La mística y la poesía del nosotros en Chiara Lubich
Chiara Lubich’s Mysticism and the poetry of ‘we’

O meu projeto de morrer é o meu ofício Esperar é um modo de chegares Um modo de te amar dentro do tempo1
Daniel Faria

Ricardo González Hidalgo*
*Docente en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile: Teología Fundamental, Mística y Poesía, Espiritualidad, Ecología y Ciencias Sociales.
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Resumen
La experiencia mística y su expresión poética en la Iglesia católica, tradicionalmente han sido vivenciadas y significadas de un modo estrictamente individual y , personal. Chiara Lubich, una gran carismática de nuestro tiempo, nos introduce y nos propone una nueva mística, la del nosotros, una mística comunitaria y trinitaria. En la mística tradicional cada persona se relaciona con el Dios trinitario, presente en su propia interioridad, de forma individual. La mística que el Espíritu Santo propone para nuestro tiempo, como desarrollo de la anterior, según Lubich, es comunitaria, colectiva. La intención de este artículo es destacar uno de los aspectos fundamentales de la mística y de la poesía de Lubich, nacida del carisma de la unidad 1y de la experiencia colectiva de la presencia de Jesús en medio de la comunidad2: la mística y la poesía del nosotros.

Palabras clave:carisma de la unidad, vida trinitaria, Iglesiacomunión, mística y poesía del nosotros

 

Abstract
In the Catholic Church mysticism experiences and their poetic expression have been traditionally understood and lived as strictly personal and individualistic. One of the great charismatic women of our times, Chiara Lubich, introduced and proposed a new mysticism, the mysticism of ‘we’, a mysticism of the community and trinity. In traditional mysticism each person has a relationship to a trinity God that it’s present in its own inner self in an individual or individualistic way. According to Chiara Lubich the mysticism that the Holy Spirit proposes for our times, as developing from the ladder concept, is communal, collective. The purpose of this article is to highlight one of the fundamental elements of Lubich’s mysticism and poetry born out of the charisma of unity and the collective experience of Jesus’s presence at the center of the community: the mysticism and the poetry of ‘we’.

Keywords:The charisma of unity, trinity life, church-communion, mysticism and poetry of ‘we’.

Introducción

L a experiencia mística y su expresión poética en la Iglesia católica, tradicionalmente han sido vivenciadas y significadas de un modo estrictamente individual y personal. Chiara Lubich, una gran carismática de nuestro tiempo, nos introduce y nos propone una nueva mística, la del nosotros, una mística comunitaria y trinitaria.

La intención de este artículo es destacar uno de los aspectos fundamentales de la mística y de la poesía de Lubich, nacida del carisma de la unidad y de la experiencia colectiva de la presencia de Jesús en medio de la comunidad (Mt. 18,20) como lo es la mística y la poesía del nosotros.

En la mística tradicional cada persona se relaciona con el Dios trinitario, presente en su propia interioridad, de forma individual, por ejemplo a través de la oración y de la Eucaristía. La mística que el Espíritu Santo propone para nuestro tiempo, como desarrollo de la anterior y como respuesta a los Signos de los Tiempos, según Lubich, es comunitaria.

Lubich propone un cambio de paradigma místico basado en las siguientes convicciones: 1. Así como Dios habita en mí, también habita en el corazón de los hermanos. 2. Si Dios es Trinidad, es comunión de personas, el uno con el otro juntos, Padre Hijo y Espíritu Santo y ésta es modelo de toda vivencia para la humanidad. 3. Si Jesús vino a la tierra trayendo la vida de la Trinidad, estamos llamados a amar al prójimo como a nosotros mismos, a amarnos unos a otros. 4. La experiencia mística surge del mirar y amar a los demás, del volverse a los otros, porque en todos y en cada uno habita la Trinidad.

El propósito del presente artículo es desentrañar del pensamiento de Chiara Lubich la mística y la poesía del nosotros, que nace de una experiencia y una doctrina espiritual comunitaria3.

