Silvia Campana*
*Profesora de Antropología Filosófica y Estética en Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino - sede Buenos Aires. Contato: silviajuliac@gmail.com
Voltar ao Sumário
Dante Alighieri, “el sumo poeta, profeta de esperanza, testigo de sed infinito” (Papa Francisco) nos invita a sumergirnos en su obra cumbre, La Divina Comedia, en las profundidades del hombre, en un viaje que conduce a través de las luces y sombras que tanto él como nosotros, hoy, experimentamos en este camino de la vida. Nel mezzo del cammin di nostra vita, mi ritrovai per una selva oscura, che la diritta via era smarrita. […] Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate. Estos versos nos remiten al peregrino que forja su vida en cada paso y en la acción desea, elige, sufre, ama. Es en la dinámica existencial donde ontológicamente, como una fuente, la fuente del ser, se manifiesta el drama de la libertad en el cual todos estamos inmersos. Dante es sujeto de ese drama y nos hace partícipes del mismo. En los cantos centrales del Purgatorio, XVI, XVII y XVIII el poeta canta el dinamismo de la libertad, de la responsabilidad, del bien y el mal en danza y en diálogo interdisciplinario, pero sobre todo existencial.
Palabras clave: Dante; peregrino; camino; Libertad; amor
Dante Alighieri, “the great poet, prophet of hope, witness of infinite thirst” (Pope Francis) invites us to immerse ourselves in his masterpiece, The Divine Comedy, in the depths of man, on a journey that leads through the lights and shadows that both he and we, today, experience on this path of life. Nel mezzo del cammin di nostra vita, mi ritrovai per una selva oscura, che la diritta via era smarrita. […] Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate. These verses refer us to the pilgrim who forges his life in each step and in action he wishes, chooses, suffers, loves. It is in the existential dynamic where ontologically, as a source, the source of being, the drama of freedom in which we are all immersed is manifested. Dante is the subject of that drama and makes us part of it. In the central songs of Purgatorio, XVI, XVII and XVIII, the poet sings the dynamism of freedom, responsibility, good and evil in dance and interdisciplinary dialogue, but above all existential.
Keywords: Dante; pilgrim; way; freedom; love
Dante Alighieri, reconocido por el Papa Francisco en su reciente carta Apostólica como “el sumo poeta, profeta de esperanza, testigo de sed infinito”, nos invita a sumergirnos en su obra cumbre, La Divina Comedia, a bucear en las profundidades del hombre, en un viaje que conduce a lo hondo, a través de luces y sombras que tanto él como nosotros, hoy, experimentamos en este camino de la vida.
Nel mezzo del cammin di nostra vita,
mi ritrovai per una selva oscura,
che la diritta via era smarrita.
Ah quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia es aspra e forte
che nel pensier rinova la paura! (Inf I, 1-6)1
Estos versos son la puerta que se abre y nos invita a un viaje que nos recuerda que somos peregrinos, homo viator, forjadores de nuestro existir en cada paso, en cada acción en la que el hombre desea, elige, sufre, ama. Es en la dinámica existencial donde ontológicamente, como una fuente, la fuente del ser, se manifiesta el drama de la libertad en el cual todos estamos inmersos. Dante es sujeto de ese drama y desde el decir poético, nos hace partícipes del mismo. Es un viaje, nos dice Cacciari, “no solo alegórico simbólico, es un viaje, una peregrinación que une alma y cuerpo, alma y nervios, mente y cuerpo y músculos” para, en definitiva, “adentrarse en lo eterno” (2017, 48-49).
Dante, como ninguno, ha sabido ahondar en la grandeza y miseria del hombre, en el pecado y la gracia, en el desorden y la sabiduría, en un ascenso de la oscuridad a la luz. Y el poeta mismo es sujeto de este drama, el cual se hace evidente en cada uno de los “otros” que encuentra en su recorrido a través del Infierno, del Purgatorio y del Paraíso y nosotros, los contempladores, los oyentes, los lectores nos vemos inmersos en este devenir y cada verso nos habla de un modo personal, único e irrepetible, más allá del tiempo, en un presente siempre renovado.
