Pedro Baya Casal*
*Profesor de Teología na Universidad Católica Argentina (UCA). Contato: pedrobaya@yahoo.com
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En el itinerario de Dante de la oscuridad hacia la luz las figuras paternas van jalonando su camino en una progresividad cada vez mayor. De cada encuentro de Dante con estas figuras paternas que han configurado su identidad rescatamos dos elementos: el recuerdo del origen y la predicción del futuro. Estos elementos (origen y destino) configuran la verdad de la vida del poeta. Por este motivo, estas dos características de los encuentros con las figuras paternas nos invitan a pensar en la cercanía entre el encuentro con el Padre y al mismo tiempo con la Verdad. El encuentro con las figuras paternas y finalmente con el Padre, anticipa y revela, “en el medio del camino”, la verdad de su vida.
Podemos agregar a esta primera observación la presencia de la Ciudad en estos encuentros: las figuras paternas refieren siempre a la descripción de la ciudad como ámbito de la vida común. Padre y patria como tierra de los padres aparecen en estrecho vínculo en los encuentros de Dante.
La paternidad como enigma y revelación en la Divina Comedia.
En este punto vamos a seguir la reflexión de Mariano Pérez Carrasco, reconocido dantista quien describe la realidad de la paternidad según el espíritu de la comedia, En su libro “La Palabra Deseada”, Pérez Carrasco habla sobre el Enigma del Padre y allí afirma que:
Desde el punto de vista filosófico es clave notar que el principio activo, tanto físico cuanto metafísico de la generación es el padre (…) la madre tiene al hijo, lo lleva consigo, no lo puede separar de sí ni negar sin negarse a sí misma (…) el padre, por el contrario, nunca está plenamente seguro de que ese hijo sea hijo de su sangre. La paternidad biológica ha sido siempre una incógnita. En suma, el padre no tiene al hijo: lo reconoce (…) La diferencia entre la madre y el padre es también la diferencia entre tener y reconocer.
Es decir que la paternidad puede tener distintos niveles de concreción, uno es el plano físico, y otro y definitivo el metafísico con lo cual esta realidad puede encarnarla más de un solo individuo. Puede ser atributo de varios … La paternidad se constituye entonces con el gesto de reconocimiento mutuo entre padre e hijo, o mejor entre el hijo y la o las figuras paternas que marcan su vida. El camino hacia el Padre en la Comedia se relata a traves del encuentro de Dante con estas figuras paternas que anteceden al encuentro definitivo.
En este camino hacia el Padre, Dante encuentra distintas figuras paternas que le irán revelando cuál es su misión y el sentido de su vida, y qué situaciones le esperan al regresar al mundo de los vivos. Virgilio, Farinata. Brunetto Lattini, Cacciaguida y finalmente San Bernardo encarnan sucesivamente esa figura paterna para Dante. Nosotros nos detendremos en los encuentros con dos de estos personajes: el primero con su maestro Brunetto Lattini en el Infierno y en segundo lugar con su antepasado Cacciaguida en el Paraíso. Ambos, desde lugares distintos lo reconocen como hijo y le señalan su destino personal y su misión.
Estos encuentros con personajes del pasado. su maestro de juventud y su antepasado a quien no conoció, lejos de detenerlo en un ayer perdido anuncian a Dante su porvenir y su destino, lo arrojan hacia el futuro. El viaje de Dante hacia el Padre, hacia el origen, es paradójicamente un viaje hacia el futuro. Podemos decir que para el Dante peregrino, el futuro se anuncia en el pasado. Dante se pone en marcha hacia el futuro donde encontrará finalmente el origen, no solo ya de su propia vida sino de todo lo que existe.
Una posible entrada al universo de Dante y de su pensamiento la podemos encontrar en el Evangelio de Lucas en el pasaje del Hijo Pródigo. (Lc 15, 11-32) El personaje principal, luego de haber malgastado la herencia de su padre, quien aún vive, entra en sí y toma conciencia de su triste situación. En este diálogo interior decide hablar con su padre y decirle: “Padre: He pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. A partir de ese momento emprende el camino de regreso a la casa del Padre y al llegar, encuentra un abrazo lleno de misericordia que le confirma en su identidad de hijo y celebra con alegría su regreso.