Chiara Lubich

Chiara Lubich nació el 22 de enero de 1920 en Trento (en el Norte de Italia) y fue bautizada con el nombre de Silvia. Su madre fue una cristiana ferviente y su padre, tipógrafo y socialista. En 1938 Chiara se graduó de profesora básica ejerciendo en diversos pueblitos de los alrededores de Trento, ese mismo año se matriculó en la Universidad de Venecia donde comenzó los estudios de filosofía, pero la Segunda Guerra Mundial le impidió continuarlos.

En 1939 durante un curso para jóvenes de la Acción Católica visitó el Santuario Mariano de Loreto y descubrió allí su vocación. Observando la Casa Lauretana Chiara quedó impactada por la particular convivencia de vírgenes y casados de la familia de Nazareth e intuye que nacerá en la Iglesia una nueva realidad, un cuarto camino.

En 1943 al entrar en la Tercera Orden Franciscana, Lubich atraída por la elección radical de Dios que hizo Clara de Asís, adoptó el nombre de Chiara (= Clara). El 7 de diciembre de 1943 se consagra para siempre a Dios con el voto de castidad: esta fecha es considerada el inicio del Movimiento de los Focolares u Obra de María. El 13 de mayo de 1944 Trento fue bombardeada y la casa de la familia Lubich destruida, debiendo huir a las montañas, fuera de la ciudad. Chiara decidió permanecer en Trento para sostener lo que estaba naciendo a su alrededor. Le ofrecieron un pequeño departamento que llamó “la casita”, en recuerdo de la casa de Loreto. En esa casa se estableció con sus primeras compañeras: Natalia Dallapiccola, Doriana Zamboni, Giosi Guella y Graziella De Luca. Nace así el primer Focolar, una comunidad de personas, vírgenes y casadas, todas consagradas a Dios, aunque de distintas maneras, como la casita de Nazareth, con Jesús presente entre ellas. Cuando Trento comenzó a sufrir los bombardeos aéreos, Chiara y sus amigas corrían a los refugios anti-aéreos. Muchas personas no llegaban y morían. No había tiempo que perder una vez que sonaba la sirena. La única posesión que Chiara tomaba para llevar consigo era su librito de los Evangelios. Y así lo hicimos. A los pocos meses llegaban a 500 las personas que, en Trento y sus alrededores, seguían todas este Ideal:

“A medida que la guerra avanzaba, cuenta Chiara, muchas cosas fueron destruidas. Muchos ideales que habían ocupado nuestras mentes jóvenes se habían derrumbado. Una de nosotros amaba su hogar y fue destruido. Otra amaba a su novio... y él nunca regresó del frente. Yo estaba estudiando en la universidad en otra ciudad, y la guerra impidió que siguiera. Otras dos, que amaban el arte, veían cómo, valiosas obras de arte se hacían añicos en instantes. Solíamos reunirnos todos los días, a veces once veces en un día, en el refugio anti-aéreo, que en sí no era ni siquiera seguro. Podíamos haber muerto de un momento a otro. Una pregunta nos inquietaba: seguramente debe haber un ideal que no muera, un ideal que valga la pena ser seguido y que no pueda destruir ninguna bomba. La respuesta llegó inmediatamente, sí existe: Dios. “Entonces, dijimos: que Dios sea nuestro ideal” 4.

Chiara recuerda que fue allí, en los refugios antiaéreos, a la luz de una vela, que leyendo el Evangelio descubrieron la oración sacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno, como tu Padre en mi y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea...” (Juan 17,21). Comprendieron que para esa página del Evangelio habían nacido.

En 1947 el naciente movimiento recibe su primera aprobación de parte de la Iglesia diocesana de Trento a través de su arzobispo monseñor Carlo De Ferrari, quién había reconocido que allí estaba “el dedo de Dios”. Respecto al descubrimiento de la Unidad como ideal de vida, en 1947 Lubich escribía en una carta: “Fíjense en la mente una sola idea. Siempre ha sido una sola idea la que ha hecho grandes a los santos. Pues bien, nuestra idea es ésta: Unidad”55. Y en otra carta, de 1948 dice: “Que todo se venga abajo. ¡La Unidad jamás! (...) Tengan entre ustedes... siempre este Fuego encendido. Y no tengan miedo de morir. Ya han probado que la Unidad exige la muerte de todos ¡para dar vida al Uno! (...) Hagan esto como sacrosanto deber, si bien les procurará inmensa alegría. ¡Es Jesús quien ha prometido la plenitud de la felicidad a quien vive la Unidad!”6