Son muchos los aspectos que pueden considerarse en la grandeza de esta obra y de este genio poético, En orden al tema que nos convoca2 y en el homenaje al poeta del “altísimo canto” en el 700 aniversario de su muerte, son los cantos centrales del Purgatorio: XVI, XVII y XVIII los que nos invitan a reflexionar, a través del decir poético, en el dinamismo de la libertad, de la responsabilidad, del bien y del mal en danza y en diálogo interdisciplinario, pero sobre todo existencial. Es un recorrido que nos revela una antropología de la libertad, del obrar del hombre quien, movido por el deseo, ansía el “amor que todo mueve”, en un caminar que se dirige del dolor y el pecado hacia la luz de la verdad y la gracia.
Quali colombe dal disio chiamate con l’ali álzate e ferme al dolce nido vengon per l’aere, dal voler portate Inf V, 82-843
Hablar del deseo como fuente de la acción nos remonta a la tradición filosófica desde Platón en adelante y a la cual la filosofía cristiana y medieval ha dado un lugar privilegiado en el orden antropológico. El deseo es una condición existencial, paradigma de la condición humana que hace del caminante un buscador incesante del bien, de la belleza, de la verdad. El deseo es punto de partida que nos pone en movimiento, en búsqueda del amor y de la felicidad que pueda saciarnos. Dante visibiliza el deseo en un camino ascendente que recorre los tres cantos y que van dibujando la concepción deseante del hombre en su búsqueda del bien. Afirma Alois Hass que
El deseo y las ansias son componentes existenciales de esta vida que se mueve en la dialéctica del buscar y el encontrar, y el ambiente que la domina es un deseo que ensancha el alma al tiempo que un dilatarse del ser humano interior hacia lo oculto-ausente que no se da a conocer fácilmente (81).
El deseo abre puertas, es un éxtasis que nos hace salir de nosotros mismos, es aspiración, es esperanza, fuente que nutre el alma y puede conducir por caminos insospechados de exceso y desmesura. Posee una estructura antropológica propia, ligada a todas las potencias humanas, tanto sensibles como espirituales. El deseo no es necesidad y satisfacción que domestica el alma, sino que encierra en sí mismo un poder de libertad y “quien sigue con su sed salvaguarda su libertad y avanza en un mundo abierto” (Keller, 49).
Dante tiene presente la filosofía escolástica, especialmente la antropología de Santo Tomás de Aquino - a quien encuentra en el cielo de los sabios- y el deseo habla de una carencia, pero también de esperanza, ya que es amor a lo no poseído, pero se espera alcanzar. Es movimiento, punto de partida de nuestra acción y abarca, como señalamos anteriormente, tanto el apetito sensible como el espiritual. En la I-II q 30, ad. 2 dice Tomás: “El deseo propiamente hablando, puede pertenecer no sólo al apetito inferior, sino también al superior. Porque no implica asociación alguna en el desear con la concupiscencia, sino un simple movimiento hacia la cosa deseada”4 . El doctor Angélico explicita la dinamicidad del deseo en estrecha relación con las potencias humanas desde las cuales, arraigado en la libertad, se expande desde la interioridad más profunda hacia la acción.
Silvia Magnavacca, en un profundo estudio titulado “El deseo: hilo conductor de la Divina Comedia” recorre la fuente doctrinal del deseo y se hacen evidentes las escalas en el mismo, así como su dimensión antropológica escolástica que propone un orden entre las potencias que el hombre puede quebrar solo con su libertad. Pues afirma que “[…] el poeta de la Divina Comedia ofrece universalmente a la humanidad, en clave alegórica, su reflexión ética acerca de la condición del hombre, de su destino y, sobre todo, de su responsabilidad sobre sí mismo” (29). La pasión y la razón traspasan el poema, así como los deseos y la responsabilidad personal. Toda la creación tiene a Dios como a su fin con un deseo natural que abarca a todos los seres, pero, en el hombre, este deseo adquiere nuevas dimensiones a través de la inteligencia y la voluntad, conformando una unidad en busca libre de la verdad, el bien y la belleza. Así el Infierno es para la autora el lugar de los “deseos extraviados”, el Purgatorio es camino a la esperanza y el Paraíso es el reino de la luz y el amor, del deseo que alcanza su objeto.
