Formas de la indefinición (Gestaltwandel)

Autores

  • Ignácio Castro Rey

Resumo

Antes de la lengua natal y materna, existe un suelo de sentido (imágenes, ecos, rumores, sonidos rotos) desde el cual el hombre habla, una “zona cero” de ruinas desde la cual el hombre reconstruye continuamente el lenguaje. Como si hablara su propia lengua estándar (castellano, portugués o inglés) desde una lengua menor. La primera labor de “traducción” ya está ahí, al pasar la “desarticulación” de lo vivido a la “articulación” del sentido. Desde el punto de vista ético, ontológico y político, la poesía y el arte se ocupan de esa inmediatez común, de ese espectro de lo real. Si el arte “comunica” de una forma incomparable es precisamente porque afronta lo común en la singularidad de un momento que junta (lejos de nuestra cultura de la separación) lo abstracto y lo concreto, la indefinición y la definición. J. Cage ha definido esta tarea ética así: “Escuchar los sonidos del mundo antes de que se conviertan en signo, en código general”. Si esto es cierto, habría dos tipos de imágenes. Unas, las habituales (Studium), se presentan “colgadas” en la cronología social, remitiéndose unas a otras a la manera de la mercancía informativa. Otras, a la fuerza más escasas (Punctum), nos detienen porque, en vez de estar colgadas en el tiempo general de nuestra circulación, acumulan el tiempo en un momento, en la fascinada quietud que condensa un infinito movimiento. Es el infinito el acto de algunas imágenes inolvidables, el absoluto local que logra la música cuando consigue que se pare el tiempo. Para esta alta indefinición de algunas obras del arte, la historia (información, contexto, conocimiento) es sólo el conjunto de mediaciones, prácticamente negativas, que son necesarias para que ocurra algo nuevo, que no tiene precedentes. Después, todo el tiempo social vive a expensas de esos acontecimientos de lentitud fulminante, casi imperceptibles para vigilancia social ordinaria y el sistema informativo.