Dossier “La Salvación Y Sus Rostros: Teopoéticas Del Mal Y La Redención” 

Cuando a Jesús le preguntaban cómo era el Reino de los Cielos, él, en vez de disertar, se ponía a contar historias. Sergio Silva ss. cc.1      

Roberto Onell* 
*Doutor em Literatura pela Pontificia Universidade Católica do Chile e pela Universidade de Leipzig (2012); atualmente professor de Literatura na Pontificia Universidade Católica do Chile; Orcid: 0000-0002-9139-8493 

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Introdución 

Los trabajos que se presentan a continuación están agrupados bajo el rótulo “La salvación y sus rostros: teopoéticas del mal y la redención” en el intento de leer una realidad –el mal– que parece nuestra sombra inseparable, así como de leer una esperanza –la salvación– que apunta a un cumplimiento en plenitud, de acuerdo con la Promesa de la cual somos herederos. Una realidad y una esperanza que indagamos según su traducción en la palabra literaria. Y es que confiamos en que la literatura de ficción traduce nuestros deseos y dolores, nuestros silencios e incertidumbres, y todo lo que quizá podamos denominar otredad: aquello otro constitutivo de lo humano. 

Pero confiamos todavía en algo más: en que esa nuestra alteridad inherente, en el extenso y sorprendente camino del conócete a ti mismo, debe ser encarada sobre un horizonte de sentido más abarcador, mayor que nuestros voluntarismos de cada día, precisamente porque mayores son nuestras vocaciones. De no situarnos al menos en la hipótesis de ese horizonte mayor, el filósofo Paul Ricoeur advierte que el conocimiento queda basado no en aquello por conocer, sino en el propio sujeto cognoscente que cree fundarse a sí mismo y situarse como “pre-suposición suprema” (94)2 . No nos extrañemos si, luego de tamaña cancelación de eso otro, nos quedamos, como personas o como instituciones, apenas oyendo la propia voz y sus ecos moribundos, solos en un laberinto de espejos. 

“Expulsado de la verdad del ser, el hombre no hace más que dar vueltas por todas partes como animal rationale”3 (Carta 56), alertó por su parte Martin Heidegger, para alentar una comprensión de lo humano como el ente que sale al encuentro de lo que es: “el hombre es el vecino del Ser” (57), con su lenguaje de palabras que es capaz de albergar al Ser. Nombrar aquello que encontramos y que viene a nuestro encuentro es, entonces, entablar una relación humanizada con la realidad del mundo, es averiguar si este mundo puede ser nuestro hogar, es alojarnos – también nosotros– en esa relación que es el lenguaje. “Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra” (Arte 103)4 , ha subrayado Heidegger en el célebre poema de Hölderlin, y es bueno recordarlo aquí: no es la practicidad ni la funcionalidad por sí solas las que dan testimonio de la humanidad, sino el lenguaje en su relación creadora y recreadora del mundo, la memoria amorosa y deseosa de vínculos gratuitos. 

Por eso nos importan las palabras. Porque, gracias al caudal léxico que hace saltar y ocultarse a vocablos muy gravitantes de toda cultura, somos empujados a ir detrás de ellos para que nos revelen otro mundo en este mundo. “O poeta é um fingidor” (98)5 , nos avisó Fernando Pessoa, el más fingidor de los poetas, para enseñarnos que no hay vida humana ni verdad sin deseo ni imaginación. Y si se trata de gravitación, ahí tenemos la palabra Dios, Deus, Gott, God, Dieu: una sola sílaba que quizá sea la más trabajosa cuando vamos en busca de su correspondencia en el mundo. ¿Qué es Dios? ¿O habrá que preguntar: quién es Dios? El Libro de libros nos ha testificado Su presencia de modos tan dinámicos, que cualquier pregunta que se refiera a Dios es tan pertinente como insuficiente. “La palabra Dios dice más que el término Ser, porque presupone todo el contexto de los relatos, de las profecías, de las leyes, de los escritos sapienciales, de los salmos” (99), contesta Ricœur a Heidegger.  