La toma de conciencia de la propia situación de crisis, la decisión de regresar al Padre y el largo camino de regreso son elementos narrativos que también están presentes en la Comedia. Dante, como el hijo pródigo, reconoce su desesperada situación en esa selva oscura en la que se encuentra en el medio del camino de la vida, ha perdido la via recta; siente la nostalgia del bien perdido y emprende el camino de regreso. Ese camino de regreso es el espacio donde transcurre todo el poema.
A diferencia del hijo pródigo, que se limita a entrar en sí mismo para salir de su oscura situación, Dante da un paso más y nos describe el movimiento que acontece en el mundo espiritual, del otro lado de lo que podemos ver, y su “metanoia” o conversión es motivada por el ruego de Beatriz, la intervención de la Virgen y de Santa Lucia quienes le proveen los guías que lo ayudarán a realizar el viaje de regreso. Sin embargo, el paralelismo entre ambos relatos es bien claro. Dante y el hijo pródigo buscan en el regreso a la casa del Padre, el encuentro con la verdad de su vida como remedio para su mal.
Otra escena bíblica que encuentra resonancias en este hecho es el encuentro entre José y su padre Jacob en Egipto luego de una larga y tortuosa separación (Gn 45). Finalmente se encuentran en una escena plena de emoción paterna y filial en la cual la Verdad se abre camino a pesar de la maldad de los hermanos y la fragilidad del padre y del hijo.
A la luz de estas apreciaciones nos proponemos mostrar la paternidad como vínculo entre Dante y Brunetto en el canto XV del Infierno y luego con Cacciaguida en los cantos XV, XVI y XVII del Paraíso. Ambos encuentros tienen puntos en comun entre si y funcionan también como contrapuntos. Uno sucede en el Infierno y otro en el Paraíso, pero en ambos hay un reconociemnto explícito del vínculo padre-hijo, una profeccía sobre el destino del poeta y una referencia a la vida de la ciudad.
El difícil y agitado encuentro con el padre/maestro en el Infierno.
Estamos en el canto XV del Infierno. Dante y Virgilio han recorrido ya gran parte del camino y se encuentran ahora a orillas del río de Fuego, el Flegetonte donde los condenados por violentos están padeciendo su castigo. Entre el humo y la niebla aparece un tropel de almas que no se llegan a distinguir bien y Dante debe cerrar un poco los ojos, como cuando hay luna o como cuando el viejo sastre enhenbra la aguja, para divisar a esos penitentes. Un alma lo reconoce y toca su manto: Lo llama “portento”. Dante debe agacharse para reconocer en ese rostro quemado y deformado por el fuego a su antiguo maestro por quien guarda un gran cariño y ternura. Dante quiere sentarse a hablar con él pero el diálogo deberá darse dentro del movimiento obligado que debe conservar Brunetto para no ser castigado con cien años bajo la lluvia de fuego. Todo el diálogo está lleno de nostalgia y de ternura, Hay una tensión permanente ante la inminencia de la despedida, pero al mismo tiempo una gran alegría por este encuentro que sorprende a ambos con la memoria del dulce vínculo de la paternidad. Brunetto reconoce a Dante como hijo. Dante quisiera pasar más tiempo con él. Pero ese encuentro reposado ya no será posible. Brunetto alcanza a comunicarle a Dante su destino de gloria y la ingratitud de su propio pueblo para con él. Dante se sabe hijo, tanto de su de su maestro como de su pueblo, aun cuando ambos, maestro y ciudad, se encuentren perdidos por sus propios pecados. Esta actual condición de condena no quita que el poeta reconozca en ellos su propio origen, del que no reniega, sino que acepta.
Es un encuentro lleno de angustia, donde la promesa de la paternidad queda incumplida y el encuentro es fugaz y entrecortado.
