Libro y profecía: la Commedia dantesca como utopía    
Livro e profecia: a Comédia Dantesca como utopia      

Daniel Del Percio*
*Doctor en Letras pela Universidad Católica Argentina (UCA); Profesor de Literatura - Investigador, Universidad Católica Argentina (UCA). Contato: ddelpercio1@gmail.com 
 

Voltar ao Sumário

 

Resumen 

La poesía es, también, futuro. Esto es especialmente válido en La Divina Comedia, de Dante Alighieri, en donde el poeta italiano, ya desde el primer canto, pondrá en boca de su Guía, poeta, maestro y padre, Virgilio, una profecía, consuelo ante la presencia del mal, alegorizado en tres bestias que cierran la Anábasis de Dante personaje: “infin che ‘l Veltro / verrà, che la farà morir con doglia” (Infierno, I, vv. 101-102). La figura esperada, el mastín (Veltro), quien derrotará a la Loba (que es la Avaricia, pero también es Roma) remite al Milenarismo propio de la Revelación, pero también a las ambigüedades de la política. Esta doble lectura, a la vez sacra y laica, ha dado lugar a teorías muy variadas y, en ocasiones, insólitas. Sin embargo, hay una de ellas en donde lo sacro y lo laico convergen. Una Utopía donde un mesías traerá el fin del mal en las acciones humanas. En nuestro trabajo, nos proponemos indagar en la esencia de esta utopía. 

Palabras clave: Veltro; Profecía; Renovatio Cristiana; Commedia; Dante Alighieri 

Abstract

Poetry is also future. This is especially valid in The Divine Comedy, by Dante Alighieri, where the Italian poet, from the first song, will put in the mouth of his Guide, poet, teacher and father, Virgilio, a prophecy, consolation before the presence of the evil, allegorized into three beasts that close Dante’s Anabasis: “infin che ‘l Veltro / verrà, che la farà die con doglia” (Inferno, I, vv. 101-102). The expected figure, the mastiff (Veltro), who will defeat the She-wolf (who is Greed but is also Rome) refers to the Millenarianism typical of Revelation, but also to the ambiguities of politics. This double reading, both sacred and secular, has given rise to very varied and, at times, unusual theories. However, there is one of them where the sacred and the secular converge. A Utopia where a messiah will bring the end of evil in human actions. In our text, we intend to investigate the essence of this utopia. 

Keywords: Veltro; Prophecy; Renovatio Cristiana; Commedia; Dante Alighieri 


Introducción 

Partimos de una premisa: el problema del mal pertenece a una categoría perturbadora: no tiene solución, aunque sí, historia. Y como tal, no podía estar ausente en la obra de Dante Alighieri. Especialmente en la Commedia, el poeta italiano, ya desde el primer canto, anuncia una solución, en clave profética: ante la presencia del mal, alegorizado en tres bestias que cierran el camino ascendente de Dante personaje, la figura del Guía, poeta, maestro y padre, Virgilio, hará una profecía que aún hoy resuena: “infin che ‘l Veltro / verrà, che la farà morir con doglia” (Infierno, I, vv. 101-102)1 . La figura esperada, el mastín, quien derrotará a la Loba (que es la Avaricia, pero también es Roma) remite al Milenarismo propio de la Revelación, pero también a las ambigüedades de la política. Esta doble lectura, a la vez sacra y laica, ha dado lugar a teorías muy variadas y, en ocasiones, insólitas y absurdas. Sin embargo, hay una de ellas en donde lo sacro y lo laico convergen. Una Utopía, donde un mesías traerá el fin del mal, al menos, en las acciones humanas. Pero que también deviene en utopía personal. Una utopía dentro de una profecía, cuyo enigmático reino “sarà tra feltro e feltro” (Inferno, I, v. 105)2