Un texto clásico, también de esa época, 1948, pone las bases de lo que es la mística trinitaria y comunitaria en Chiara Lubich, dice así: “¡La Unidad! ¿Quién podrá aventurarse a hablar de ella? ¡Es inefable como Dios! Se siente, se ve, se goza pero... ¡es inefable! Todos gozan de su presencia, todos sufren con su ausencia. Es paz, felicidad, amor, ardor, clima de heroísmo, de suma generosidad. ¡Es Jesús entre nosotros!”7.

Después de la guerra nacieron comunidades por toda Italia. En 1948 Chiara se traslada a Roma donde conoce a Igino Giordani, parlamentario y escritor, quien descubre en ella, un carisma nuevo, una nueva “Catalina de Siena”, la espiritualidad que siempre había buscado. Igino Giordani llega a ser el primer focolarino casado del Movimiento y es considerado co-fundador de la Obra de María. Durante el verano de 1949, Chiara, sus primeras compañeras y sus primeros seguidores, incluido Igino Giordani fueron a descansar a Tonadico, a los Alpes Dolomíticos, allí vivieron una serie de experiencias iluminativas extraordinarias, tanto que “la religión, afirma Chiara, nos pareció nueva y comprendimos mejor muchas verdades de la fe”. Estaban hasta tal punto fundidas en uno, que Chiara hablaba de una sola Alma que progresa en lo divino”8. Fue una experiencia mística colectiva, la mística del nosotros.

La historia de Chiara Lubich, de su carisma y espiritualidad, recién comienza con estas experiencias fundantes. Su desarrollo posterior no lo trataremos aquí para concentrarnos directamente en el tema que nos convoca9.

La mística y la poesía

Karl Rahner, ya en 1966, profetizaba respecto de las características que tendría que tener el cristiano del futuro: “...cabría decir que el cristiano del futuro será un “místico”, es decir, una persona que ha experimentado algo, o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales”10. Para Rahner en los tiempos futuros, es decir en nuestros tiempos, donde la religión es relegada al espacio privado, donde la práctica religiosa pública es cuestionada e incluso perseguida, se requiere tener convicciones y raíces profundas sostenidas en una experiencia personal del Dios trascendente.

Pero, ¿qué es la mística? Son muchas y variadas las definiciones dadas al término mística. Para la teología es el estudio de la unión del ser humano con Dios, los grados de unión con Él, pero por sobre todo es la experiencia íntima y personal de contemplación de Dios.

Gabino Uríbarri, en su libro La mística de Jesús define la mística como “una experiencia religiosa genuina de encuentro con el Misterio absoluto y trascendente”, es, según este autor, “la experiencia personal de encuentro con Dios, con el Dios uno y trino, con el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo en el Espíritu”, “una experiencia personal, familiar, íntima, de encuentro con este Dios vivo y verdadero”11.

Otro autor que trata el tema de la mística es William James, quien en su libro Las variedades de la experiencia religiosa, afirma que una experiencia mística es inefable, porque es imposible expresar en palabras dicha experiencia; transitoria, porque el estado místico no puede durar en el tiempo; pasiva, en el que el místico siente como si fuese abrazado por un poder superior, y noética, es decir una “experiencia que permite alcanzar estados profundos de conocimiento de verdades que no pueden ser sondeadas por el intelecto12”.

Juan Martín Velasco, siguiendo la línea de argumentación de James, considera característico de la experiencia mística la pasividad del sujeto frente a ésta, lo que hace necesario, una disposición corporal, afectiva, anímica y mental para dicha experiencia y el encuentro con el Misterio, que sería la realidad última con la que el místico tiene contacto experiencial.13

En la misma línea de los autores mencionados, Lina Cadavid14, presenta la experiencia mística como la vivencia de la Presencia, para lo cuál el sujeto debe prepararse, dicha vivencia no se corresponde con un éxtasis sino más bien con un camino. “En la mística cristiana, afirma Cadavid, desde Dionisio Areopagita, ha sido común hablar de una triple división; según esta tradición las etapas de la vía mística son: la vía purgativa, la iluminativa y la unitiva. La primera de esas etapas se refiere a la purificación moral del sujeto, la segunda a la práctica de disciplinas y ejercicios concretos “tendientes a disponer la mente y la voluntad del sujeto”, y la tercera etapa corresponde al matrimonio espiritual15.