Dante, poeta del deseo y del amor, señala el viaje “con el que quiere indicar a los hombres el camino que hay que atravesar para huir de las pasiones terrenas y alcanzar la iluminación de la fe pasando a través de la conciencia y la expiación de las culpas” (Cacciari, 2007, 73) proponiendo un camino de liberación al cual él mismo se sintió llamado y por lo cual, como dice el papa Francisco, “de hombre aparentemente fracasado y decepcionado, pecador y desalentado, se transformó en profeta de esperanza” (8) y en intérprete “del deseo de todo ser humano de proseguir el camino hasta llegar a la meta final, hasta encontrar la verdad, la respuesta a los porqués de la existencia” (9). Todo esto nos conduce al reino de la libertad.
Lo maggior don che Dio por sua larghezza fesse creando, e a la sua bontate più conformato, e quel ch’e’ più apprezza, fu de la volontà la libertate; di che le creature intelligenti, e tute e sole, fuoro e son dotate. (Par V, 19-24)5
El deseo, fuerza positiva del ser, solo puede entenderse en términos de libertad, la cual será considerada por Dante en el centro de todo el poema, que se corresponde con el canto XV del Purgatorio (número 50) y “éste y los cantos que le siguen (XVI, XVII y XVIII) son doctrinales, y exponen los grandes ejes de su sistema ético” (Fernández Speier, Com. Pur, 266). En boca de Virgilio expone el dinamismo de la libertad que el poeta mismo ha perdido y va buscando, el más alto don que el hombre ha recibido como canta en el Paraíso. La filosofía aristotélico-tomista es la fuente de donde mana su modo de comprender este don. Ya indicamos que todo lo creado tiende naturalmente al bien que lo atrae, pero en el hombre no sólo hay apetito natural, sino que median, en todos sus actos, las potencias superiores, la inteligencia y la voluntad, conocimiento y amor que brotan de la propia intimidad en busca de la felicidad, de un bien último que sacie toda búsqueda.
Dante está en el Purgatorio, en ascenso hacia la meta de su camino, entre aquellos que purgan los pecados capitales, que se transforman para llegar a la luz, y así canta: “O creatura che ti mondi/pero tornar bella a colui che ti fece,/maraviglia udirai, se mi secondi.//” (Pur. XVI, 31-33)6 . Se da una metamorfosis y queda en evidencia que todo hombre es responsable de sus acciones, todo hombre elige y en su elección labra su vida moral: “Lo cielo i vostri movimenti inizia;/non dico tutti, ma, posto ch’i’ ‘l dica, lume v’è dato a bene e a malizia,//e libero voler; che se fatica/ne le prime battaglie col ciel dura,/poi vince tutto, se ben si notrica.//” (Pur XVI, 73-78)7 . Este bien nutrirse señala la elección y el hábito y junto a ellos la responsabilidad pues “Ben puoi veder che la mala condotta/è la cagion che ‘l mondo ha fatto reo,/e non natura che ‘n voi sia corrotta.//” (Pur. XVI, 103-105)8 . No podemos buscar fuera la causa del camino errado, o del pecado, sino dentro, en el interior del hombre desde donde se generan las acciones, en el libre juego de sus facultades, inteligencia, voluntad, sensibilidad y desde la doctrina de Santo Tomás se afirma que, “el libre albedrío es la misma voluntad en cuanto dice orden al acto de elegir los medios para realizar el fin último de la persona humana” (Cúnsulo, 67). En esta misma línea y profundizando, Dante insiste en el reconocimiento de la bondad de lo creado y en la responsabilidad de nuestro obrar cuando canta: “Lo naturale è sempre sanza errore,/ma l’altro puote errar per malo obietto/o per troppo o per poco di vigore.//[…] ma quando al mal si torce, o con più cura/o con men che non dee correo nel bene,/ contra ‘l fattore adovra sua fattura.//” (Pur. XVII, 94-96, 100-102)9 . Afirma que lo natural, como amor instintivo no yerra, pero sí el otro, el que se desvía hacia el mal, por mala elección cuando se vuelca a las cosas en exceso y se olvida de su Creador. Y ya entrados en la cornisa de la acedia Virgilio retoma el discurso en el canto XVIII que se centrará en el amor y el conocimiento.