1. Dante y el problema del mal 

A pesar de que Dante es a la vez autor, narrador y personaje de su obra (tanto de Vida Nueva como de La Divina Comedia), o quizás precisamente por eso, él en sí constituye un enigma. Sabemos de su participación dentro del bando güelfo en la batalla de Campaldino (11 de junio de 1289) como feditore3 , de sus reflexiones sobre la patria y el lenguaje, de su meticuloso trabajo para perfeccionar la palabra poética, de su actividad política, que tuvo que pagar con el exilio. Y el exilio nos convierte en huérfanos, dependemos del pan ajeno, de su sabor extraño. El techo que nos cubre es prestado. Igual que este abrigo, que esta copa de vino. Y esta orfandad parece ser una extraña continuidad de otra, acaso más profunda. Nada o muy poco conocemos del padre del poeta, una presencia ausente en la obra. La poesía bien puede ser una forma de comprender y asumir esta orfandad. No por nada llamará “padre” a Virgilio, una sombra que encierra en sí la poesía, la cultura clásica, la ética. Posiblemente el padre biológico de Dante estaría muy lejos de esas tres luces que el poeta buscaba y encontró en un alma del limbo. 

Del problema del mal podríamos afirmar, apropiándonos de una frase de Franco Volpi, que no posee solución, pero sí, historia. Y en Dante esta historia es a la vez colectiva y personal. Lo atraviesa y lo interroga desde dos planos bien precisos: su vida, y la vida de su ciudad. Hombre y Polis conforman una unidad. Y la articulación entre ambas también integra ambos planos: la libertad individual y la justicia de la comunidad. No por nada definirá en De Monarchia a la Justicia como una relación de proporción entre todos los individuos, que, si se quiebra o desdibuja, termina destruyendo a la misma sociedad (II, V)4 .

Dos planos, dos concepciones del ser humano que pueden llevarlo al bien o al mal. La forma de emplear esta libertad, más importante aún que el derecho, ya que es el buen uso de ella el que traza nuestro itinerario existencial, nuestra ética individual, sin la cual tampoco existiría una ley justa. 

La propia estructura y condición metafísica de los tres reinos dantescos señalan este dilema central: el Infierno no es el reino del mal, sino de la justicia. “Giustizia mosse al mio alto fattore/ feccemi la divina podestate, / la somma sapienza e ‘l primo amore”5 (Inferno, vv. 4-6). Estas palabras, grabadas en la puerta del reino inferior, nos explican su naturaleza. Muy lejos de la concepción más habitual de lo infernal, el mundo subterráneo es en Dante el reino de la Justicia, obra de la sabiduría y del amor. Y obra, además, absolutamente imprescindible. Según Mario Luzi, el viaje de Dante implica un movimiento dialéctico que atraviesa la Eternidad, del cual el Infierno sería el inevitable momento negativo. Para ser profeta de la redención (Dante auctor), el pecador debe ser redimido (Dante personaje). Es la instancia de la negatividad imprescindible para impulsar la transformación (Luzi, 2002, p. 43). Dante se convierte en el profeta de la redención, que no busca ser solo personal, sino también colectiva. Pero ¿cuál es el instrumento del cambio? La poesía. Luzi, poeta florentino como Dante, reflexiona:   

Qualunque vera e motivata poesia tende a ricostruire un universo perduto […] L’imagine e il ritmo, e la metrica, il verso collaborano alla costituzione di un ordine che riflette il misterioso ordine perduto e percepito come mancante […] E questa mancanza è simultaneamente causa di rimpianto e di attesa6 . (LUZI, 2002, p. 15) 

En otras palabras, es el futuro encriptado en el presente del verso. Y es esta presencia del futuro lo que conforma la verdadera “potencia del pensamiento” que a su vez moldea al autor. Y con él, al lector, que siempre está en el futuro. 