¿Y la poesía? En el contexto de esta comunicación es el género literario que intenta describir la experiencia íntima del encuentro con Dios. De hecho la experiencia mística produce en el sujeto una inspiración poética que posibilita la comunicación sensible de su propia experiencia. La poesía mística es aquella que expresa la unión nupcial entre el alma (la Amada) y Dios (el Amante), o entre la humanidad y su Creador.

La mística tradicional: características

No se puede prescindir de Santa Teresa de Ávila en el tratamiento del tema de la mística. En su libro Las Moradas16, santa Teresa compara nuestra alma con un castillo interior donde vive Dios, el rey, cuya puerta es la oración. Teresa de Ávila se apoya particularmente en cuatro citas bíblicas, la primera dice: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Juan 14:2), que según la santa, haría referencia al “castillo interior”. La segunda afirma: “El que me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Juan 14:23), que es la realización del itinerario espiritual de la santa. La tercera cita dice: “Mis delicias están con los hijos de los hombres”, (Proverbios 8:31), que demuestra que los seres humanos somos el paraíso de Dios. La última cita dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”, (Génesis 1:26), que es la prueba de la “gran dignidad y hermosura del alma”17 y de que fuimos creados para amar como Dios nos ama, porque Dios es amor.

La mística tradicional cristiana es reconocida como un camino personal e individual, cuyo itinerario lo describe magistralmente Santa Teresa, consta de “siete moradas” o niveles en el camino de la oración y la unión con Dios, éstos “van desde la conversión inicial en que comienza el trato con Dios, pasando por la oración de unión en la que la voluntad del orante y la de Dios son una sola, culminando en el matrimonio espiritual, o sea, la unión total del alma con Dios; estas siete moradas son: trato inicial con Dios, oración de recogimiento, oración de quietud, sosiego de potencia, oración de unión, desposorio espiritual y matrimonio espiritual”18.

“Las primeras moradas son el pórtico de entrada en la vida espiritual. Lo franqueamos con la decisión de buscar a Dios en nosotros, apoyándonos en Él, puesto que la peor de las miserias para santa Teresa de Jesús es la de vivir sin Dios, incluso la de imaginar que podemos hacer el bien sin Dios (...) Las segundas, terceras y cuartas moradas permitirán profundizar en la vida espiritual entendida como un camino hacia Dios, una búsqueda de Dios entendido como una participación progresiva en la vida divina. Este don es gratuito, pero debemos estar determinados a recibirlo, para hacer de este recibimiento el centro de nuestras vidas y, así, purificar el lugar de nosotros donde habita Dios. Es Dios quien nos hace pasar de una morada a otra, cuando quiere y de la forma que quiere (…). La entrada en las quintas moradas marca una transición: no pasamos de las cuartas a las quintas moradas de la misma forma que pasamos de las segundas a las terceras o de las terceras a las cuartas. Consideramos nuestra vida no tanto como un camino hacia Dios, sino que experimentamos a Dios viviendo en nosotros, como explica la frase de san Pablo: “¡ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí!” (Gálatas 2 :20). El deseo de amar es más intenso; al recibir una vida nueva, perdemos nuestros puntos de referencia antiguos y nuestras seguridades habituales. Las moradas sextas consisten en “compromisos espirituales”: hay una alternancia de sufrimientos ligados al sentimiento de ausencia de Dios y experiencias muy profundas de la presencia de Cristo. Aquí interviene una dilatación aún más profunda del corazón y del deseo de Dios. El arma utilizada a través de este trance es siempre la vuelta a la santa humanidad de Cristo: Jesús se une a nosotros en nuestra debilidad humana para transformarla, para revitalizar nuestro deseo de amar en comunión con él. Las séptimas moradas, al fin, son el punto de culminación definido por la unión con Dios en el “matrimonio espiritual”. Este matrimonio espiritual le fue concedido a santa Teresa de Jesús el 18 de noviembre de 1572. La unión con Dios es una participación profunda del deseo de Dios de salvar a todas las personas. A través del matrimonio espiritual todo queda transformado y se recibe un renovado deseo de vivir asumiendo nuestra condición y nuestros compromisos terrenales de manera aún más concreta y sin huir de la realidad”19.