Queda expuesta la dinámica antropológica que muestra maravillosamente la unidad del hombre y queda de manifiesto el lugar central de la libertad. La filosofía envuelta en el lenguaje poético se introduce en una cuestión que será objeto de reflexión hasta el presente. La libertad, el bien, el mal han desvelado a muchos pensadores a lo largo de la historia y el poeta, en su obra cumbre, se introduce en la cuestión y se vuelve maestro a través de Virgilio. Según Cacciari es el punto más alto de la filosofía de Dante, en apertura al humanismo italiano y afirma que:
[Pero] aquí está las novitas, la innata libertad: el don de la libertad nos viene directamente de Dios, no pasa por el cielo, el don de la libertad no pasa por las estrellas, es decir, no está determinado por causas físicas; viene inmediata, Deo, Dios infunde este don en nuestra alma sin mediación de ningún tipo: Dios-libertad en el alma, innata libertad. (2017, 86-87)
Estas palabras confirman el texto que preside este apartado en tanto la libertad es el mayor don que Dios ha donado al hombre, la cual “no es un fin en sí misma, sino condición para ascender continuamente, y el recorrido a través de los tres reinos nos ilustra plásticamente […] este ascenso hasta tocar el Cielo, hasta alcanzar la plena felicidad” (Papa Francisco, 10). La libertad es un camino en el cual, desde el deseo, somos conducidos hacia el amor, el cual afirma Fernández Spier “posee para Dante un aspecto racional que le otorga libertad y responsabilidad a las personas” (Com. Purg, 302).
E io respondo: Io credo in uno Dio solo ed eterno, che tutto il ciel move, non moto, con amore e con disio; (Par XXIV, 130-132)10
El hombre deseante camina en la libertad hacia el amor y esto completa una mirada integral sobre la persona. Afirma el Papa Francisco que “en el itinerario de la Divina Comedia, […], el camino de la libertad y del deseo no lleva consigo, […], una reducción de lo humano en su realidad concreta no saca fuera de sí a la persona, no anula, ni omite lo que ha constituido su existencia histórica” (11). Dante no sólo vive profundamente su existencia, sino que, desde su decir poético, “nos” dice en cada uno de sus personajes, en la unidad de lo que somos, alma y cuerpo, en las distintas etapas de su viaje ya que, como afirma Auerbach, “Dante fue el primer poeta pensador convencido de la unidad de la persona, del acuerdo entre alma y cuerpo, […] que da a la expresión corpórea el ethos y el pathos más altos” (78). Y en la mostración de la humanidad el amor se constituye en núcleo y fuente inspiradora de su obra cumbre, que expresa con la belleza de la poesía la profundidad del misterio de Dios y del amor.
En el canto XVII del Purgatorio afirma por boca de Virgilio, que “Né creator né creatura mai”,/cominciò el, “figliuol, fu sanza amore,/o naturale o d’animo; e tu ‘l sai,// (91-93)11, es decir que el amor es causa de todo en el doble movimiento de Dios a los hombres y de los hombres, desde su apetito natural o elícito, hacia Dios. Como ya afirmamos, es en este canto donde se describen los pecados capitales en relación con el amor como un desvío del objeto propio, ya sea por exceso o por defecto. Como afirma Capano, “de tal modo, el amor puede ser simiente de virtud u obra pasible de castigo según actúe de acuerdo con la voluntad de Dios o se vuelva experiencia personal, imputable al arbitrium libertatis (XVIII, 70-75). Se encuentra en la génesis misma de todo accionar humano” (4-5). El amor es la fuerza que fluye y recorre los tres cánticos, pero es necesario seguir subiendo, ir hacia la luz y profundizar en este amor, dejando atrás la mirada profana de Virgilio, para adentrarnos en el mundo de la Gracia y la Caridad y es Beatrice, la fe, quien lo revela.