Estamos, en el poema, no ante la creación de Dios, sino a cómo el hombre puede comprender la creación de Dios. Este es el sentido del concepto de “figura” y “alegoría” que Dante emplea para que la palabra se torne acción7 . La condición humana exige concebir una instancia negativa. Y es llamativo que en las concepciones actuales del más allá, en particular, en las representaciones de Dante, solo exista la posibilidad de imaginar el reino de justicia convertido en reino del mal. Claudio Magris lo señalaba, a propósito de Las flores del Mal, de Charles Baudelaire. Para el autor triestino, la poesía de Baudelaire es la “Divina Comedia de la Modernidad” (Warnken, 2012). Una Divina Comedia sin Paraíso. Jorge Luis Borges también se adentra en esta concepción, cuando, en su ensayo sobre el Infinito, plantea de manera perturbadora “Hay un concepto que es el corruptor y desatinador de los otros. No hablo del mal, cuyo limitado imperio es la ética. Hablo del infinito” (Borges, 1974, p. 254) Nuestra condición moderna, acaso, limita nuestra capacidad de concebir otro horizonte a raíz precisamente de este infinito, idea que gravita y determina la Modernidad, y, sobre todo, la Modernidad tardía. Y nos encierra en una concepción del mal no solo circular, sino centrífuga. El camino de un viajero al más allá moderno, si algún autor contemporáneo lo imaginara, estaría marcado por el desencanto y la falta de un centro. Del mundo de Dante al actual, los caminos se han transformado de iti nerarios (duros, complejos, dolorosos, pero destinados a llevarnos a un centro) a laberintos que nos arrojan a márgenes cada vez más abisales. Este laberinto atraviesa todos los órdenes de nuestra existencia, desde el ecosistema hasta la guerra. Pero atañe particularmente a los dos que nos ocupan aquí: la libertad y la justicia. Acaso hoy somos menos libres que aquel hombre que compuso La Divina Comedia, por el simple hecho de nuestra incapacidad colectiva para imaginar itinerarios comunes y, a la vez, personales. 

2. Dante y la profecía

En este contraste entre la visión dantesca y el mundo contemporáneo, queda clara una primera idea: la capacidad de imaginar, de pensar otras posibilidades de lo humano que lo trasciendan. La profecía, como recurso literario, es una de las más eficaces. Porque en manos de Dante, la profecía implica la capacidad de ver el futuro como posibilidad, no como destino. Y si hay una obra rica en profecías, ella es La Divina Comedia. 

Imposible en este breve espacio pensar en todas ellas, pero quizás sí intentar aproximarnos a la primera, que ya anticipamos en nuestra introducción, y que es, también, en cierto modo, la más transcendental: la profecía del “Veltro”, en los versos finales del Canto I del Infierno. 

En primer lugar, ubiquémonos en el inicio de la obra: “Nel messo del camin di nostra vita /mi ritrovai per una selva oscura / che la dirita via era smarrita” (1-3)8 . En rigor, este comienzo es “in media res”, porque nos transmite la situación de Dante después de las experiencias que narra en la anterior Vita Nova. La muerte de Beatriz, si quedara enmarcada dentro de la experiencia y los conceptos del Dolce Stil Novo, implicaría un abismo para el poeta, al desaparecer la dama que, con sus ojos, iluminaba su existencia. Precisamente, en el final de Vita Nova el poeta intuye una imagen (“una admirable visión) que señala no solo una nueva forma de concebir la poesía, sino, esencialmente, una renovación de su propia existencia. Como veremos, esta renovación será, en sí, mucho más que individual. 

Dante está perdido en el error, y la Selva Oscura es en sí misma un laberinto, amargo de describir, pero “per trattar del ben ch’i’ vi trovai” (v. 8)9 , el poeta avanza en el camino como personaje y en su poema como poeta. El mal debe ser atravesado con pasos y con versos, en dos vías que corresponden a dos planos diferentes, pero que son en definitiva convergentes. Desde la profunda noche, observa la cima de un monte, coronado por la luz del sol. El “psiquismo ascensional”, este impulso hacia la Anábasis, sin embargo, no será suficiente. Los pecados de Dante hombre le impiden el camino. La alegoría es conocida: la onza o leopardo es figura de la lujuria (falta en la que ha caído Dante luego de la muerte de Beatriz), el león, de la soberbia (sobre todo, poética, recordemos que en el Canto IV los grandes poetas de la Antigüedad, Homero, Virgilio, Horario, Ovidio y Lucano, lo invitan a formar parte de su grupo). Y en último lugar, la loba, alegóricamente vinculada con la avaricia.   