La mística y la poesía del nosotros en Chiara Lubich

Karl Rahner, en un escrito suyo sobre la espiritualidad de la Iglesia del futuro afirma: “Las personas mayores hemos sido espiritualmente individualistas, debido a nuestro origen y a nuestra formación. Si hay una experiencia del Espíritu hecha en común, comúnmente considerada como tal, (...) esta es claramente la experiencia del primer Pentecostés en la Iglesia, un acontecimiento, se debe suponer, que no consistió en la reunión casual de una suma de místicos individualistas, sino en la experiencia del Espíritu hecha por la comunidad (...). Pienso que en una espiritualidad del futuro podrá jugar un papel más determinante el elemento de la comunión espiritual fraterna, de una espiritualidad vivida juntos, y que lentamente pero decididamente se deba continuar por este camino”20.

Veinte años antes del Concilio Vaticano II y mucho antes de las reflexiones de Karl Rahner, había nacido una nueva comunidad de vida en la Iglesia con una nueva espiritualidad, cuya característica principal es el ser comunitaria, colectiva: la espiritualidad de la unidad, nacida de un carisma.

Chiara Lubich, depositaria de ese carisma de unidad, explica dicha espiritualidad afirmando:

“En los siglos pasados muchas veces se ha pensado ir a Dios a solas (...) muchas veces se perdió la idea del valor del hermano en la vida espiritual, o hasta se llegó a ver en el hombre como un obstáculo para llegar a Dios. Apa Arsenio decía: “Huye de los hombres y te salvarás”. O bien: “No puedo estar contemporáneamente con Dios y con los hombres”21.

Muchos siglos más tarde aún se encuentran enseñanzas semejantes. En el famoso libro La imitación de Cristo, se lee:

“Los mayores santos evitaban, cuanto podían, la compañía de los hombres, u elegían servir a Dios en retiro. Dijo uno: “cuantas veces estuve entre los hombres, volví menos hombre”. (...) El que se aparta de amigos y conocidos, estará más cerca de Dios y sus ángeles”. Espiritualidades “individuales”, entonces, si bien el misterio del Cuerpo místico hace que nunca sean exclusivamente tales, dado que lo que sucede en una persona siempre tiene repercusiones en las demás. Y además, porque estos cristianos elevaban a Dios grandes oraciones y duras penitencias a favor de los hermanos. Los tiempos han cambiado. En esta época el Espíritu Santo llama con fuerza a los hombres a caminar el uno junto al otro, es más, a ser, con todos los que lo deseen, un solo corazón y una sola alma. (...) Según la espiritualidad de la unidad, a Dios se va pasando precisamente por el hermano. “Yo, el hermano, Dios”, se decía. Se va a Dios junto con el hombre, junto con los hermanos, es más, se va a Dios a través del hombre”22.

Para Chiara Lubich y la espiritualidad de la unidad, la centralidad del hermano es fundamental y determinante. Toda experiencia espiritual y mística pasa necesariamente por el otro, por el amor pleno y completo al hermano. “En las espiritualidades individuales, afirma Lubich, se está como en un magnífico jardín (la Iglesia) y se observa y admira sobre todo una flor: la presencia de Dios dentro de nosotros. En una espiritualidad colectiva se aman y admiran todas las flores del jardín, toda presencia de Cristo en las personas. Y se la ama como a la propia”23.