En el canto XXVI del Paraíso el poeta acerca una definición ya cristiana del amor, en respuesta a la pregunta sobre el objeto al que apunta su caridad: “Lo ben que fa contenta questa corte,/Alfa e O è di quanta scrittura/mi legge Amore, o lievemente o forte” (16-18)12. La meta se vuelve hacia Dios, que es principio y fin de su acción y de su existencia, verdadero amor que nace con la Gracia. Reconocido el sumo Bien, enciende amor y atrae hacia sí a todas las criaturas. En el canto XXIV, 130-132, la filosofía y la teología se unen en el decir poético y lo llevan a afirmar que cree “[…] in uno Dio/solo ed etterno, che tutto ‘l ciel muove,/ non moto, con amore e con disio;//”13 y en los versos 139-141 “e credo in tre persone eterne, e queste/credo una essenza sí una e sí trina,/ che soffera congiunto ‘sono’ ed ‘este’”//.14 Afirma Capano que “Dante se expresa ya como poeta teólogo. Su credo es una transposición poética figural del credo oficial de la Iglesia. […] Para él el amor es una especie de fuerza centrípeta, de energía gravitacional universal que mueve cada criatura hacia el bien que le es propio, hacia Dios que genera la armonía cósmica” (6-7).
Dios está al final, en unidad eterna y el camino emprendido por el poeta está signado por este ir en subida de la oscuridad a la luz, del pecado a la santidad y la gracia, peregrinación que termina ante Aquél que es Luz y Amor a la vez y que, como canta en el Paraíso, mueve el sol y las estrellas. Porque el viaje de Dante al más allá, afirma Fernández Spier, “es, además, un proceso de sanación y de abandono de lo material, un itinerario de conocimiento: Dios, objeto último del deseo, es amor e intelecto, verdad que comprende todas las verdades, inefable punto de arribo de todo ardor y todo saber” (Intr. XLI).
Afirma Benedicto XVI, comentando su Encíclica Deus Caritas est y en referencia a Dante, que “más conmovedora que esta revelación de Dios como círculo trinitario de conocimiento y amor es la percepción de un rostro humano, el rostro de Jesucristo, que se le presenta a Dante en el círculo central de la Luz” (2006). Es la novedad de un Dios que por amor asume un rostro humano pues “el eros de Dios no es sólo una fuerza cósmica primordial; es amor que ha creado al hombre y se inclina ante él” (id). Y expresa después en la encíclica este dinamismo entre eros y ágape, unidos, en Dios y el hombre, ascenso y descenso, en reciprocidad pues,
En realidad, eros y ágape —amor ascendente y amor descendente— nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más encuentran ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del amor en general. Si bien el eros inicialmente es sobre todo vehemente, ascendente —fascinación por la gran promesa de felicidad—, al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará «ser para» el otro. Así, el momento del ágape se inserta en el eros inicial; de otro modo, se desvirtúa y pierde también su propia naturaleza. Por otro lado, el hombre tampoco puede vivir exclusivamente del amor oblativo, descendente. No puede dar únicamente y siempre, también debe recibir. Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don (2005, 6)
El poeta transforma su corazón y entendimiento a la luz de un Dios que ama al hombre y lo llama a ascender y con él eleva a toda la humanidad y nos dice Avenatti que “para Balthasar la fuerza purificadora y liberadora de Beatriz es única: sólo ella lleva del eros al ágape, o más bien es el mismo eros que se transforma en ágape” (154). El amor que mueve el sol y las estrellas, el amor que todo lo vence y llegando al final del viaje, Beatriz lo deja y es San Bernardo quien conduce al poeta hacia Dios y “aquí puede contemplar finalmente la luz divina hasta fundirse con ella y entender el misterio de la divinidad. El sumo poeta ha cumplido su misión profética y puede indicar ahora a la humanidad entera el camino hacia la salvación y la libertad” (Cacciari 3017, 111-112).