Muy diferente es el encuentro de Dante con su antepasado Cacciaguida.. Si el encuentro con su maestro Brunetto está ubicado en el XV del Infierno en el XV del Paraíso comienza el encuentro con su otra figura paterna que se extenderá por más tiempo y abarca los cantos XV, XVI y XVII. No existe la premura del infierno sino la amplitud del paraíso que permite un encuentro que será crucial en el camino de Dante hacia la contemplación de la trinidad.
Si el primer encuentro obligó a Dante a entrecerrar los ojos para reconocer a su maestro, ahora, en el Paraíso, habiendo sido purificado por las aguas del Leteo y del Eunoe y volando hacia el Padre junto a su amada Beatriz, el encuentro con Cacciaguida es una superposición de luz sobre luz, de belleza sobre belleza. Hay luz y tiempo en abundancia para el encuentro con su antepasado a quien Dante reconoce como su padre en un claro contrapunto con el encuentro del canto XV del Infierno
Cacciaguida se presenta como una luz que sonríe y aumenta su esplendor en los momentos en los que se reconoce como padre de Dante. Beatriz acompaña con su sonrisa de aprobación este encuentro para mayor satisfacción del poeta. Todo el encuentro está teñido de luz y de sonrisas. Y en este diálogo Dante recibe de su padre la tradición de su familia y de lo mejor de su pueblo: Cacciaguida se detiene en la descripción de Florencia como la ciudad ideal antes de haberse corrompido por la ambición y el pecado. Es un padre que trae la memoria luminosa del origen.
Al mismo tiempo Cacciaguida le revela a Dante su destino de profeta. Cacciaguida puede ver la totalidad porque está salvado y puede anunciarle a Dante la ingratitud de sus contemporáneos, la amargura del exilio y finalmente su destino de gloria luego de atravesar todas esas dificultades. Reencontramos aquí la función literaria del padre como quien posee la verdad del hijo, de su identidad y misión y se la revela.
Dante es el poeta con los ojos abiertos: ha visto la oscuridad y el dolor de su padre Brunetto en el infierno y la luz, la alegría y la belleza de su padre Cacciaguida en el Paraíso. Ambos le descubren su secreto, o mejor dicho su misterio, el que lo hace ser él mismo y no otro, y esa verdad no es una construcción imaginaria de Dante sino más bien algo que debe recibir humildemente y abrazar con su libertad de hijo.
Las relaciones de paternidad y filiación en la comedia están descriptas con dimensiones trascendentes, religiosas. Así las figuras paternas que hemos contemplado en este breve recorrido no sólo le confirman a Dante su identidad como Hijo, libremente asumida, sino que le anuncian su futuro en forma de profecía de una verdad que no siempre es agradable de oír pero que es pronunciada con toda transparencia. En este encuentro con sus figuras paternas también se esboza la presencia de la Ciudad como espacio de vida, en el caso de Brunetto con una mirada pesimista sobre sus conciudadanos y en el caso de Cacciaguida recordando la pureza de las costumbres florentinas del pasado que pueden volver a configurar el futuro de la ciudad como espacio de vida común.
Todos estos aspectos pueden considerarse como un anticipo del encuentro definitivo de Dante con el Dios Padre. En efecto en ese encuentro que Dante no termina de escribir, se espera desvelar el enigma del origen y del sentido de la vida propia y de la vida común. Al mismo tiempo que ese encuentro nos promete el arribo a la Patria como no solo como origen sino como “tierra prometida”.
El poema del viaje místico de Dante a través del infierno hacia la luz de la Gloria tiene un fin determinado; mostrar el Bien y la Verdad a los que llega gracias al Amor. Para llegar hasta ese Paraíso debe recorrer los abismos del infierno y las penas del purgatorio. Dante nos ofrece una visión del reverso de la trama del mundo. Las descripciones de los tormentos de los condenados y las penas de los purgantes apuntan siempre el destino de Gloria reservado a quienes han sido fieles a Dios. Nunca se detiene, sino que está siempre en movimiento hacia la luz.