Afirma Chiara: “El cristiano, en los caminos más definidamente individuales, necesita seguir cierta gradualidad para amar a Dios; es necesario que vaya pasando de un escalón a otro para ir subiendo la montaña de la perfección. El camino colectivo también tiene sus pasos progresivos, pero es como si pusiera al cristiano enseguida en la cumbre, en lo alto. Es la presencia de Jesús en medio (Mateo 18,20) que lo exige, porque Jesús que vive en medio y en cada uno no puede encontrarse a mitad de camino: él siempre es perfecto. Si crece, crece en perfección”24.

Jesús en medio, es uno de los puntos fundamentales de la espiritualidad colectiva del Movimiento de los Focolares, sin su presencia nada tiene sentido. Para Chiara, la puesta en práctica del Mandamiento Nuevo de Jesús y el amor a Jesús abandonado y crucificado en el dolor, es aquello que posibilita y atrae Su presencia en medio de la comunidad. “Así como dos polos de la luz eléctrica, afirma Lubich, aunque tengan corriente, no producen luz hasta que no se unen, pero la producen apenas entran en contacto, lo mismo sucede con dos personas que experimentan la luz típica de nuestro carisma hasta que no se unen en Cristo mediante la caridad”25.

“Santa Teresa de Ávila, afirma Chiara, doctora de la Iglesia, habla de un “castillo interior”: la realidad del alma habitada en el centro por Su Majestad, que se va descubriendo e iluminando por completo durante la vida a medida que se superan las distintas pruebas. Ésta es una de las cumbres más altas de santidad en un camino donde prevalece lo personal, por más que luego ella llevaba consigo a esta experiencia a todas sus hijas. Pero ha llegado el momento, por lo menos ésta es nuestra vocación, de descubrir, iluminar, edificar, además del “castillo interior”, también el “castillo exterior”. Nosotros vemos a todo el Movimiento como un castillo exterior, donde Cristo está presente e ilumina cada parte del mismo, desde el centro hasta la periferia”26

La novedad de la mística trinitaria de Chiara Lubich, a diferencia de Teresa de Ávila, cuyo sujeto es el alma del justo iluminada por la presencia de Dios en ella, por la gracia de la inhabitación trinitaria, se encuentra en la posibilidad, gracias al carisma de la unidad de experimentar, por el amor recíproco, un alma comunitaria, el Alma, con mayúscula, que para Chiara significa, una comunidad de personas unidas en el nombre de Jesús, que viven la dimensión trinitaria y eclesial de la espiritualidad de la unidad.

“El “castillo exterior”, afirma Jesús Castellano, es la dimensión de Dios en medio de nosotros y también de las obras que Dios en su designio inspira y realiza con un dinamismo de vida que coincide con la experiencia espiritual y apostólica de la Obra de María”27.

Desde el comienzo de la historia del Movimiento de los Focolares se tuvo conciencia de la necesidad de caminar juntos hacia Dios, viviendo una espiritualidad comunitaria, eclesial y a cuerpo místico. La mayoría de las espiritualidades se centraban en la inhabitación trinitaria a nivel personal, individual, “no se llega a decir, como en el Movimiento de los Focolares: si la Trinidad está en mí y en ti, entonces la Trinidad está entre nosotros, estamos en una relación trinitaria (...) entonces nuestra relación es al modo de la Trinidad, es más, es la Trinidad que vive en nosotros esta relación”28.

La mística trinitaria se apoya en los siguientes fundamentos que nacen directamente de la espiritualidad de la unidad: 1. Así como Dios habita en mí, también habita en el corazón de los hermanos. 2. Si Dios es Trinidad, es comunión de personas, el uno con el otro juntos, Padre Hijo y Espíritu Santo y ésta es modelo de toda vivencia para la humanidad. 3. Si Jesús vino a la tierra trayendo la vida de la Trinidad, estamos llamados a amar al prójimo como a nosotros mismos, a amarnos unos a otros. 4. La experiencia mística y la poética surge del mirar y amar a los demás, del volverse a los otros, porque en todos y en cada uno habita la Trinidad.

Si la Trinidad habita en cada uno de nosotros y se establecen relaciones interpersonales de comunión, según el modelo de la Trinidad, y si dos o más se reúnen en el nombre de Jesús, (Mateo 18,20) según su misma promesa, se experimenta la Presencia tangible de Dios en medio de su pueblo, el cielo aquí en la tierra, se vive realmente una mística trinitaria y comunitaria, la mística del nosotros.