¿Qué significa, de qué es signo, la palabra Dios? Ricœur concluye que, en la Biblia, el “referente Dios” (99) es una especie de punto de fuga, el lugar no colmado hacia donde convergen todos los libros, todos los géneros literarios, y la realidad que, a su vez, los supera a todos. “Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo” (10), dirá Altazor, de Vicente Huidobro, con juguetona y ensimismada consciencia del entramado textual con el que, por siglos, hemos querido fichar a Dios. Pero el nombrar no pertenece sólo al poeta de oficio, felizmente, sino también al médico, al matemático, al cientista social, a cualquiera de nosotros cuando vuelve “a sentir profundo,/ como un niño frente a Dios” (13-14), según Violeta Parra; el nombrar pertenece a quienquiera que experimente la conmoción de lo real. Como aquella que exclama “¡maldigo del alto cielo!” (101-103). 

Y el nombrar pertenece también al teólogo. Por eso, todo en comunión de espíritu con la exhortación apostólica Ex Corde Ecclesiae, el peregrinaje hermenéutico no puede prescindir del pensar filosófico ni, menos, del teológico. Es en esa conversación analítica, especulativa, sintiente, donde la literatura de ficción tiene mayor probabilidad de destilar su sabiduría de signo y de símbolo, para ayudarnos, en esta ocasión, a pensar lo impensable, a figurar lo que nos desfigura: el mal, que tanto ha tensionado y roto la comunidad humana y la relación con su Dios. “¿Te parece bien oprimirme, despreciar la obra de tus manos y favorecer los planes del malvado?” (Job 10,3). En este mismo temple oímos a la hablante de Gabriela Mistral en uno de sus primeros “Nocturnos”: “Padre nuestro que estás en los Cielos,/ ¿por qué te has olvidado de mí?” (27)6 , tan hija de “mi padre Job” (218)7 . Una disposición afectiva hermana de la voz de César Vallejo cuando nos espeta: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; [golpes que son] las caídas hondas de los Cristos del alma” (9)8 . ¿Quién es Dios para quien habla así? “Yo nací un día/ que Dios estuvo enfermo” (107)9 . La soltura de Vallejo nos fuerza a interrogarnos, pero también a reiniciar el relato de nuestra propia peripecia con ese vocablo, Dios. “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9), repetía Jesús de Nazaret, “el más alto de todos los maestros orales” (91), según el hincapié de Jorge Luis Borges, otro altísimo maestro de la palabra. ¿Qué es verlo? ¿No será tocar el punto de arranque de otra historia, de esa en que somos protagonistas y narradores? “Él, en vez de disertar, se ponía a contar historias”, porque el Reino de los Cielos está en un lugar misterioso de la trama, porque guarda semejanza con la diversidad del mundo, un mundo hecho a semejanza del Creador-ombligo-origen. 

Pensar lo impensable. En ese esfuerzo convergemos ahora. Por eso es necesaria la universidad: para intentar pensar incluso lo impensable. Para venir al brocal pavoroso y recorrer con Dante y con Virgilio el Inferno, para con Dostoievski oír al penoso Raskolnikov y quizá comprender su eventual redención, para caminar con Baudelaire junto al “Poeta […]/ desterrado en la tierra/ [cuyas] alas de gigante le impiden caminar” (66)10, para no dejar de preguntar, herederos de quienes nos han precedido en la peripecia de vivir. Agotadora y sombría peripecia. “Sucede que me canso de ser hombre” (121-122), confiesa una de las voces de Neruda, entre las grietas de la promisoria modernidad. “Ah, por que tudo é tão triste?”11, pregunta Vinícius de Moraes, atacado de pronto por la melancolía en plena contemplación de una belleza. Y Cecília Meireles nos precave: “Não cantes, não cantes, porque vêm de longe os náufragos,/ vêm os presos, os tortos, os monges, os oradores, os suicidas” (86), en el poema irónicamente llamado “Ressurreição”. 

Y bien. Aquí estamos. Sobrevivientes de los nuestros. El espíritu presto. Comparecientes en esta plataforma digital, que sigue sin embargo traduciendo nuestra pujante humanidad. 