Un aspecto para pensar el mal aquí lo constituye el verdadero simbolismo de la loba, que excede (y con mucho) a su valor alegórico. Los italianistas suelen remarcar su carácter vinculado con la incontinencia y la lascivia. Recordemos que de “lupa” (loba en italiano), deriva “lupanar”. Pero también es el animal totémico de Roma, la sede papal. La pregunta que gravita sobre esta compleja encrucijada de significados posibles es si aquí queda implicado su pasado (su padre, quizás) o su presente (los conflictos políticos con los güelfos negros, partidarios del Papa, y la política de la iglesia de entonces). Casi seguramente, ambos. Porque en definitiva se esboza aquí un destino para la existencia centrado en el poder material (el dinero) en lugar de los valores cristianos. 

Esta interpretación hace que la figura de la loba sea tanto existencial como política, individual y colectiva, en cuanto implica al hombre Dante y a la comunidad cristiana, de la que él forma parte. Por tanto, si hay un remedio, este debe ser tanto individual como colectivo. 

Es en este punto en donde hace su aparición, como sombra muda, Virgilio. En el canto II sabremos, además, de boca del propio poeta latino, que su presencia allí, su misión de guía que luego se transformará en maestro y padre, fue el producto de la acción de tres damas santas: María, Lucía y Beatriz. Vemos aquí dos “trinidades” opuestas: la de las tres fieras (infernal) y la de las tres damas (salvífica). Pero la presencia de estas tres damas implica otra cuestión, riquísima en sí, y que no tenemos tiempo de abordar en esta exposición. La esencia de nuestro planteo está en las palabras de Virgilio en el Canto I, que se constituyen en la primera profecía de la Divina Comedia: 

A te convien tenere altro viaggio /[…] se vuo’ campar d’esto loco selvaggio; / che questa bestia, pero la qual tu gride, / non lascia altrui pasar per la sua via, / ma tanto lo ‘mpedisce che l’uccide;/ e ha natura sí malvagia e ria, / che mai non empie la bramosa voglia, / e dopo ‘l pasto ha piú fame che pria. / Molti son li animali a cui s’ammoglia, / e piú saranno ancora, infin che ‘l Veltro / verrà, che la farà morir con doglia./ Questi non ciberà terra né peltro, / ma sapienza, amore e virtute, / e sua nación sarà tra feltro e feltro / […] Questi la caccerà pero ogne villa,/ fin che l’avrà rimessa ne lo ‘nferno,/ là onde ‘nvidia prima dipartilla (INFERNO, I, vv. 91-111)10

Es claro que la alegoría del perro de caza es complementaria de la de la loba. Los italianistas, pese a la deliberada oscuridad del pasaje han identificado múltiples posibilidades para la figura del Veltro (mastín, lebrel, etc.). Desde el plano de la historia y la política, y a partir de interpretar Feltro como una región geográfica de Italia que existe efectivamente en la Romagna, conjeturan que quizás se refiera a Ugoccione della Faggiola, natural de ese lugar, quien venció en 1315 en la batalla de Montecatini contra los güelfos negros amos de Florencia. Incluso, en un plano más mesiánico, y por asombroso que pudiera parecer, no han faltado figuras del siglo XX que han querido asimilarse a esta alegoría. Pero evidentemente esto sería crear una interpretación que nada tiene que ver con la riqueza del pensamiento y de la poesía dantesca. Si bien Dante era político, creía que la política misma debía ser superada, redimida desde otro plano de existencia, como lo planteó ya hace tiempo Alessandro Passerin d’Entreves en su Dante político. El pensador italiano lo expresa de manera muy clara: “La religione a Dante non fu un porto ove rifugiarsi dalle miserie della vita, fu, soprattutto, una forza ch’egli tentò di calare nella storia per trasformarla da mondo di violenza in mondo di bontà” (Passerin, 1965, p. 88)11