A l’alta fantasia qui mancò possa; ma già volgeva il moi disio e ‘l velle, sí come rota ch’igualmente è mossa, l’amor que move il sole e l’altre stelle. (Par. XXXIII, 142-145)15
Dante el poeta teólogo, filósofo, político, sociólogo, hombre de fe… La interdisciplinariedad lo signa como hombre sobresaliente del Medioevo cristiano, pero también como anticipo del humanismo que se abriría paso en su tierra. Son múltiples las aristas en las cuales se despliega el prisma de su obra y pensamiento, y sobre todo en la Divina Comedia la cual reconocía Paulo VI como “un poema universal que abraza: cielo y tierra, eternidad y tiempo, misterio de Dios y vicisitudes humanas, doctrina sagrada y la de la razón, experiencia personal e historia” (Citado en Papa Francisco, 2). Esta multiplicidad de intereses arraiga en este peregrinaje que proponemos, en este caso, desde la raíz misma del deseo, asumiendo nuestra libre voluntad que nos hace responsables buscadores de la felicidad, hacia el amor que todo mueve y que constituye la riqueza de la vida, pues se abre a hospedar al otro, en un éxtasis que nos saca de nuestros egoísmos y mezquindades.
Dice Cacciari que “el viaje de Dante es ascender, está en subida, es volar hacia lo intangible y combina el viaje de la experiencia (que es horizontal) con el viaje que es subida, un vuelo” (2017, 144-145). Experiencia y vuelo, coordenadas horizontal y vertical, definición más plena en lo que refiere a la plenitud humana, porque es respuesta al Bien al que tendemos que es un llamado al cual damos respuesta. En armonía el papa Francisco afirma en Lumen Fidei que la Divina Comedia “es como una auténtica peregrinación, tanto personal e interior como comunitaria, eclesial, social e histórica” en tanto “[…] representa el paradigma de todo auténtico viaje en el que la humanidad está llamada a abandonar lo que Dante define “la pequeña tierra que nos hace tan feroces” (Par. XXII, 151) para alcanzar una nueva condición marcada por la armonía, la paz, la felicidad” (nota 10 de la carta a Dante).
Dante nos habla hoy, a nosotros, inmersos en este particular momento histórico, con sus luces y sus sombras, y nos ofrece su palabra poética para acompañarnos en el caminar, para ayudarnos “a avanzar con serenidad y valentía en la peregrinación de la vida y de la fe […], hasta que nuestro corazón encuentre la verdadera paz y la verdadera alegría” (Francisco 15), hasta que alcancemos “el amor que mueve el sol y las demás estrellas (Par XXXIII, 145)”
Alighieri Dante. (2001) Divina Comedia. Inferno-Purgatorio-Paradiso. Roma: Newton & Compton Editori. Introduzione di Italo Borzi. Commento a cura di Giovanni Fallani e Silvio Zennaro.
Alighieri Dante. (2021) Divina Comedia. Buenos Aires: Colihue. 3 tomos. Traducción, notas, comentarios e Introducción de Claudia Fernández Spier.
Avenatti de Palumbo Cecilia. (2002). La literatura en la Estética de Hans Urs von Balthasar. Figura, drama y verdad. Salamanca: Secretariado Trinitario.
Auerbach Erich. (1971). Studi su Dante. Milano: Feltrinelli. Traduzione di Maria Luisa de Pier Bonino.
Benedicto XVI. (2005). Deus Caritas est. Carta Encíclica. En línea: https://www.vatican.va/content/benedictxvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_ enc_20051225_deus-caritas-est.html
Benedicto XVI. (2006). Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en un congreso internacional organizado por el Consejo Pontificio “Cor Unum”. En línea: https://www.vatican.va/content/ benedict-xvi/es/speeches/2006/january/documents/hf_ben xvi_spe_20060123_corunum.html
Cacciari Massimo. (2012). Doppio ritratto. San Francesco in Dante e Giotto. Milano: Adelphi Edizioni.
Cacciari Massimo. (2017). Dante y la Divina Comedia. España: Confluencias Editorial. Traducción de María Nogués.
Capano Daniel. (2016). “Amor profano y amor sagrado en Dante”. Actas de VI Congreso Internacional de Literatura, Estética y Teología, Facultades de Filosofía y Letras y Teología UCA. Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología (Alalite) En: https:// repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/4330/1/amor-profano-sagrado-dante.pdf
Crespo Ángel. (1999). Dante y su obra. Barcelona: El Acantilado.
Cúnsulo Rafael. (1989). El libre albedrío. Santo Tomás y Cornelio Fabro. Roma: Pontificia Studiorum Universitas A S. Thoma Aq, in Urbe. De Aquino Tomás. Suma Teológica. Barcelona: BAC. 5 Tomos.