Referencias

Baudelaire, Charles. Las flores del mal [Les Fleurs du Mal; 1857, 1861, 1968]. El spleen de París. Los paraísos artificiales. Trads. Lluís Guarner y Andreu Jaume. Barcelona: Penguin, 2017. 

Biblia. La Biblia de nuestro pueblo – Biblia del peregrino América Latina [2005]. Texto: Luis Alonso Schökel. Adaptación del texto y comentarios: equipo internacional. Macau: Pastoral Bible Foundation, Mensajero; 2010. 

Borges, Jorge Luis. Prólogos, con un prólogo de prólogos [1975]. Obras completas 12. Buenos Aires: Sudamericana, 2011: 7-243. Heidegger, Martin. Carta sobre el Humanismo [Brief über den Humanismus, 1946] [1a ed. en alemán, 1976]. Trads. Helena Cortés y Arturo Leyte. Madrid: Alianza, 2006.   

Heidegger, Martin. Arte y poesía [1958]. Trad. Samuel Ramos. México: Fondo de Cultura Económica, 2006. 

Huidobro, Vicente. Altazor [Madrid, 1931]. Santiago: Universitaria, 1995. Meireles, Cecília. Viagem [1939]. São Paulo: Global, 2012. 

Mistral, Gabriela. Desolación. Ternura. Tala. Lagar. México DF: Porrúa, 2006. 

Moraes, Vinícius de. “Garota de Ipanema”, en: https://www.viniciusdemoraes. com.br/pt-br/musica/cancoes/garota-de-ipanema. Consultado el 28 de octubre de 2021. 

Neruda, Pablo. Residencia en la tierra [Madrid: Ediciones del Árbol, Cruz y Raya, 1935]. Prólogo de Federico Schopf. Santiago: Universitaria, 1994. 

Parra, Violeta. Volver a los 17. Comp. Juan Andrés Piña. Santiago: Los Andes, 1995. 

Pessoa, Fernando. Yo es otros. Antología esencial. Ed. bilingüe. Trad. Rodolfo Alonso. Valparaíso: Universidad de Valparaíso, 2019. 

Ricoeur, Paul. Fe y filosofía. Problemas del lenguaje religioso. Trads. Néstor A. Corona, Ricardo Ferrara, Juan Carlos Gorlier y MarieFrance Begué. Buenos Aires: Almagesto, 1990. 

Silva, Sergio. Por qué murió Jesús. Introducción a los evangelios. Volumen III: Lectura del protagonista: Jesús. Santiago: Ediciones UC y Fundación Coudrin, 2009. 

Vallejo, César. Los heraldos negros [1918]. Buenos Aires: Losada, 1976.  

Notas

[1]  Palabras oídas al teólogo en un curso sobre hermenéutica fenomenológica, en la Pastoral de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en 2010. Esta idea había sido sistematizada por el autor del siguiente modo: “Como se trata de una realidad que está empezando a suceder [la llegada del Reino de Dios, en su persona], para comunicarla Jesús recurre a la fuerza poética del lenguaje humano, más que a la capacidad que el lenguaje tiene para describir lo real; y crea metáforas y parábolas que invitan al oyente (hoy, al lector) a entrar con su imaginación en el mundo que así crea Jesús” (369).     

[2] Destacado en el original. 

[3] Cursivas en el original. 

[4] De la conferencia “Hölderlin y la esencia de la poesía” (“Hölderlin und das Wesen der Dichtung”), de 1937.   

[5] Del poema “Autopsicografia”. 

[6] Del libro Desolación, de 1922.     

[7] En el poema “Una palabra”, del libro Lagar, de 1954.  

[8] Del poema “Los heraldos negros”, del libro homónimo, de 1918.  

[9] Del poema “Espergesia”, del mismo libro.   

[10] Del poema “El albatros” (“L’Albatros”), del libro Las flores del mal (Les Fleurs du Mal).   

[11] De la canción “Garota de Ipanema”, de 1962.