Es absolutamente incorrecto pensar entonces que el sentido de esta profecía es político-terrenal. En todo caso, estaríamos ante una figura de redención: Cristo, o bien, en una curiosa interpretación de la expresión “su nación estará entre feltro y feltro”, implicaría una referencia al sayo franciscano. Esta idea en sí no es descabellada: Dante incluirá un encendido encomio a la figura de San Francisco en boca de Santo Tomás de Aquino en el canto XI del Paraíso, en donde el “pobre de Asís” será la contrafigura de la Iglesia de entonces, que en la visión de Dante aparece dominada por la corrupción y la avaricia. Estaríamos ante una Renovatio Cristiana y no meramente política, a partir de figuras redentoras. 

Si bien Cristo o un hipotético papa franciscano serían interpretaciones lógicas, dadas las ideas de Dante y los indicios que incluye, no obstante, no constituyen, quizás, las opciones más satisfactorias para comprender este oscuro pasaje. Porque estas olvidan lo más importante y esencial: Dante es poeta, y es un fabro que cree fervientemente en el valor de la palabra, de la poesía. Il miglior fabro no podría sino entonces buscar un sentido en el cual la poesía fuera la auténtica protagonista. Estudios actuales realizados por Francesco di Marino en Italia, que a su vez retoma Silvia Magnavacca en Argentina, plantean una posibilidad tan original como seductora: entre “feltro e feltro” aludiría al proceso de fabricación de los libros en época de Dante: la pasta con la que se componían los pergaminos se colocaba en grandes toneles o tinajas donde luego se sumergía una especie de cedazo o fieltro muy delgado. Luego, estas láminas aún húmedas se componían en estratos, entre fieltros de paño (Magnavacca, 2015, pp.18-19). En otras palabras, el “Lebrel” no sería otra cosa que la mismísima Divina Comedia. Sería el poema el encargado de llevar adelante la Renovatio Cristiana que Dante vislumbraba como esencial. Quizás hoy, cuando la palabra se ha devaluado a una escala inimaginable para la Edad Media, esta idea nos resulte ingenua. Pero conmueve, y profundamente, pensar hoy que un poeta acaso concibió un poema con una misión tan inmensa. La acción no es una característica de los hombres solamente. Bien puede serlo de un texto, cuando las letras en el papel toman contacto con el lector, y en ese instante luminoso, es posible imaginar la transformación del mundo desde otras posibilidades. La poesía que trasciende existe en el acto. Y así la poesía arrojará al lugar de la justicia a las palabras vanas, al vacío, al infinito viaje por el laberinto de los discursos construidos para perdernos. Las arrojará al silencio. Esta utopía, curiosamente, es un lugar existente, pero voluble. Si hemos leído La Divina Comedia, ya llevamos esa utopía en nosotros. 

Conclusiones

Parafraseando a Borges, el descubrimiento de Dante marca una fecha memorable en nuestras vidas. La profecía del Veltro, solo una entre tantas, tiene el valor de construir futuro. En un presente oscuro y atravesado por el dolor, es imperioso un “otro pensar” desde la poesía. Esto lo previó (como tantas otras cosas) ya el poeta florentino, cuando intuyó con toda claridad como una renovación difícilmente podría ser llevada a cabo por una única figura, por un hombre, el individuo que transforma lo colectivo. Pero un poema bien podría hacer esa tarea, porque el poeta que escribe es un individuo, pero es también toda la cultura de su comunidad, que generación tras generación será leído y vivido por personas que nunca lo conocieron y que forman parte de comunidades que viven en otro espacio, que hablan otra lengua, que tienen otra fe. Quizás hoy comprendamos, también, que este proceso no tiene un punto de convergencia definitivo, que pueda ser fijado por la profecía o por la historia. Este destino utópico prefigurado en la profecía del Veltro es fragmentario, disperso en el espacio y en el tiempo. Y estos fragmentos se unen con complejos vasos comunicantes, ríos que cambian sin cambiar. Hay esperanza porque hay palabras para decirla.  

