la mentira, movimiento basado en el orgullo.” Archimandrita, más tarde obispo, Ignati Briancháninov, Sobre la oración de Jesús; Obras, Sankt-Petesburg, 1865, vol. I, 130, (Cfr. FLORENSKI, 2010, 573)

[18]Los poemas que citamos de Soloviov los tomamos de un trabajo sobre este autor de Adriano Dell’ Asta publicado en la Revista Católica Internacional Communio, Segunda época, Año 13, mayo-junio de 1991, pp. 246-265. Publicado en: http://www.mercaba.org/Enciclopedia/S/vladimir_soloviev.htm acceso, 13 de agosto de 2018

[19]Continúa Florenski, en su carta IV titulada “La luz de la verdad”: “«La Verdad, el Bien y la Belleza»: esta tríada metafísica representa no tres principios diferentes, sino uno sólo. Se trata de una misma vida espiritual, pero considerada desde diversos puntos de vista. La vida espiritual en la medida en que procede del Yo y tiene su foco de irradiación en el Yo, es la Verdad. Percibida como la acción inmediata del otro es el Bien. Contemplada finalmente por un tercero como algo objetivo, como algo que irradia hacia afuera, es la Belleza.”

[20]Platón en Banquete 206e sostiene que el impulso creador engendra en la belleza, movido por la belleza. En Florenski el amor realizado es la belleza. Sin embargo creemos que no se oponen: son dos momentos distintos en la relación amor–belleza: el inicial donde se produce la motivación y el final donde asistimos a la realización. El que engendra (el de da, el que pone en el ser) es el amor

[21]«Todo el tiempo que una cosa existe, es preciso que Dios le esté presente en tanto que existe. Ahora bien, existir es lo más íntimo que hay en cada ser, y es lo que más profundo hay en él, puesto que el existir es forma para todo lo que hay en este ser. Es preciso pues, que Dios esté en todas las cosas, e íntimamente: unde oportet quod Deus sit in ómnibus rebús, et intime» Santo Tomás, Suma Teológica, I, 8, 1 ad Resp. Cf. In I sent. dist. 37, q. 1, art., 1 Solutio)” (GILSON, 1978, 168)

[22]Florenski continúa señalando la virtud ontologizante del amor: “El amor de Dios pasa hasta nosotros, pero el conocimiento y el gozo contemplativo siguen permaneciendo en Él. Precisamente por eso la Hipóstasis que se ha encarnado no es el Padre ni el Espíritu Santo (el Paráclito =Consolador, el que llena de alegría), sino el Hijo-Verbo, el Amor divino hipostático, el Corazón paterno, si se nos permite utilizar la atrevida expresión de Jacobo Böhme, para el cual el Hijo representa «el corazón en el Padre, Das Herz im Vater».”, p. 95 “Amar al Dios invisible significa descubrir pasivamente ante Él el propio corazón y esperar Su revelación activa, para que la energía del amor divino desciende al corazón: «La causa del amor a Dios es Dios –Causa diligendi Deum Deus est», dice Bernardo de Claraval. Por el contrario, amar a una criatura visible significa permitir a la energía divina recibida manifestarse atravesando al que la recibe, irradiando hacia fuera y a su alrededor, del mismo modo como actúa en la Divinidad Trihipostática misma; es permitirle pasar a otro, llegando al hermano. Para los esfuerzos meramente humanos, el amor al hermano es absolutamente imposible. Es la obra de la fuerza de Dios. Amando, amamos por Dios y en Dios.” (2010, 101-102)

[23]Para Soloviov amando nos abrimos a la intimidad de los seres desde su fundamento que es en definitiva también el nuestro. El amor nos reconduce a la unidad vital común, a la infinitamente grande e inconmensurable Vida Divina: “Cuando hablamos de tener fe en el objeto de nuestro amor debemos entender la afirmación de este objeto como algo que existe en Dios y que sólo en este sentido adquiere un valor infinito. Evidentemente, esta actitud con respecto al otro, que nos hace considerarlo como trascendente y que lo traspone mentalmente a la esfera de la Divinidad, presupone una actitud análoga hacia sí mismo, una trasposición análoga y afirmación de sí en la esfera absoluta. Yo puedo reconocer el valor absoluto de una persona determinada o tener fe en ella (sin lo cual es imposible un amor auténtico) sólo si la afirmo en Dios y, por consiguiente, sólo si creo en Dios mismo y en mí como ser que tiene en Dios su propio centro focal y sus propias raíces. Esta fe trinitaria es ya en cierto sentido un acto interior, y con este acto se ponen los cimientos de una reunificación auténtica del hombre con su otro y para restablecer en uno (o en los dos) la imagen del Dios uno y trino...” (2009, 98) Ese sería el significado del amor y de su irradiación en la belleza, la anamnesis de nuestra vocación creatural a ser partícipes del entre la vida divina “[…] Y aunque nuestra vida real se desarrolle fuera de esta esfera superior, a nuestro intelecto no le es totalmente extraño sino que, por el contrario, podemos tener también un cierto conocimiento especulativo de las leyes de su naturaleza. Y la primera ley, la fundamental, dice: si en nuestro mundo la existencia distinta y aislada es una realidad y algo actual, mientras que la unidad es sólo un concepto y una idea, en el otro mundo, en cambio, lo verdaderamente real es la unidad o, más exactamente, la unitotalidad, mientras que la distinción y el aislamiento existen solamente como algo potencial y subjetivo” (SOLOVIOV, 2009, 29)

[24]Cfr. la conferencia en Chile de sacerdote jesuita Marko Rupnik: https://youtu.be/wK2gazqC89M acceso, 13 de agosto de 2018

[25]Es interesante recorrer la nota 127: allí Florenski enumera en relación con el tema de la luz una gran cantidad de lugares en la obra de Dostoievski en los que se refiere a la luz del ocaso. “Este rayo del sol del ocaso es el símbolo de nuestra relación con el otro mundo” (p. 558) “Precisamente por eso los santos padres llamaban a la ascesis, en cuanto actividad dirigida a la contemplación de la luz inefable por el Espíritu Santo, no una ciencia y ni tan siquiera una trabajo moral, sino un arte; es más: la ascesis era para ellos el arte por excelencia, «el arte de las artes» […] Y de hecho la ascética no está dirigida a formar al hombre «bueno», sino bello; el rasgo característico de los santos ascetas no es en modo alguno la «bondad», que se encuentra también en hombres carnales, incluso en pecadores habituales: es la belleza espiritual, la belleza deslumbradora de una persona resplandeciente, portadora de luz.” (2010 113)