Gesché Adolphe. (2002). El mal. Dios para pensar I. Salamanca: Sígueme Gilbert Paul. (2008), Metafísica. La paciencia del ser. Salamanca: Sígueme.
Haas, Alois. (2009). “El deseo inextinguible”, en: Viento de lo absoluto, ¿Existe una sabiduría mística de la posmodernidad?, Barcelona: Siruela. 81. Kelen, Jacqueline. (2004). El deseo o el ardor del corazón, Barcelona: El Barquero.
Magnavacca Silvia. (1992). El deseo. Hilo conductor de la Divina Comedia. Buenos Aires: PRIMED-CONICET. En línea. http://www.imhicihu-conicet.gob.ar/html/Publ_Libros/Magnavacca_150dpi.pdf
Papa Francisco. (2021). Candor Lucis Aeternae. Carta Apostólica del Santo Padre Francisco en el VII Centenario de la muerte de Dante Alighieri. En línea. https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco-lettera-ap_20210325_centenario-dante.html
Pérez Carrasco Mariano. (2021). La palabra deseada. La Divina Comedia en el mundo contemporáneo. Buenos Aires: Mardulce.
—
[1] En el medio del camino de la vida/me hallé de pronto en una selva oscura/porque estaba extraviada la vía recta.//¡Ay, qué duro que es decir cómo era/esta selva salvaje, hostil y agreste/que renueva el terror en la memoria!//. Traducción de: Dante Alighieri (2021). Divina Comedia. 3 volúmenes. Buenos Aires: Colihue. Traducción, notas, comentarios e introducción de Claudia Fernández Speir.
[2] Este trabajo fue presentado en el marco del Congreso de ALALITE 2021 realizado en Chile los días 26-27-28 de octubre de ese año, bajo el tema convocante: “La salvación y sus rostros: teopoéticas del mal y la redención”, como parte integrante del panel de homenaje a Dante Alighieri, junto a Daniel Del Percio y Pedro Bayá Casal, titulado: “Epifanías de un libro: la poesía de Dante Alighieri como camino”
[3] Como palomas que el deseo llama/al dulce nido, con alas firmas y altas/van por el aire, llevadas por sus ansias,//
[4] Suma Teológica
[5] El mayor don que generosamente/hizo Dios al crear, y más conforme/a su bondad, y aquel que Él más valora,/fue de la voluntad la libertad;/que a todas las criaturas de intelecto/sólo a ellas les fue y les es donada.//
[6] Dije entonces: “Criatura que te limpias/para regresar pura al que te hizo,/algo asombroso oirás, si tú me sigues”.//
[7] Sus movimientos los inicia el cielo;/no digo todos, pero aún si lo dijera,/se les da luz para ver el bien y el mal,// y libre voluntad: aunque le cuesten/las primeras batallas con el cielo,/todo vence después, si bien se nutre.//
[8] Puedes ver que la mala conducción/es la causa que al mundo hizo malvado,/no su naturaleza corrompida.//
[9] El natural es siempre sin error;/el otro puede errar por mal objeto/o por poco vigor, o demasiado.//pero si hacia el mal va, o con más vigor/o menos que el debido corre al bien,/contra el Creador actúa la criatura.//
[10] Y yo contesto: Yo creo en un Dios/solo y eterno que los cielos mueve/con deseo y amor sin ser movido;//
[11] “Nunca, hijo, el Creador ni la criatura”,/comenzó él a decir, “fue sin amor,/o natural o de ánimo, y lo sabes.//
[12] Ese bien que a esta corte hace contenta/Alfa y Omega es de la escritura/que me lee Amor, con más o menos fuerza.//
[13] […] en un Dios/ solo y eterno que los cielos mueve/ con deseo y con amor, sin ser movido;//
[14] Y creo en tres personas de una esencia/externa, que es tan una y es tan trina/que ‘son’ y ‘es’ admite al mismo tiempo.//
[15] Perdió sus fuerzas la alta fantasía;/mas ya giraba mi deseo y velle/como rueda movida a ritmo igual,/el amor que mueve al sol y a las estrellas.//