Referencias

ALIGHIERI, Dante. La Divina Comedia. Infierno. [Trad. de Ángel Battistessa.]. Buenos Aires: Asociación Dante Alighieri, 2003. 

ALIGHIERI, Dante. Monarchia. En Tutte le opere. Roma: Newton, 1997. 

BORGES, Jorge Luis. Obras completas. Buenos Aires: EMECÉ, 1974. 

LUZI, Mario. Vero e verso. Scritti sui poeti e sulla letteratura. Milano: Garzanti, 2002. 

MAGNAVACCA, Silvia. Léxico técnico de filosofía medieval. Buenos Aires: Miño y Dávila, 2005. 

MAGNAVACCA, Silvia. Virtud, sabiduría y amor. La Divina Comedia como Renovatio Cristiana. En Revista Philosophica, nro. 47-48. Pontificia Universidad Católica: Valparaíso, 2015, p. 7-20. 

PASSERIN D’Entréves, Alessandro. Dante polittico e altri saggi. Torino: Einaudi, 1965. 

WARNKEN, Christian. Entrevista con Claudio Magris, 2012. En www. unabellezanueva.org.  

Notas

[1]  “Hasta que el Mastín vendrá, que la hará morir con dolor” [Mi traducción]. 

[2] La traducción literal de este oscuro pasaje es “Estará entre fieltro y fieltro”. Suele reinterpretarse en las traducciones como “Estará en la pobreza”.   

[3] Los feditori eran jinetes de la vanguardia de los ejércitos comunales cuya misión era hostigar al enemigo. Eran en general voluntarios, lo que estaría señalando además el compromiso de Dante con su ciudad.    

[4] “Ius est realis et personalis hominis ad hominem proportio, que servata hominum servat sotietatem, et corrupta corrumpit”. (Alighieri, 1997, p. 1098)      

[5] La Justicia movió a mi Hacedor; / hízome la divina Potestad, / el Saber sumo y el primer Amor. (Alighieri, 2003, p. 85)    

[6] “Toda poesía verdadera y motivada tiende a reconstruir un universo perdido [...] Las imágenes y el ritmo, y la métrica, el verso colaboran en la constitución de un orden que refleja el misterioso orden perdido y percibido como desaparecido [...] Y esta falta es a la vez causa de pesar y espera”. [Nuestra traducción.]        

[7] Figura: Según Silvia Magnavacca, entre todos sus significados, “alude al símbolo que, en cuanto signo remite a otro significado que se considera el que realmente importa captar” (2005, p. 293).    

[8] “En medio del camino de la vida / yo me encontré en una selva oscura, / porque la recta vía había perdido”. (Alighieri, 2003, p. 59)  

[9] “mas por tratar del bien que allí encontré”. (Alighieri, 2003, p. 59)     

[10] “Te conviene emprender otro viaje/ […] si salir quieres del lugar selvático; / porque esa fiera, por la cual tú gritas,/ a nadie deja andar por su camino, / mas tanto se lo estorba que lo mata; / y su índole es tan pérfida y malvada,/ que nunca colma su apetito ansioso,/ y después de comer tiene más hambre. / Ella se ayunta a muchos animales, / y muchos más serán, hasta que venga / el Lebrel, que la mate entre torturas. / Éste no comerá polvo ni peltre,/ sino sapiencia y virtud y amor, / y su patria estará entre Feltro y Feltro […] Éste la arrojará de las ciudades / hasta que la reponga en el infierno”. (Alighieri, 2003, pp. 67-69)    

[11] La religión, en Dante, no fue un puerto en donde refugiarse de las miserias de la vida, fue, sobre todo, una fuerza que él intentó calar dentro de la historia para transformarla de un mundo de violencia a un mundo de bondad. [Mi traducción.]