Chiara Lubich explica la mística del nosotros del siguiente modo: “”Dios es Amor”. El amor, que no es solo un atributo de Dios, sino su mismo ser. Y porque es Amor, Dios es Uno y Trino a la vez: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesús nos revela el ser de la Trinidad como Amor, sobre todo en su acontecimiento pascual de pasión, llevada hasta el anonadamiento del abandono y hasta la muerte, que fructifica en la resurrección y en la efusión del Espíritu. El Padre genera por amor al Hijo, se “pierde” en Él, vive en Él, se hace, en cierto modo, “no ser” por amor, y justamente así es, es Padre. El Hijo, como eco del Padre, vuelve por amor al Padre, “se pierde” en Él, vive en Él, se hace en cierto modo, “no ser” por amor, y precisamente así es, es Hijo. El Espíritu Santo, que es el amor recíproco entre Padre e Hijo, su vínculo de unidad, se hace también Él, en cierto modo, “no ser” por amor, y justamente así es, es el Espíritu Santo”29.

A la luz de la experiencia mística realizada por Chiara y sus primeras compañeras y por todas las personas que hacen suya la espiritualidad de la unidad, surge una nueva forma de relacionarse con Dios y esa relación, ese coloquio de amor colectivo, se transforma en poesía.

Conclusión

Concluyendo, la mística y la poesía trinitaria del nosotros para Chiara Lubich surge de dos experiencias que son una, ligadas a la vivencia de la espiritualidad de la unidad. La primera es el amor al hermano, “cuanto más se ama al hermano”, afirma Chiara, “más se profundiza la unión con Dios, y cuanto más se ama a Dios más se profundiza la unión con los hermanos”30. En una carta del año 1949 Chiara escribe que el amor es “amar y ser amado”, como es en la Trinidad, y es en Ella, entonces que Dios “arrebatará los corazones”, “encendiendo allí”: El amor es un fuego que compenetra los corazones en fusión perfecta. Entonces en ti ya no te encontrarás a ti, no encontrarás ya al hermano: encontrarás al Amor que es Dios viviente en ti (...) y todos serán uno”3131.

La segunda experiencia, prolongación y consecuencia de la primera es la mística de la unidad que se vive cuando se establece la presencia de Jesús en medio de la comunidad, (Cf. Mateo 18, 20) presencia mística y real, promesa infalible de Jesús, vida trinitaria, Reino de Dios entre nosotros. Dice Chiara: “Si estamos unidos, Jesús está entre nosotros. Eso es lo tesoro que “vale más que cualquier otro tesoro que pueda poseer nuestro corazón” y que “ha hecho época en toda época”. Dilatar el Cristo, en Chiara es “¡Hacer uno de todos y de todos el Uno!”33.

Por último, la poesía que surge de la mística trinitaria del nosotros refleja la intensidad de la experiencia realizada, así se expresa Chiara:

“Cuando la unidad con los hermanos es completa, cuando ha florecido nueva y con crecida plenitud de entre las dificultades -tal como la noche se ha disipado en día, y las lágrimas en luz- entonces, muy a menudo, te encuentro, Señor. Volviendo a entrar en el templo de mi alma, te encuentro, o tan pronto como las circunstancias me dejan sola- me invitas, me atraes, dulce pero decididamente, a tu divina presencia. Entonces sólo tú reinas dentro y fuera de mí (...) El alma está sumergida como en un delicioso néctar y el corazón parece transformarse en el cáliz que lo contiene. Toda el alma es un canto silencioso que sólo tú conoces: una melodía que llega hasta ti porque parte de ti y está compuesta de ti (...) Entonces... parece extraño -extraño para la inteligencia humana-, hemos estado con los hermanos todo el día y, por la noche, hemos encontrado al Señor, que toda huella, todo recuerdo de criatura ha disipado”33

Bibliografía

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Notas

[1]Don del Espíritu Santo acogido por Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, portador de una nueva espiritualidad en la Iglesia que propone un camino comunitario de ir a Dios inspirado en el Testamento de Jesús, (Juan 17,21).

[2]Donde dos o tres están reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18,20).

[3]Cf. LUBICH, CH. La dottrina spirituale. Mondadori, Milán, 2001.

[4]Gallaguer, J. La obra de una mujer: Chiara Lubich. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 1998, pp. 19-20

[5]Lubich, Ch. La Unidad y Jesús Abandonado. Ciudad Nueva, Madrid, 1985, p.41

[6]Lubich, Ch. La Unidad y Jesús Abandonado. Ciudad Nueva, Madrid, 1985, p.41

[7]Idem, p. 36

[8]Gillet, F. 15 días con Chiara Lubich, fundadora de los Focolares. Ciudad Nueva, Madrid, 2009, p. 15.

[9]Ver cronología de la vida y obra de Chiara Lubich pp. 15-20.

[10]Rahner, K. Espiritualidad antigua y actual, en Escritos de Teología VII, Taurus, Madrid 1969 (original 1966), pp.13-35.

[11]Uríbarri, G. La mística de Jesús. Desafío y propuesta. Sal Terrae, Maliaño, 2017, p.28.

[12] James, W. Las variedades de la experiencia religiosa 2017, pp. 299-300.

[13] Cf. Velasco, Juan Martín. Fenomenología de la religión, en Filosofía de la religión. Estudios y textos. Manuel Fraijó (ed.). Madrid: Trotta, 1994: pp. 67-89. __________ El fenómeno místico. Estudio comparado. Madrid: Trotta, 1999. __________ La experiencia mística. Estudio interdisciplinar. Madrid: Trotta, 2004.

[14]Cadavid, L. Experiencia mística: hacia una definición naturalizada. pp.142-143.

[15]Cf. Cadavid, L. Experiencia mística: hacia una definición naturalizada. 1999, pp.142143

[16]Cf. Teresa de Ávila. Las Moradas. Editorial de Espiritualidad, Madrid, 1989.

[17]Teresa de Ávila. Las Moradas, p.20.

[18]Cadavid, L. Experiencia mística: hacia una definición naturalizada. 1999, pp.142-143.

[19]Ghesquiéres, D.M. Las etapas de la vida mística según santa Teresa de Ávila, Madrid, 20 abril 2016. Disponível em: < https://es.aleteia.org/2016/04/20/las-etapas-de-la-vida-mistica-segun-santa-teresa-de-avila/> Acesso em 11 maio 2019.

[20]Rahner, K. Elementi di spiritualitá nella Chiesa del futuro. Brescia, 1983, pp. 440-441.

[21]Lubich, Ch. Un camino nuevo: la espiritualidad de la unidad. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, pp. 19-21.

[22]Lubich, Ch. Un camino nuevo: la espiritualidad de la unidad. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, pp. 19-21.

[23]Lubich, Ch. Un camino nuevo: la espiritualidad de la unidad. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, p.22

[24]Idem pp. 27-28 25. Lubich, Ch. Un camino

[25]Lubich, Ch. Un camino nuevo: la espiritualidad de la unidad. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, p. 28

[26]Idem, p. 29.

[27]Castellano, J. El castillo exterior. Ciudad Nueva, Madrid, 2018, p. 77.

[28] Castellano, J. Carta a Chiara Lubich a propósito de la espiritualidad colectiva de la Obra de María, del 21 de junio de 1992 en Un camino nuevo: la espiritualidad de la unidad. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, p. 15.

[29] Lubich, Ch. Discurso en la Universidad Santo Tomás de Manila (14-1-1997), con ocasión de la entrega del doctorado honoris causa en Sagrada Teología: Cuadernos Abbá Nº3, Ciudad Nueva, Madrid 2000, pp. 11-12.

[30]Lubich, Ch. Discurso en el Congreso Mundial de la Renovación Carismática Católica, Rímini, 1 de mayo de 2000

[31]Lubich, Ch. Un camino nuevo: la espiritualidad de la unidad. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, p. 39.

[32]Idem, p. 51.

[33]Lubich, Ch. Meditaciones. Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2002, p. 116-117.